1 de agosto 2020
Cientos de personas desafiaron este sábado a la Iglesia Católica y a la pandemia en Nicaragua, al realizar una fiesta pagana en sustitución de la celebración popular en honor de Santo Domingo de Guzmán, el más venerado en Managua, que fue suspendida por el Episcopado para evitar la propagación de la covid-19.
Al son de música filarmónica y con una réplica de Santo Domingo de Guzmán no reconocida por los sacerdotes, unas 300 personas partieron esta mañana desde la comunidad Las Sierritas, en las afueras de Managua, para cubrir el recorrido anual de unos 10 kilómetros, que tradicionalmente realizan los católicos hasta el antiguo centro de la capital.
En otros años esta fiesta, la más grande de Nicaragua, habría recibido la bendición de la Arquidiócesis de Managua, y atraído a más de medio millón de personas entre el 1 y el 10 de agosto.
Sin embargo, la situación de pandemia, en medio de la profunda crisis sociopolítica que vive el país, hizo que el clero la suspendiera.
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A pesar de no contar con el visto bueno de la Iglesia Católica y de la poca concurrencia, la festividad siguió su curso, con fuerte resguardo policial.
En las redes sociales los medios de comunicación oficialistas promovieron la celebración, a la vez que personas que se identificaban como católicas mostraron su rechazo.
La festividad fue precedida, en la víspera, por un incendio en la Catedral Metropolitana de Managua que calcinó una imagen de la Sangre de Cristo que lleva 382 años en Nicaragua, y ante la que San Juan Pablo II se arrodilló y oró en su segunda visita al país, en 1996.
El suceso fue calificado como "acto terrorista" por el cardenal Leopoldo Brenes, quien en julio de 2018 denunció que la Iglesia católica es perseguida por el Gobierno de Daniel Ortega.
El incendio se dio en medio de una ola de profanaciones contra templos católicos, desatada desde que la Arquidiócesis de Managua anunció la suspensión de las fiestas en honor de Santo Domingo de Guzmán, cuando las instituciones del Gobierno las daban por hecho.
Las diferencias entre la Iglesia católica y el Gobierno de Ortega se acentuaron con la pandemia, ya que mientras el clero suspendió las actividades presenciales y llamó a sus fieles a "preservar la vida", el Ejecutivo ha mantenido su política de aglomeraciones.
El manejo de la pandemia por parte de las autoridades de Nicaragua ha sido criticado por médicos locales, así como por organismos regionales y globales dedicados a la salud o a la defensa de los derechos humanos.
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