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¿El viejo sandinismo puede ser antiorteguista?

La lucha no es por inspiración (como piensa alguien de extracción estudiantil), sino por necesidad, por los efectos de la opresión

Opinión: Fernando Bárcenas | Ortega se ha desprendido del viejo sandinismo como la serpiente que muda de piel

Fernando Bárcenas

24 de julio 2020

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El viejo sandinismo ha sufrido una ligera mutación de acuerdo a las circunstancias, ha devenido orteguismo, que alcanzó el poder sin pasar por un periodo revolucionario. De modo, que es una continuidad de la contrarrevolución en el poder de los años ochenta, sin vínculo alguno con la etapa plebeya, de lucha contra el somocismo (que influía en el viejo sandinismo).

La base social, en sustancia, es la misma que la de los ochenta, y el modelo es muy semejante a partir de la piñata. Aunque el orteguismo, durante un crecimiento económico impulsado por la ayuda venezolana, ha debido expresar en la superficie los intereses de sus militantes enriquecidos (civiles y militares); que el viejo sandinismo escondía jurídicamente en su fase de desarrollo, con prácticas de privilegios, cuando la economía de la nación paradójicamente colapsaba con la guerra civil. El orteguismo es la maduración natural de los vicios burocráticos del viejo sandinismo, como los achaques en la vejez producto de los excesos de la juventud.

La única forma que exista una diferencia real entre ambos, y no la secuencia natural degenerativa, y más aún, que haya una contradicción fundamental entre ellos, es que exista una diferencia de principios políticos y, consecuentemente, de la praxis. Pero, el sandinismo no tiene ni ha tenido nunca principios, y el orteguismo, en consecuencia, tampoco, que además carece de algún objetivo libertario, como tuvo alguna vez el viejo sandinismo en su fase plebeya.

Fuera de este criterio de la praxis no vale la pena, a mi criterio, escarbar diferencias fraccionales dentro del sandinismo en el poder, en ambas circunstancias, ya que no constituyen contradicciones cualitativas ni en la teoría ni en la práctica. La etapa plebeya fue apabullada de inmediato desde el poder, produciéndose deserciones individuales sin expresión política, por su carácter subjetivo, más emocional.


No hay un documento histórico que diga: “Principios del sandinismo”. Algo que todo militante debería conocer por fuerza si fuera el caso. Y no hay conflictos de carácter principista.

Ortega se ha desprendido del viejo sandinismo como la serpiente que muda de piel, porque le queda corta a medida que crece. Ahora, la marcha de la historia es hacia adelante, nadie desea volver al pasado en un ciclo repetitivo infernal (dentro de la burocracia del sandinismo). Salvo aquellos, siempre contrarios al protagonismo de las masas, que se proponen rescatar al sandinismo, revistiendo nuevamente al orteguismo con la misma vieja piel abandonada. Más que estalinismo, el sandinismo en el poder fue primigeniamente burocrático, sin romper para ello con principios teóricos que no existieron en su práctica plebeya guerrillera.

El sandinismo, en esencia, es un fenómeno subjetivo, no un fenómeno social, su acción política es independiente del nivel de conciencia de las masas. De manera, que los nostálgicos reinciden en esa visión partidaria, sin que les importe el profundo rechazo que suscita en las masas la acción histórica del sandinismo, con su enorme carga de atraso, de corrupción, de miseria, y de muerte.

¿A qué sirven los ideales cómo método comparativo?

Dice Mónica Baltodano, de Rescate al Sandinismo, en un artículo publicado en Confidencial el 17 de julio, que tituló: “el 41 aniversario de la revolución sandinista y el hundimiento del régimen orteguista”, que intenta separar el gobierno de los ochenta (al que llama revolución), del gobierno orteguista actual, que considera en hundimiento: “¿Qué ideales impulsaron a la juventud a involucrarse en la lucha armada sandinista a riesgo de perder su vida?”

¿Qué importancia tienen los ideales si éstos no garantizan una práctica política coherente? Nadie con una formación mínima pregunta por los ideales de una organización (no digamos ya por los ideales personales), en lugar de analizar su línea política, el carácter de clase, y el programa de lucha de tal organización.

La explosión social de 1978

Luego, Baltodano se pregunta: “¿Qué unificó a todo un pueblo? Logramos al final construir un consenso. El pueblo pensó, si asesinaron a Pedro Joaquín ¿quién podrá salvarse? Se unificó entonces el grito nacional: ¡Basta ya!”.
El asesinato de Pedro Joaquín unificó al pueblo. No fueron, sin embargo, las ideas de Pedro Joaquín Chamorro la causa de esa unión. No fue, tampoco, un sentido racional de inseguridad colectiva como dice Baltodano. Fue un rechazo instintivo a la estupidez criminal que provocó una explosión de los arquetipos del inconsciente colectivo, que controlan el comportamiento con el mundo exterior. Fue una respuesta emocional correcta a la brutalidad somocista, mucho más instintiva que la mente racional que formula una respuesta política.

A este respecto escribía Aristóteles, en Ética a Nicómaco: “Cualquiera puede enfadarse, eso es algo muy sencillo. Pero enfadarse con la persona adecuada, en el grado exacto, en el momento oportuno. Con el propósito justo y del modo correcto, eso, ciertamente, no resulta tan sencillo”.

Ahora pensemos, cómo algo extraordinario, infrecuente, el enfado simultáneo de todo un pueblo contra el crimen cargado de simbolismo en 1978. La misma reacción se produjo en abril de 2018, con el ataque de las turbas orteguistas, en León, contra los ancianos jubilados; con el asesinato de los estudiantes a manos de la policía orteguista; con el asesinato y la negativa de atención médica al jovencito Alvarito Conrado; con la quema, por paramilitares, de la familia Velásquez Raudez en el barrio Carlos Marx; y con los saqueos ejecutados por las turbas orteguistas. Todo esto, cargado de enorme simbolismo emocional, que sacudió como una descarga eléctrica el subconsciente del pueblo. Es decir, golpeó bruscamente la herencia cultural básica de un pueblo noble. El pueblo reaccionó con odio visceral a lo que consideró una repetida barbarie contra la humanidad.

Somoza convirtió la reacción emocional en lucha consciente contra el régimen dictatorial, con el ataque militar a Monimbó y, luego, con las operaciones limpieza. Algo similar ocurre ahora por la estupidez criminal orteguista de abril del 2018, que continúa como si la brutalidad represiva fuese la normalidad del régimen.

¿El viejo sandinismo fue una escuela teórica marxista?

Dice Baltodano: “La mayor parte apostábamos a un modelo propio. De una nicaragüense lectura del marxismo surgió luego la propuesta de economía mixta. A la mayoría, no nos gustaba el partido único.

No puede existir una lectura del marxismo vinculada a la nacionalidad, sino, a una escuela teórica. Lo que habría que explicar es dónde hay constancia de tal crítica teórica de parte del sandinismo. La economía mixta no tiene nada que ver con una crítica al marxismo. No se requiere pasar por Marx.

El partido único no es una cuestión de gustos. ¿Dónde hay constancia del rechazo al partido único de la supuesta mayoría sandinista y, por qué, si era mayoría no se convierte en la línea oficial? ¿Será porque el viejo sandinismo fue tan verticalista y antidemocrático, como el orteguismo que hereda sus genes?

¿Reagan jefe del sandinismo de los ochenta?

Baltodano explica quién dirigió al sandinismo en los ochenta: “La decisión de Ronald Reagan de combatir a la revolución sandinista, explica el propio derrotero de la revolución. El gobierno revolucionario terminó restringiendo las libertades, confiscando a los opositores, instaurando el impopular servicio militar obligatorio. Terminó dependiendo del campo socialista.

¿Por qué sería revolucionario tal gobierno que restringe libertades a los ciudadanos? Vietnam, durante la invasión norteamericana en los sesenta, no restringe libertades, moviliza al pueblo por una lucha libertaria. Es decir, para que el sandinismo sea inocente, Baltodano requiere convertir a Reagan en el dirigente estratégico del sandinismo en el poder. Al decir de Baltodano, Reagan determinó el derrotero desastroso de la revolución (que ni Baltodano ni nadie rechazaba cuando el sandinismo estaba en el poder).

El sandinismo actuaba en contra del pueblo

Dice Baltodano: “Resulta sorprendente que en 1990 la revolución conservara el 40.8% de respaldo de los votantes”.
Es decir, ¿el gobierno sandinista se enrumbaba conscientemente, mediante un plan, a perder todo respaldo? ¿Cuál es la enseñanza, entonces, si el partido conserva el poder a pesar que pierde a marchas forzadas el respaldo de la mayoría del pueblo? ¿A quién representa el sandinismo, entonces, cuando a Baltodano le sorprende que aún le respalde el 40 %? Se representa a sí mismo, a sus intereses de aparato burocrático (independiente de las masas). Es decir, representa a la contrarrevolución, igual que Ortega en la actualidad.

“La historia, dice Baltodano, sabrá diferenciar entre los hombres y mujeres que dieron su vida por la libertad (en contra de Somoza), de los criminales que hacen todo lo contrario a los ideales que movieron a miles de jóvenes a luchar”.

La historia no se ocupa de ideales, sino, de hechos políticos y de sus efectos en la sociedad. Nadie se moviliza por ideales que escapan de la realidad, sino, por ideología, que refleja una visión de la realidad. El sandinismo (sin principios) una vez en el poder, en los años ochenta, adquirió una meta-ideología opresiva que no había desarrollado cuando luchaba por el poder, porque con el poder absoluto se independizó de la sociedad, dominándola; al igual que hace el orteguismo.

“Los ejemplos de los héroes –dice Baltodano- de esas jornadas (antisomocistas) inspiraron a miles de participantes de la sublevación de abril”.

La lucha no es por inspiración (como piensa alguien de extracción estudiantil), sino, por necesidad, por los efectos de la opresión en las condiciones miserables de existencia de las masas.

Objetivos de la lucha actual para Baltodano: “La lucha del pueblo sigue siendo por alcanzar libertad, democracia, justicia. En ese desafío están comprometidas las nuevas generaciones y sus liderazgos emergentes”.

En los ochenta, la lucha contra el sandinismo, repudiado por las masas, era por alcanzar libertad, democracia, justicia. En la actualidad, esos objetivos se consiguen transformando el sistema de producción precapitalista, y el orden jurídico dictatorial que le sirve de soporte.

No existen los liderazgos emergentes al margen del movimiento de masas. Ese es un concepto afín al caudillismo. De lo que se trata es de movimientos de masas conducidos por combatientes salidos de sus filas en el curso de las luchas.

*El autor es Ingeniero eléctrico


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