23 de julio 2020
Finalmente, después de 31 años de su asesinato y de 3 décadas de ser bloqueados y saboteados en El Salvador la investigación y juicio de los autores intelectuales del asesinato de los padres jesuitas, comenzó la semana pasada en Madrid, España, el juicio del coronel Montano, acusado de formar parte del grupo de oficiales que ordenaron semejante barbarie en la madrugada del 16 de noviembre de 1989. El asesinato de los padres jesuitas y la caída del socialismo real cambiaron la política de los Estados Unidos en El Salvador y Centroamérica, factor decisivo que posibilitó los Acuerdos de Paz democrática en nuestro país.
Una semana antes de dicho crimen caía el muro de Berlín y comenzaba el derrumbe del socialismo real que tanto cambiaría la política de Estados Unidos en el mundo y en los conflictos centroamericanos. Recién llegado George Bush a la presidencia en Estados Unidos, en enero de 1989, su secretario de Estado, James Baker, le dijo al presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Representantes, el Republicano Henry Hyde, que necesitaban superar los conflictos en Centroamérica que tanto dividían a Estados Unidos internamente y con sus aliados, preguntándole por un subsecretario para Latinoamérica que pudiera ayudar a articular un consenso bipartisano que les permitiera lograr la paz con democracia para poder concentrarse en los grandes temas estratégicos pendientes de la política exterior de Estados Unidos. Hyde le recomendó a Bernard Aronson a quien Baker entrevistó y le ofreció el cargo. Aronson viajó a Moscú a hablar con su contraparte en la cancillería, mientras Baker incluyó a Centroamérica en la agenda con su contraparte Eduard Shevardnadze, ministro de Relaciones Exteriores de Gorbachov. Cuando cayó el muro y asesinaron a los padres, las conversaciones y consensos estaban muy avanzados entre Washington y Moscú. Pero fue el asesinato de los padres jesuitas que aceleró el cambio de la política de Estados Unidos a El Salvador y la negociación de la paz.
Con su asesinato, se transformó la matriz de opinión pública en el mundo y en Estados Unidos en particular. El líder del Congreso, Tom Foley, le pidió al congresista Joe Moakley liderar la investigación del asesinato de los padres jesuitas. Este introdujo legislación "para cortar la ayuda militar de Estados Unidos a El Salvador, que pasó, y esa fue una señal para las fuerzas armadas salvadoreñas, que el cheque en blanco que el gobierno de los Estados Unidos les daba había terminado", afirmó su principal asistente y luego congresista Jim McGovern, de Massachussets. (David Boeri, "Recordando a los jesuitas cuyas muertes llevaron al fin de guerra civil en El Salvador", WBUR, 14 de noviembre, 2014).
El ejército y su "Tandona" durante una década ininterrumpida dispuso de dicho cheque en blanco. Cinco meses y medio después de llegar el presidente Cristiani al poder, consolidando la"Tandona" su poder, cometerían la estupidez más grande de su historia, el asesinato de los padres jesuitas. Un año después, el 18 de noviembre de 1991, el congresista Moakley afirmó: "...yo creo que el presidente (Cristiani) estaba genuinamente conmocionado por el asesinato de los jesuitas; que él hizo un esfuerzo sincero desde el principio para empujar la investigación hacia adelante; y que él insistió -en momentos críticos al principio de 1990- que las fuerzas armadas acepten la responsabilidad por los crímenes. Sin sus esfuerzos, no creo que los más directos perpetradores de los crímenes hubieran sido identificados".
En los dos años que siguieron al asesinato, el presidente Cristiani fortaleció su poder a favor de la negociación de la paz, al igual que el FMLN, y aquellos factores de poder en Estados Unidos y El Salvador comprometidos con la negociación de la paz democrática. En gran parte, fue el martirio de los jesuitas que lo hizo posible.
Publicado originalmente en La Prensa Gráfica