21 de julio 2020
Vale aclarar que no espero nada de las comparecencias del presidente Ortega. Definitivamente, las palabras no son lo suyo. Tendrá otras habilidades para estar en el poder por tanto tiempo, pero sin duda, el don de la palabra le fue negado.
Sin embargo, me llamó la atención que todo su discurso de el 19 de julio, fecha en que se celebró el 41 aniversario de la Revolución que sacó a Somoza del poder, estuviese dedicado al tema de la salud. Y aquí valen varias preguntas: ¿será que la pandemia marcó la celebración? y por eso Ortega eligió dedicar su discurso a este tema. O será que la última encuesta del Diálogo Interamericano levantada a inicios de julio en que más del 50% de los encuestados dijo que el COVID 19 era el principal problema, Ortega se incluyó en los que respondieron afirmativo y por eso dedicó su discurso a ese tema. O será que la edad va marcando su preocupación por la salud como tema relevante.
A lo mejor se hizo eco del 60% de los encuestados que califican con uno de diez la labor del gobierno en materia de prevención y manejo del COVID-19. O será que le golpeó que solamente alrededor de un 15% dijo que votaría por el FSLN en unas próximas elecciones, según datos de la misma encuesta. Y por ello, decidió responder al problema más sentido de la ciudadanía, el manejo de la pandemia, destacando las grandes capacidades que según palabras de Ortega cuenta el sistema de salud en Nicaragua.
Todo eso es posible, pero lo más relevante es lo que no dijo y por eso queda más claro que nunca, que ese régimen no tiene futuro. Mencionó la economía, para hablar de su difícil manejo en tiempos de crisis. Y de su permanente situación de víctimas del imperio. No hubo promesas de mega proyectos, ni de mini proyectos. En definitiva, no hay nada que justifique su presencia en el gobierno. Su antigua alianza con el sector empresarial que tan valiosos réditos políticos y financieros dejó a ambas partes ya forma parte del pasado. No puede señalarla como acción de futuro.
Los mega proyectos que nunca se realizaron, pero en los que mucha gente creyó porque ahora sí se cambiaría la matriz productiva del país ya no se mencionan. No hay cooperación internacional y tampoco a quien pedirle prestado. Esa fuente, que siempre fue una alternativa de recursos para el régimen hoy está cerrada. No tienen nada que ofrecer y ese es su verdadero problema.
El manejo de la pandemia que podría haberle dado al régimen la oportunidad de mostrar sus aprendizajes y experiencia en materia de control epidemiológico, ha sido desastroso y eso es lo que muestra la encuesta ya mencionada. En mi criterio, solo muestra las hilachas de un régimen que a pesar de las luces y símbolos extraños que lució en su celebración, está en harapos. Lo que ha primado en el manejo de la pandemia es la mezquindad. No hubo alivio económico por los servicios básicos, la miserable rebaja de 3% de la energía eléctrica solo confirma lo expuesto.
No hubo ajustes en el presupuesto para atender a la población más vulnerable. No se buscó acuerdos con el sistema financiero o el sector empresarial para apoyar iniciativas en beneficio de los más desfavorecidos. No hubo moratoria en las persecuciones a los opositores, ni piedad con los presos políticos, como sí la hubo con violadores y asesinos.
Una vez más Ortega demostró que los equilibrios macroeconómicos, la principal lección que aprendió de los ochenta, es lo que más le importa. Por eso no hay moratoria de impuestos, más bien hubo incrementos para productos e insumos médicos básicos para atender la pandemia. Otra muestra más de mezquindad. Todas sus acciones demuestran que su única preocupación es mantenerse en el poder a cualquier costo y para eso necesita asegurarse que cuenta con los recursos suficientes para continuar pagando los valiosos servicios que le presta su ejército y su policía, los pilares, junto con la injusta justicia, en los que hoy descansa su desgastado régimen. Es increíble que mientras se despiden médicos y personal de salud, no han cesado las convocatorias llamando a los jóvenes a engrosar las filas de los aparatos represivos.
Lo interesante de todo esto es que la ciudadanía está muy clara de esto y por eso no deja de decirlo cuando le preguntan, Ortega no es opción. Porque lo que los nicaragüenses queremos y aspiramos es a tener un país con instituciones democráticas, sujetas a la ley y al escrutinio público. Y lo más interesante es que este noble pueblo sigue creyendo en las elecciones como el principal recurso para salir de la dictadura. Según la misma encuesta, el 70% dice que va a votar si hay elecciones. Pero eso no lo mencionó Ortega en su discurso. Sobre ese tema, fundamental para la ciudadanía, tampoco tiene nada que decir.