11 de julio 2020
Antes que la covid-19 apareciera, la vida de Elmer Cruz ya era difícil. Tenía varios meses viajando unos 230 kilómetros, desde la comarca El Espino, en la ciudad de Madriz, al norte de Nicaragua, hasta Managua, para hacerse una hemodiálisis cada quince días. Hace 19 meses le diagnosticaron insuficiencia renal en etapa terminal. Desde entonces, este joven de 23 años, que también padece lupus, siente que fue sentenciado.
Sin embargo, Elmer pensaba que lo peor que le podía pasar —y que ya le estaba pasando— era verse obligado a viajar hasta la capital para recibir el tratamiento por la negativa de un espacio en el hospital más cercano, el San Juan de Dios, en Estelí. Pero el 18 de marzo, cuando se confirmó al primer paciente con covid-19 en Nicaragua, surgió una amenaza más fuerte contra su vida.
“Todos tenemos muchas ganas de vivir. Algunos más que otros”, reflexiona.
El sistema inmunológico de Elmer está muy deteriorado. El lupus básicamente provoca que su propio sistema inmunitario ataque las células y tejidos sanos, causando daños en su cuerpo. Por eso, es que sus riñones dejaron de funcionar unos meses atrás. Y si en contextos normales, Elmer ya es un paciente vulnerable a desarrollar enfermedades de forma grave, en tiempos de pandemia el riesgo de no resistir, se duplica.
José María Campos y Pamela Saballos están en esa misma situación, ambos son pacientes inmunocomprometidos. José María, al igual que Elmer, padece de Insuficiencia Renal Terminal (IRT) y Pamela, una adolescente de 16 años, se recupera de un extraño cáncer. Si por un pequeño descuido, cualquiera de ellos se enferma de covid-19, es difícil que su sistema inmunológico pueda protegerlos.
En un cuerpo sano, el sistema inmunológico es el que se encarga de “pelear” contra los patógenos o virus. Trata de detenerlos, mientras crea anticuerpos para eliminarlos. Pero si está débil, el cuerpo queda expuesto.
En Nicaragua, la covid-19 está en ascenso. En junio se registraron 1760 casos, de los 2519 que el Gobierno ha admitido desde que confirmó el primer contagio. Muchos de estos, confirma el Ministerio de Salud, padecen de comorbilidades como la diabetes, la insuficiencia renal crónica, el síndrome de inmunodeficiencia y la obesidad, que complican su situación de salud. Las autoridades de Salud también han admitido que muchos de estos pacientes han fallecido, aunque atribuyen sus muertes a los padecimientos previos y no a la pandemia, sin brindar --en cualquier caso-- algún dato sobre casos y muertes.
Elmer: La búsqueda de atención médica
En este momento, Elmer está en riesgo de morir por dos razones. Primero porque desde que el virus llegó al país se le ha complicado viajar a Managua para hacerse sus hemodiálisis, y segundo por la amenaza constante de contagiarse.
“El problema es que a veces no encuentro cómo viajar a Managua para hacerme la hemodiálisis, porque por la pandemia han quitado el transporte, y entonces me toca buscar transporte privado que me lleve y me traiga, y me cobran 120 dólares”, cuenta.
Pagar para que lo lleven a Managua es un gasto que Elmer no puede cubrir. Sobrevive con una pensión mensual de 3000 córdobas, porque cuando su salud se complicó, tuvo que dejar su empleo en una agencia aduanera. Los obstáculos para viajar han provocado que su salud se deteriore con rapidez.
“Ahorita que no he ido a hacerme las hemodiálisis, no puedo moverme porque estoy inflamado. Tengo los pies, las piernas y el estómago inflamados. Peso como 70 kilos y mi peso normal es de 38 y eso es por la retención de líquidos”, explica el joven que hace unos días estuvo internado porque se le fue líquido a sus pulmones.
Por miedo al coronavirus, Elmer está aislado. Pasa sus días encerrado en su cuarto y no recibe visitas de nadie. Solo sale las pocas veces que consigue dinero para viajar a Managua para hacerse el tratamiento y, entonces, lo hace con mucho cuidado. Usa guantes, mascarillas, alcohol gel y caretas. Sabe que cualquier descuido podría sentenciar su vida.
“Es difícil tener esta enfermedad y vivir con miedo de contagiarte, porque sabés que si te contagias te vas a empeorar y te podés morir. En el hospital había muchos compañeros que también se “dializaban”, y que viajaban de partes lejanas como yo, y han muerto por el coronavirus”, relata.
Pamela: “No me quiero morir por el covid”
El cáncer irrumpió la vida de Pamela Saballos, de 16 años, de un momento a otro. Inició como una extraña “masita” que le creció en el labio superior y, en cuestión de semanas, descubrieron que era más serio de lo que pensaban.
Su vida entonces marchaba bien. Era una estudiante ejemplar, con buenas calificaciones y medallas, porque también era atleta y bailarina. Para entonces, Pamela estaba terminando su penúltimo año de la secundaria y ya había decidido que al finalizarla, estudiaría Medicina. Pero el 17 de diciembre del 2019, ella y su familia se enteraron que la “masita”, en realidad se trataba de un rabdomiosarcoma embrionario, un tipo de cáncer extraño en Nicaragua.
Según les explicaron, el cáncer estaba en etapa inicial, se había alojado en un lugar donde no suele aparecer, pero aún no se había expandido a otras partes del cuerpo y por eso debían iniciar el tratamiento lo más pronto posible. Y así lo hicieron. Pero en marzo, el panorama cambió. Otra amenaza en contra de su vida surgió, y esta los hizo cuestionarse si seguir el tratamiento o esperar.
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“Cuando se dan a conocer los primeros casos de covid-19, ella se encontraba en la etapa de recibir quimioterapia. Yo me acuerdo que cuando escuchamos las noticias a nosotros como papás se nos vino el mundo encima. Lo primero que pensamos es ‘no la voy a perder por el cáncer, pero si la voy a perder por el covid”, dice Yure Castro, su mamá.
Fue un momento difícil como familia, pues los pacientes que están recibiendo quimioterapias y radiación son sumamente vulnerables a cualquier enfermedad, porque tienen el sistema inmunológico debilitado. Para esta familia el riesgo era latente y las opciones reducidas.
“Nosotros comenzamos a poner en una balanza en que si valía la pena continuar el tratamiento o no. Los médicos nos decían que había que continuar porque si dejábamos dormir el cáncer, este reaccionaría”, cuenta.
Desde entonces iniciaron un ritual de protección extremo para toda la familia, que incluye equiparse de mascarillas, guantes, alcohol gel y sanitizantes. Todos entraron en un estado casi de paranoia para no darle espacio a que, por un error, el virus entre en su sistema. A veces, el miedo y la desesperación es tanta, que Yure le ha llegado a pedir a su hija que no respire en ciertos espacios.
Uno de los momentos más duros ocurrió hace unos meses, cuando Pamela le dijo: “Mamá, ¿si tengo cédula, yo puedo decidir que ya no quiero seguir? Porque no me quiero morir por el covid’, recuerda. Oír eso fue desgarrador.
A pesar de los miedos que inundan a esta familia, Pamela ha continuado su tratamiento. Esta semana terminó su primer ciclo de quimioterapia y los médicos le informaron que en la tomografía no se le ven masas en su cuerpo. Sin embargo, deberá continuar con el tratamiento para asegurarse de que el cáncer se fue complemente.
“Las quimioterapias son un proceso agotador que deja muchos estragos. Ella ha llegado a tener las plaquetas en cero, las defensas en cero, entonces es necesario reconstruir nuevamente su sistema inmunológico. Y para hacérselas tiene que internarse tres o cuatros días, quincenalmente”, cuenta Yure.
Si todo sale bien, al final de este año Pamela será oficialmente una sobreviviente del cáncer y también recibirá su diploma de bachillerato, pues a pesar de su enfermedad y del contexto, ha seguido estudiando en línea.
Chema: “Yo sé que no aguanto un entubamiento, soy muy frágil”
José María Campos lleva 14 años luchando por vivir. Cada día, cada año, es un logro para él. Y aunque en el pasado ya estuvo cerca de morir (como en diciembre de 2006, cuando le dieron dos horas de vida y su familia prácticamente lo veló durante dos días), ahora es cuando ha pensado en despedirse de los suyos.
“Yo soy una persona muy optimista, pero ante estas cosas (la pandemia), pienso que la gente haría muy bien en despedirse en vida. Imaginate yo, que tengo que ir día de por medio al hospital, ando expuesto a contagiarme o a contagiar a mi familia”, dice.
Chema, como es conocido, tiene que ir al hospital tres veces por semana para hacerse las hemodiálisis, pues sus riñones dejaron de funcionar. Este es un procedimiento agotador porque lo que hacen es conectarlo a una máquina que extrae la sangre de su cuerpo para liberarla de toxinas, reducir el exceso de sal y el líquido.
Desde que fue diagnosticado con esta enfermedad terminal, su vida cambió radicalmente. Su alimentación es otra, pero el principal cambio es que ya no puede tomar líquidos. A veces, cuando tiene sed o deseos de beber sopa, lo hace en tazas de juguete para quitarse el antojo. Tampoco puede trabajar, ahora depende de su pensión por invalidez.
“La pandemia vino a golpearnos más el bolsillo, porque ahora, en las cosas que más gasto, son en las mascarillas, porque no es cualquier mascarilla la que me pongo, pues yo soy un enfermo terminal y no puedo arriesgarme a usar las que son de tela”, describe.
Si bien ha aprendido a sobrevivir gracias a la hemodiálisis, ahora el temor de contagiarse es demasiado fuerte. Cuenta que incluso, ahora se siente más estresado y con más miedo que antes.
“Mi mayor preocupación es infectarme, porque yo sé que no aguanto un entubamiento. Tengo 50 años y soy una persona muy frágil, debido a los 14 años de hemodiálisis y sé que el covid-19 me terminaría de acabar. Y a eso es a lo que yo le ponga más mente. Tengo mucho miedo”, confiesa.
Antes de la llegada de la pandemia, Chema dedicaba su tiempo libre a leer cuentos en su barrio, colegios y a los niños del Hospital La Mascota. Llegaba con su bolso de libros y les leía mientras esperaban ser atendidos. Así se ganaba un poco de vida, detalla. Pero desde el 18 de marzo, suspendió todas sus actividades.
Según recuerda, un día antes de que se anunciara el primer caso, él había organizado una actividad de lectura en su barrio, pero de último momento tuvo que cancelarla. Ahora está pensando en hacerlas a través de Facebook Live o de grabar videos para que los niños lo vean, pero aún no es seguro.
“Yo siempre he sido una persona muy luchadora, y el hecho de que yo ande visitando niños para que sonrían, dándoles un apoyo psicoemocional, te habla de una persona que no está pensando en la muerte, pero sé que mi vida está prestada. Ahorita estamos hablando y eso ya es tiempo ganado --reflexiona Chema-- pero no sé si vamos hablar después de la pandemia”.
*Si desea apoyar a Elmer Cruz con el tratamiento que necesita, puede contactarlo al número: +505 8930 5178. De igual forma, si desea apoyar a José María Campos con mascarillas puede comunicarse al: +505 8393 6570.