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Yo sí creo que hay estatuas buenas y estatuas malas

Tuvo que morir George Floyd para que el mundo vigorizara la vieja lucha contra el racismo que se remonta a la esclavitud

EFE/Samuel Corum

Nadine Lacayo

5 de julio 2020

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No es a Colón, es a los Reyes Católicos que hay que quitar, pero no demoler, por favor. Sé que esto no suena relevante aquí con toda nuestra crisis covid-19, económica y política, y el recién pasado alegrón por la unidad, que por cierto, a mí no me puso eufórica, porque es lo mínimo que debimos esperar, y desde hace rato. Pero hay algo que me está haciendo gozar, en medio de estas vicisitudes, y es el relajo y alboroto que se está armando en el mundo (más en occidente) con las estatuas derribadas que, al parecer, unos pagan justo por pecadores, aunque al final eso es lo de menos y no importa quién decida a quien bajar del pedestal y a quién no. La memoria social que se hereda, tarde o temprano se encarga de decidirlo, por mucho que lo oculten o disimulen las páginas de la historia oficial.

Yo sí creo que hay estatuas buenas y estatuas malas a propósito del artículo de El País, lo que no significa que esté de acuerdo en derribarlas y menos en demolerlas, y a ninguna. Pero de plano me alegro que estas agitadas acciones estén removiendo las aguas estancadas y pétreas de la historia y, poniendo en evidencia algo más importante y cajonero, y es que, como ya se ha dicho, la historia la escriben los vencedores, además, se está confirmando que las “verdades” en plural, (las oficiales), son largas mentiras eficientes y que nada tienen que ver con la memoria colectiva (testigo social de primera mano) que ahí está, y siempre sale a destapar o señalar otras versiones, así pasen decenas de años o algunos siglos.

Me gusta que caigan ídolos de carne, de mármol, de roca, de barro o de lo que sea, aunque no lo digo en el sentido literal, sino en que sean derribados de la vetusta “historia” sacudiendo a sus sacrosantas versiones oficiales y, de paso, cuestionando su manía absolutista de erigirlos sin examinar la letra pequeña de sus currículum vitae.

Esto pasará seguramente con otras disciplinas y sus “sacras” verdades escritas en piedra: a los sistemas económicos, a la ciencia misma que se está poniendo a prueba (expertos en hacer robot y mandarlos a Marte, pero menos para hacer una vacuna), al lenguaje no inclusivo (en que la RAE no encuentran más formula que una decisión salomónica al debate), y a tantos otras cosas que hoy parecen “políticamente correctas” pero en cosa de segundos no lo son, y pasan a los museos porque tienen que cambiar a punto de presión social, y al fin reconocer que son paradigmas o soluciones arcaicas.


Con el asunto sobre las estatuas, me llamo como me llamo que, de ahora en adelante, los “grandes hombres” que en el presente creen estar realizando “grandes hazañas”, se cuidarán de poner en sus testamentos o en sus últimas voluntades que no les hagan estatuas o cosas parecidas. Entre paréntesis, casi no hay muchas estatuas de mujeres, e imagínense una de Simone de Beauvoir en los Champs Élysées. Sigo: tuvo que morir George Floyd para que el mundo vigorizara la vieja lucha contra el racismo que se remonta a la esclavitud, por cierto, más allá de la colonización provocada por Europa. Teniendo en cuenta esto, espero que el debate que se ha abierto siga por un camino sensato, de lo contrario se corre el riesgo de provocar entre los más radicales, el deseo hasta de demoler las pirámides de Egipto construidas por cientos de miles de esclavos blancos hace más de 47 siglos (según Wikipedia fueron construidas en el año 2700 a.C.) Espero que eso no ocurra, puesto que, además de la belleza o rareza colosal de estos y otros monumentos (lástima que un terremoto destruyó al Coloso de Rodas), son testigos monumentales de aquellas “civilizaciones con esclavitudes”.

De ahí que pienso que es una lástima que sigan derribando las estatuas de estos hombres, y no porque se pierda su valor escultural, puesto que, ningún fin, ni siquiera el arte, “justifica los medios” y en ese caso nada justifica estar por encima de la libertad humana, sea en la antigüedad, en la edad media o ahora mismo. La humanidad ha sido la misma desde entonces, con la misma fisiología, capacidad de razonar y entender lo bueno y lo malo. No obstante, espero que el debate sea amplio y en todos los aspectos, y que estas estatuas que reflejan o simbolizan la crueldad humana, sean preservadas en museos o ahí mismo donde ahora se encuentran, y de esta manera mostrar eso mismo: a hombres famosos que recibieron honores por sus “gestas heroicas”, pero a los que se les obviaron sus crímenes directos o indirectos que, el poder o los poderes políticos fomentaron en unos casos, y en otros, no me cabe duda, se derivaron de su mismísima voluntad.

Dejo claro que no me refiero a otras esculturas de dioses buenos o malos, o a estatuas de ambos sexos que representan de forma general - como las que abundan en Europa desde la cultura griega- a la gente. Me refiero a la de algunos hombres específicos que simbolizan referencias “ejemplares” para el “género humano” y por eso sirven de recuerdo y se les levantaron estatua en su homenaje. Insisto que no hay que demolerlas ni siquiera quitarlas, porque deben servir de testigos de lo que ha sido la historia dominante y deben ser preservadas colocándoles en una nueva placa su renovada hoja de vida, completita, en que se advierta al público quienes fueron, con sus luces, sus sombras y, en muchos casos, con sus profundas oscuridades. En el caso de Colón, me parece (creo, no soy historiadora) que el desgraciado almirante como le dice Rubén, ni idea tenia hacia donde iba y qué sucedería. En este caso, a quienes hay que renovarles en contrato en la historia son a los Reyes Católicos, y por supuesto a sus atroces testaferros.

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Nadine Lacayo

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