Logo de Confidencial Digital

PUBLICIDAD 1M

PUBLICIDAD 4D

PUBLICIDAD 5D

Otro verano largo y caliente en Estados Unidos

Los problemas en el año 1968, al igual que las protestas de hoy, se iniciaron por de la ira contra la opresión de los negros en Estados Unidos

Ian Buruma

8 de junio 2020

AA
Share

¿Está Estados Unidos enfrentándose a una repetición de los actos ocurridos durante el verano del año 1968? En aquel entonces, el mundo también vio imágenes que mostraban la efervescencia de la furia popular en Estados Unidos, ya que la mayoría de los barrios céntricos y pobres con poblaciones afroamericanas ardían en llamas, y los jóvenes eran gasificados con agentes lacrimógenos, así como violentamente confrontados, y a menudo brutalmente golpeados, por la policía antidisturbios y la Guardia Nacional.

El resultado de los desórdenes civiles fue el que algunos liberales en Estados Unidos temen que ocurra nuevamente a finales de este año. En aquella época, el candidato presidencial republicano Richard Nixon prometió a la “mayoría silenciosa”, a los “no gritones” y a los “no manifestantes” que él restauraría la ley y el orden por la fuerza. Las áreas urbanas devastadas y pobladas en su mayoría por afroamericanos, se vieron privadas de fondos federales y, consecuentemente, aún más aisladas, los habitantes blancos de los suburbios compraron más armas, y las fuerzas policiales fueron armadas como si fueran una rama del ejército.

Los problemas en el año 1968, al igual que las protestas de hoy, se iniciaron por de la ira contra la opresión de los negros en Estados Unidos. Un día después de que Martin Luther King, Jr. declarara que “la nación está enferma”, fue asesinado a tiros por un criminal racista blanco. Las protestas posteriores no fueron solamente una expresión de ira por el asesinato de King, sino también por la falta de oportunidades económicas y educativas que sobrevinieron como resultado de una larga, y a menudo violenta, historia racista.

A pesar de los dos mandatos de un presidente afroamericano en la Casa Blanca, las condiciones hoy en día son apenas algo mejores – y en algunos aspectos son peores. Este año la muerte violenta de King se vio reflejada en la muerte de George Floyd, el indefenso hombre negro de 46 años de edad quien fue asesinado en Minneapolis por un policía que se arrodilló sobre su cuello durante casi nueve minutos.


Además, la pandemia covid-19 ha golpeado a los afroamericanos con especial furia, debido a que muchos carecen de ahorros financieros y se ven obligados a trabajar en sectores que revisten riesgo, por ejemplo, como personal de enfermería y en otros puestos destinados para “trabajadores esenciales”, que a menudo no ofrecen atención sanitaria adecuada. Una vez que la depresión mundial se asiente y se haga sentir, muchos afroamericanos no gozarán de ningún tipo de protección, en absoluto.

Y, sin embargo, hay diferencias importantes entre la actualidad y el verano del 1968, aparte del hecho de que en aquel momento la música era más atractiva, y había más oportunidades en el ámbito sexual. El último punto no es del todo frívolo. Estar, en los hechos, encerrado en relativo aislamiento durante varios meses sólo puede haber incrementado las frustraciones de muchos jóvenes, quienes hoy están muy contentos de poder desahogarlas en las calles.

Las protestas en el 1968 no fueron incitadas solamente por la desigualdad racial, sino también por la Guerra de Vietnam. Los dos problemas estaban relacionados. El presidente Lyndon B. Johnson, quien pertenecía al Partido Demócrata fue responsable de intensificar esa guerra temeraria y salvaje, y a su vez fue quien promulgó la ley de los derechos civiles, misma que realmente mejoró la vida de los afroamericanos; sin embargo, al hacerlo, provocó el odio de muchos votantes del sur, quienes cambiaron su lealtad política migrando hacia al Partido Republicano, lo que a su vez ayudó a empujar a dicho Partido más hacia la derecha.

Los “gritones” y los “manifestantes” contra los que Nixon luchaba no sólo eran negros, sino también jóvenes blancos que se resistían a ser obligados a luchar en una guerra que consideraban inmoral. Robert F. Kennedy, el candidato que prometió poner fin a la guerra y que visitó los guetos en llamas para calmar los temores de los afroamericanos, fue asesinado dos meses después de King.

Nixon ganó las elecciones de noviembre no sólo porque calmó con promesas de ley y orden a la “mayoría silenciosa” que estaba presa del pánico, sino también porque Hubert Humphrey, un demócrata decente de la corriente principal dentro de dicho Partido, se negó a condenar la Guerra de Vietnam. Joe Biden, el presunto candidato demócrata de este año, ha demostrado aparentemente que, a pesar de todos sus defectos, no es otro Hubert Humphrey. Él simpatiza claramente con los manifestantes. Biden rememoró públicamente muchos casos de violencia policial contra personas negras desarmadas y prometió reformar la aplicación de la ley.

Durante tiempos malos, el retador tiene cierta ventaja. Del mismo modo que Johnson fue considerado responsable de la escalada de una guerra cada vez más impopular, el actual ocupante de la Casa Blanca tendrá que llevar en sus hombros la responsabilidad de la enfermedad por la que atraviesa Estados Unidos hoy. No se puede culpar a Donald Trump de la pandemia de covid-19, pero sí se le puede responsabilizar por fallar en la respuesta.

Del mismo modo, el racismo institucional que una vez más está incendiando las calles de Estados Unidos no comenzó con Trump. Pero, Trump deliberadamente ha avivado sus llamas al insultar a los inmigrantes de piel oscura, llamándolos criminales y al denominar como personas decentes a los supremacistas blancos armados, él calificó a los manifestantes negros enojados como “matones”, y alentó a los miembros de las fuerzas armadas, guardia nacional y policías para que actuaran de la peor manera, o como el propio Trump lo expresó, junto con un gruñido: “Por favor, no sean demasiado amables”.

Mientras algunos grupos de la extrema derecha en Estados Unidos hablan, de manera esperanzadora, sobre una muy próxima “guerra racial”, Trump no hace nada por aminorar su entusiasmo violento. Por el contrario, parece deleitarse con eso. El reciente tuit de Trump sobre que “cuando empiece el saqueo, comienza el tiroteo” es una cita directa de lo expresado por el jefe de policía de Miami, Florida, quien, en el año 1967, ordenó a sus tropas apuntar sus escopetas a los manifestantes de las “zonas negras” de su ciudad.

Esto se llama “agitar a las bases”. Y, con seguridad, gran parte de las bases de Trump se agitará. La gran pregunta en noviembre será: ¿Qué harán las personas que votaron por Trump en el año 2016, pero que no son tan fanáticos en cuanto a brindarle su apoyo; qué piensan ahora las mujeres blancas de los suburbios, los trabajadores de cuello azul del medio oeste y los sureños de la tercera edad (que se encuentran entre los más vulnerables a la infección por covid-19)?

Muchos estadounidenses están claramente horrorizados por las palabras groseras e incendiarias de su presidente. Pero, ¿se verá contrarrestada su desaprobación por la ansiedad que causa los violentos disturbios sociales? ¿Harán los prejuicios raciales de antaño, a menudo no expresados, o incluso reconocidos, que ellos voten por la falsa seguridad ofrecida por un grosero matón blanco?

Mucho dependerá de lo caliente que se ponga este verano. Si en noviembre las personas piensan racionalmente, es difícil imaginar que una cantidad suficiente de ellas vaya a votar a favor de mantener en el poder a esta espantosa administración por otros cuatro años más. Sin embargo, se debe tomar en cuenta que el miedo es el peor enemigo de la razón.


Archivado como:

PUBLICIDAD 3M


Tu aporte es anónimo y seguro.

Apóyanos para que podamos seguir haciendo periodismo independiente en el exilio. Tu contribución económica garantiza que todas las personas tengan acceso gratuito a nuestras publicaciones.



Ian Buruma

Ian Buruma

Escritor y editor holandés. Vive y trabaja en los Estados Unidos. Gran parte de su escritura se ha centrado en la cultura de Asia, en particular la de China y el Japón del siglo XX.

PUBLICIDAD 3D