28 de mayo 2020
El doctor Luis Ocampo Donair identificó en él los síntomas de covid-19 y pidió a sus familiares que “por ningún motivo lo llevaran a un hospital”. Padecía de asma, alergia y síndrome del colon irritable y sabía que esta nueva enfermedad quebrantaría aún más su estado de salud. El médico decidió ser atendido en la clínica de su padre, el doctor Luis Ocampo Jara, reconocido forense del departamento de Rivas.
Ocampo Donair tenía 32 años de edad y era especialista en toxicología, graduado por la Escuela de Medicina de la Universidad Católica de Nicaragua (UNICA), había hecho voluntariado en Haití y trabajó en jornadas médicas en Italia, Guatemala y El Salvador. Hasta su fallecimiento, el pasado 21 de mayo, trabajaba para un organismo no gubernamental en el municipio de El Crucero, del departamento de Managua, donde brindaba atención médica a personas de escasos recursos económicos.
El padre del doctor Luis Ocampo Donair desconoce las razones por las que su hijo no quiso que lo trasladaran al Hospital Gaspar García Laviana, de la ciudad de Rivas, donde habría sido conectado a un respirador artificial. Pero está convencido de que el joven médico “sintió la gravedad de su enfermedad” y decidió estar sus últimos días “con las personas que lo aman y no solito” en una Unidad de Cuidados Intensivos.
Desde que el doctor fue internado en la clínica de su padre, fue atendido según el protocolo para covid-19 del Ministerio de Salud (Minsa), debido a que presentaba todos los síntomas de la enfermedad aunque no se le practicó una prueba de laboratorio. En su agonía escuchaba coros evangélicos, dictó su testamento y se despidió de sus amigos y familiares a través de videollamadas. Fue hasta el último instante que sus hermanos lograron persuadirlo para llevarlo al hospital.
Eran las 6:15 de la tarde, cuando el vehículo de la familia llegaba al hospital de Rivas, pero el médico expiró a pocos metros de la sala de Emergencia, y dispusieron el funeral inmediatamente.
Luis Ocampo Donair sensibilizó sobre la pandemia
Dos semanas antes de presentar síntomas de covid-19, el doctor estuvo en varias comunidades de El Crucero, en Managua, donde dictó algunas charlas sobre prevención de la enfermedad y distribuyó mascarillas y alcohol en gel a un grupo de personas beneficiarias de la oenegé con la cual trabajaba. También atendió a algunos pacientes en ese municipio.
Días después de la gira de trabajo en El Crucero, el médico comenzó a sentirse mal y regresó a la casa de sus padres. Su salud se complicó, y una semana después falleció. “Todo fue muy rápido”, lamentó su madre Aura Estela Donair.
Tras el fallecimiento del doctor Luis Ocampo Donair, la casa y clínica de sus padres ha sido desinfectada en múltiples ocasiones. Hasta el momento de esta publicación ninguno de sus parientes ha presentado síntomas de covid-19, algo que la madre del médico asocia a que durante el tiempo que su hijo estuvo en agonía ellos incrementaron sus medidas de prevención y seguridad.
“Nosotros usamos todas las medidas de seguridad, gorros, bata, máscara de plástico, lavado de manos, guantes, alcohol gel y usamos amonio cuaternario para esterilizar todo”, explica la madre del médico fallecido.
“Tenía un enorme don de gente”
Los padres del doctor Ocampo Donaier no han dejado de recibir mensajes de condolencias y escuchar anécdotas de sus amigos. Su fotografía ha aparecido en diarios nacionales y al escribir su nombre en las redes sociales automáticamente aparecen mensajes de despedida de personas que lo conocían en diferentes países.
La directora de la oenegé Bridge of Life, Katie Chandler, escribió desde Estados Unidos: “Luis me escribió después de que visitamos Haití juntos (donde se desempeñó como médico voluntario) y dijo que estaba "empoderado con amor y una pasión que tiene la fuerza de un huracán". Así es exactamente como describiría a mi amigo, lleno de "amor y una pasión que tiene la fuerza de un huracán".
La doctora María Luisa Paiz también escribió en su página de Facebook: “Hace dos semanas me llamaste para decirme que me cuidara, hoy recuerdo tu voz y me duele en el alma tu partida. Te quiero mi amigo, sos nuestro orgullo, generación de médicos 2012, cuídanos desde el cielo”.
La madre del médico cuenta que era una persona de conversación fácil, le gustaba sonreír y era muy servicial debido a su vocación. “Era un excelente hijo, un excelente hermano, un gran amigo, tenía un enorme don de gente”, recuerda Aura Estela.
El padre del médico reflexiona que la huella que su hijo dejó en las personas que lo conocían es “muy grande” a pesar de que era relativamente joven. “Es increíble que él --comenta--, sin tener grandes cantidades de dinero, pudo hacer tantas cosas y tener tantos amigos”.