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Las lecciones que sí aprendió Ortega en los ochenta

Controlar el gasto público, aumentar sus riquezas familiares, controlar los aparatos represivos y la justicia

En el búnker de El Carmen

Melba Castillo A

25 de mayo 2020

AA
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Existen todo tipo de hipótesis al analizar la posición del Gobierno Ortega Murillo frente a la pandemia que está acabando con la vida de miles de nicaragüenses y sumiendo al país en una crisis de enormes proporciones.

La Fundación Arias señaló que “la dictadura está aprovechando la pandemia de Covid-19 para provocar un genocidio impulsado por una negligencia criminal”. Eso, a mi juicio, es un resultado. Terrible, aterrador, pero un resultado, una consecuencia.

Una consecuencia de las acciones y omisiones del Gobierno frente a la pandemia. Y la pregunta es porqué están actuando así. Mis reflexiones van encaminadas a anotar las causas de esa negligencia, la que frente a la magnitud de la pandemia se transforma en un genocidio por la enorme cantidad de vidas afectadas.

La crisis económica que vivimos los nicaragüenses en la década de los ochenta provocada por el mal manejo de la economía y sobre todo por los enormes recursos destinados a la guerra, dejaron en la mente de Ortega algunas lecciones que vale la pena destacar.


La necesidad de controlar el gasto público. En estos largos 13 años (2007 -2020) de los tres períodos del gobierno Ortega Murillo, el control del gasto público ha sido uno de los principios fundamentales en el manejo de las finanzas públicas. Después de abril de 2018, el que el PIB cayó alrededor de un 5 % y con ello, las recaudaciones fiscales, la opción gubernamental fue aumentar los impuestos, a sabiendas que esa medida deterioraba más la frágil economía y también su ya endeble relación con el mundo empresarial. La otra opción, la venta de bonos, no le ha dado muchos resultados. Sin embargo, no han dejado de ensayarla, según consta en los reportes del Ministerio de Hacienda y Crédito Público.

El presupuesto público de 2020 es en términos generales un presupuesto equilibrado, y por ello, no han querido destinar recursos a prevenir, mitigar y/o prepararse para la pandemia, que obviamente no estaba incluida en los planes, pero cuyas consecuencias conocen perfectamente. Los recursos destinados a salud provienen de recursos externos comprometidos previamente.

En la profusión de información que el mundo ha producido en ocasión de la pandemia del coronavirus, se puede analizar, mediante datos, mapas o un índice lo que están haciendo los gobiernos del mundo para enfrentar la pandemia.

https://ourworldindata.org/coronavirus

En la tabla se observan los datos correspondientes a los países de Centroamérica, más Belice y Panamá. Este índice muestra los países que han implementado mayor número de medidas y los que han aplicado menos, como es el caso de Nicaragua. Aquí no se cerraron las escuelas, cuando una gran mayoría de países en el mundo lo hicieron, y pese a que la mayoría de estudiantes no está asistiendo a clases. No ha habido moratoria impositiva ni para el pago de los servicios públicos, al contrario, las facturas se han visto incrementadas. No ha habido arreglos con la banca para propiciar moratorias a las deudas hipotecarias. No hay cierre de actividades laborales, comerciales o industriales. Tampoco movilización de recursos extraordinarios para atender las necesidades de la pandemia o aliviar a los trabajadores afectados, conociendo que la informalidad de la economía de nuestro país supera el 80 por ciento y que la pobreza afecta a más del 50 por ciento de la población.

Ortega sabe que los recursos externos son una excelente fuente de recursos para no comprometer los equilibrios fiscales. Pero también para obtener ganancias, porque esa es la segunda gran lección que Ortega aprendió: la importancia de aumentar sus riquezas. Su numerosa prole y los infaltables presta nombres le han facilitado la tarea de organizar muchas empresas para participar en las licitaciones exigidas para la ejecución de los préstamos externos y gracias a ello, desviar recursos para aumentar sus ingresos personales.

Hay una frase muy conocida en México: “Un político pobre es un pobre político”, atribuida a Carlos Hank González, ex jefe del Departamento del Distrito Federal (1976-1982) y ex gobernador del Estado de México (1969-1975). Ortega tuvo buenos asesores que habían vivido y trabajado en ese país, así ha tenido cuidado de adoptarlo como propio y ser fiel a ese aprendizaje. No es casualidad que la cooperación venezolana calculada en más de 500 millones de dólares al año desde el 2007 hasta el 2015 que se dispuso de datos, haya ido, como por arte de magia, a los bolsillos de Ortega. Se dice que esa suma asciende a 4 mil millones de dólares. Y digo por arte de magia, porque aún no he encontrado una explicación razonable, entre otros casos, de cómo Petronic que era una empresa pública, de pronto apareció como una empresa privada de la familia Ortega Murillo.

Esa es otra razón por la cual no ha tomado ninguna iniciativa que ponga en riesgo la actividad económica, porque ahí está otra de sus fuentes de poder. Ya no es un político pobre. Con un paro en la actividad económica no solamente vería menguados los impuestos que le permiten mantener el aparato represivo, sino también sus ingresos como empresario de la energía y los combustibles.

Por eso no se han tomado medidas de prevención que puedan alterar el rumbo de la economía. Ortega sabe que las remesas, la principal fuente de contención de la pobreza en nuestro país, van a menguar como resultado de la pandemia, con las consecuencias que eso tiene en la actividad económica. También se sabe y Ortega lo sabe que el comercio mundial puede caer alrededor de un 27 por ciento este año, según la UNCTAD, lo que afectará a nuestro país. Esa es la razón por la cual se promovieron toda suerte de ferias, paseos, eventos deportivos y actividades de todo tipo con el propósito de incrementar el consumo y con ello, mover la economía, mientras fuera posible. A sabiendas de que esto aumentaría el contagio y con ello, la cantidad de víctimas mortales, así fueran sus seguidores, pero esto nunca ha sido preocupación de Ortega, sino, recordemos los años ochenta y los cincuenta mil muertos, propios y ajenos, todos y todas nicaragüenses, que dejó una guerra civil que se pudo evitar.

La otra opción: solicitar recursos externos a los organismos internacionales para enfrentar la pandemia va a encontrarse con la dura oposición del gobierno de los Estados Unidos y su peso en dichos organismos, tendría además como contrapropuesta hacer ajustes al presupuesto para destinar recursos a salud, hoy destinados a la represión y eso no lo puede aceptar, porque fue su otra gran lección aprendida: el control de los aparatos represivos y la justicia que legitima y le valida esa acción represiva Con esos elementos de su lado, cree estar seguro de que se mantendrá en el poder. Esa es su apuesta y su tercia con una ciudadanía, hoy confinada, pero siempre sedienta de libertad y esperanza, plenamente confiada que más temprano que tarde, podremos tener un país con instituciones democráticas, sujetas a la ley y al escrutinio público.

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