23 de mayo 2020
Lo que aquí está ocurriendo, es un problema de dignidad. En el prefacio del cardenal Michael Czerny, al muy reciente libro del Papa Francisco, La vida después de la pandemia, leemos: “Hoy para el Papa Francisco ha llegado el momento de mirar a un mundo post-Covid y de prepararse para el cambio. Los textos recogidos ponen de relieve el pensamiento de Francisco en relación con los temas a los que todos nosotros, a la luz de la pandemia, nos enfrentamos diariamente: contaminación global, economía, trabajo, valorización de la atención sanitaria. El Papa Francisco nos insta a dejar de lado nuestros intereses individuales, corporativos y nacionales para crear una nueva era en la que todos los seres humanos tengamos la misma dignidad.”
Como todos sabemos, existe este país, ahogándose en sus patadas, y tosiendo a lo descosido, pero que por precaución existencial y por dignidad es conocido como Ninguna Parte. Aquí ni la bandera patria puede tener color. Están proscritos los colores azules y blancos, y como estamos en plena época de la peste, es decir, del Coronavirus o del covid-19, se prohíbe enfermarse de eso que no existe en los catecismos del Minsa y cuando es imposible ocultarlo, se le califica de “neumonía atípica”. Eso es típico pues esa neumonía, junto con la fuga de los muertos, son dos de las mejores formas que tiene el gobierno de combatir la pandemia. “Neumonía atípica” y entierros nocturnos. Pero como la “neumonía atípica” se ha vuelto un típico dolor de cabeza para los dirigentes, cuya calidad humana se consagró con asesinatos desde abril de 2018, pasando por los sacrílegos asaltos a iglesias y sacerdotes, profanación del funeral del poeta Ernesto Cardenal, hasta llegar a la persecución de los muertos que pretendieron escaparse huyendo por las puertas traseras de hospitales, este gobierno, al que no le falta la indignidad para rezar a diablos y acusar a inocentes, ha inventado, por todo lo dicho, la nueva situación del país. La nueva normalidad: Delicado, pero estable.
Estamos por lo tanto, en un país con coronavirus, delicado, pero estable al igual que los infectados de un catarro, pero que por morirse obedientemente llegan a ser premiados por su paciencia con un ataúd, que los resguarda por las noches hasta ser conducidos, casi siempre sin el conocimiento de sus parientes estrictamente vigilados, a su última morada. Ahí sí, el paciente queda estable, y preguntados los enterradores por sus jefes cómo están sus enterrados de las tinieblas de la noche, obedientes responden: “Los muertos que vos quereis que mueran, muertos están.” Es decir, “los muertos que vos matais, gozan de buena salud, y algún día os visitarán”. Y claro, ni las estadísticas del Minsa, ni los informes colaterales del gobierno, los sacan de ese estado cataléctico. Digo, ni a muertos ni a astronautas enterradores. Y queda así Ninguna Parte, como debe de ser: Delicado, pero estable.
Mike Pompeo, Secretario de Estado de los Estados Unidos, hace pocos días denunció, en medio de un sepulcral silencio como respuesta, que la pandemia en Nicaragua es más grave de lo que el régimen reporta. Ni tan cierta y prestigiosa denuncia logra sacar a sordos y mudos de su habitual hermetismo. Los tiranos tienen un idioma cifrado, que sólo ellos comprenden. No se enteran que el mundo ya tiene 328 000 muertos de coronavirus; que sacando porcentajes de contagiados por cada millón de personas, los tres primeros lugares los ocupan Estados Unidos con 1 581 903 contagios y 94 000 muertos. ¿Será que a Trump no le hicieron caso de consumir diariamente Hidroxicloraquina? ¿Ya no podrá organizar su ejército de muertos vivientes para que voten en sus elecciones de noviembre?; ni se enteran que en segundo lugar está Rusia con 310 000 contagiados y 3000 muertos, y de seguir así la cosa, ya los putines no podrán ayudarle ni a Maduro; y que en tercer lugar está nuestro ejemplo del sur, Brasil, con 294 000 contagiados y desde hace muy poco, con 19,950 muertos gracias a las gracias de Bolsonaro, quien no creyendo en mascarillas cree en las mascaradas multitudinarias y mortales que contra sus pueblos montan tiranos y dementes. “Por los caminos van los campesinos”. Pueblos camino de cementerios, pueblos enteros delicados pero estables, y sus gobiernos impertérritos, inconmovibles e insensibles ante la OMS anunciando que se avecina el mayor número de casos de coronavirus desde que comenzó la pandemia; el Banco Mundial insistiendo en que la pandemia puede llevar a 60 millones a pobreza extrema; y para no ser exhaustivos, el Fondo Monetario Internacional cree que en este 2020 viviremos la peor recesión económica en 90 años.
Vicente (Vicenc) Navarro, Catedrático Emérito de Ciencias Políticas y Políticas Públicas, de la Universidad Pompeu Fabra, y entre otros títulos y méritos, profesor de la Johns Hopkins University, en su texto “Cómo y cuándo salir de la enorme crisis económica creada por la pandemia”, dice: “El hecho de que muchos países hayan conseguido reducir el crecimiento de la tasa de la mortalidad causada por el coronavirus, mitigando así el límite de la COVID-19, explica que muchos de ellos estén ya iniciando un proceso para intentar recuperar la normalidad y reactivar la actividad económica, para salir de la mayor crisis que hayan sufrido en los últimos cien años …Para evaluar las alternativas hay que ser conscientes de que, en general, y desde el punto de vista científico, hay bastante consenso entre los expertos en salud pública sobre las condiciones básicas que deberían regir esta recuperación.”
“Unos de los más conocidos criterios de prevención a nivel internacional son los de la Jonhs Hopkins”. Para nuestros lectores resumiremos cuatro de estos criterios que brillan por su ausencia en Ninguna Parte: 1) Descenso de la mortalidad; 2) que el país tenga suficiente capacidad para realizar pruebas de diagnóstico;3) que el país tenga un sistema sanitario con capacidad suficiente para poder atender a todos los pacientes, y cuyo personal sanitario tenga todo el equipo de protección necesario; y 4) que los servicios de salud pública tengan capacidad suficiente para llevar a cabo campañas de detección de nuevos casos de infección, así como de controlar a sus contactos. Una condensación de puntos de vista de este artículo, sería la siguiente: -Casos como el de Corea del Sur muestran que la pandemia puede abordarse con éxito.-Un desconfinamiento rápido puede conducir a una mayor parálisis como consecuencia de enfermedad de los trabajadores. –Una estrategia de recuperación económica es la promovida por el gobierno de Donald Trump: “Hay que salvar la patria en una guerra en la que los muertos son el precio para ganar y conseguir la victoria.”
Salvar la patria equivale a volver a la normalidad del período pre pandemia…Esta visión trumpiana –dice Navarro-,recuperación de la normalidad, significa dar prioridad a las grandes inversiones de dinero público, para favorecer la recuperación de los elevados niveles de beneficios de las grandes empresas y grupos económicos próximos a la administración Trump. Esto tendría que ser posible antes de las elecciones presidenciales del próximo mes de noviembre, en las que el presidente Trump se presentaría para conseguir la reelección. En lo demás, todo es igual a nuestra situación. Los gobernantes de los Estados Unidos y Ninguna Parte son mellizos. Ambos toman Hidroxicloraquina. Ambos codician una próxima reelección. Ambos se creen inmunes al coronavirus. El código cifrado de ambos es COVID-19. Ambos coinciden en tener una guerra contra los muertos. Y para que los muertos estén muertos, hay que matarlos Las prisiones del de aquí, son campos provisionales de concentración, mientras hasta la muerte languidecen los presos políticos. Los enfermos, mueren y se escapan en Nicaragua. La policía represora los vigila y fotografía, pero se fugan. Trump gana sus guerras, las mismas guerras que el de aquí. Ambos cantan en coro mientras sus mujeres entonan blasfemias y oraciones a la virgen: Las canciones se repiten y repiten, hasta cuando Bolsonaro se les une, y hacen trío: “Hay que salvar la patria en una guerra en la que los muertos son el precio para ganar y conseguir la victoria.”