30 de abril 2020
La mente literaria más erudita y brillante del siglo XX, quiso ser humillada por el régimen populista del general Juan Domingo Perón al asumir la presidencia de la república. Perón lo destituyó de su cargo de director de la Biblioteca Nacional de Argentina, asignándole el puesto --con el mismo salario-- de inspector de gallinas.
Por la magnificencia de su dignidad y su ética laboral decorosa como escritor, renunció el mismo día --a pesar de no poseer ningún otro trabajo-- no permitiendo la humillación que pretendía realizarle el nuevo régimen argentino.
Su ética insobornable y su mente de genio son hoy un haz de luz en toda la literatura mundial a la par de Rubén Darío y otra figura descollante como Octavio Paz.
Rememoro este hecho intentando comprender, qué pasa por la mente de un hombre con capacidad técnica, pero sin la ética laboral mínima, cuando fuerzas circunstanciales --sociales o políticas-- lo obligan o pretenden obligarlo a decir y hacer cosas técnicamente alejadas de la verdad y de la ciencia, cuyas repercusiones onerosas para la sociedad, tendrán un efecto profundamente negativo en la salud de la población.
Actuarán o actúan ya como hombres mediocres cuyo único fin será preservar el trabajo que poseen, sin importar lo negativo y nefasto de su actitud y lenguaje rimbombante y arlequín.
Informar con la verdad el problema de la crisis viral en Nicaragua, independientemente de lo doloroso que sea, es una responsabilidad ética, moral y legal de los colegas que a diario leen comunicados kafkianos, que son ya, el hazmerreír de la comunidad científica.
¿Por qué esconder en el segundo país más pobre de América, la transmisión comunitaria de la peste, si esta ha ocurrido ya en casi 200 países del mundo?
¿Cuál es la lógica perversa de esta mentira?
Creo que, la “vanidad” gubernamental, insuflada a una expresión paroxística infinitesimal.
Si todos los países del mundo tienen la transmisión en ese grado de contaminación y nosotros no, entonces nuestro Gobierno sería el más capaz, laborioso y tecnificado del mundo para enfrentar este problema, como dijo un mentecato y oscuro personaje de circo de este régimen.
La filosofía del Gobierno compatibiliza con la frase de Rochefoucauld: "Todos tenemos bastante fuerza para soportar los males ajenos".
Protección para ellos y, del otro lado, muchedumbre revoltosa para el pueblo, incluso para policías y militares que no gozan de las alturas del poder y que multiplican su riesgo día a día sin comprender la razón de esta insania.
Jorge Luis Borges, se llamaba el hombre que renunció a la inspectoría de gallinas y, por dignidad y decoro básico, eso mismo deberían de emular algunos colegas que de una u otra forma, son mancillados y obligados a mentir deliberadamente en su función profesional, en momentos de la crisis sanitaria, social y económica más grave para la humanidad desde hace más de un siglo.