30 de abril 2020
No se sabe exactamente cómo comenzó la pandemia, si habrá una segunda ola de contagio y que tan grave será ahora que está llegando al sur del planeta. Pero no cabe duda que ya está teniendo profundas e inciertas consecuencias en las dimensiones económica, geopolítica e institucional global, tanto en el corto como para el mediano y largo plazo.
En Nicaragua, los patrones, las tendencias y las variables de la vida psico-socio-económica y política han venido cambiando desde abril 2018. Estos cambios se están acelerando y complejizando, a consecuencia del crecimiento del contagio.
En este sentido cabe preguntarse: ¿Está el Estado tratando de pensar globalmente y actuar localmente, manejando de manera correcta (ética y moralmente) los dilemas que se presentan con el covid-19 en términos de salud y economía?
Desde este punto de vista, tanto énfasis en el concepto de caída de la tasa de crecimiento del PIB a preocupantes cifras negativas por segundo y posible tercer año consecutivo, es en realidad algo equívoco, conduciéndonos a pensar lo nuevo y lo incierto, con viejos moldes y paradigmas, y dentro de una misma y única disciplina, la económica.
En el ámbito de lo “económico”, si revisamos los principales pilares del modelo económico del país, desde el punto de vista de la generación de divisas, se observa que han sido resquebrajados.
El pilar de las exportaciones está quebrado y seriamente amenazado. El comercio mundial caerá entre 13 y 32% en el corto plazo y es muy probable que se profundizará la tendencia prepandemia hacia la desglobalización del intercambio de mercancía, esta vez ya no solo por razones de proteccionismo (liderado por Trump) sino por la necesidad de seguridad en el suministro de insumos de las cadenas productivas ante futuras catástrofes mundiales. Las cadenas de suministro tenderán a acortarse, a cambiar en sus destinos y proveedores de insumos, cayendo además la producción “justo-a-tiempo”. Se espera que caerá el comercio con EE. UU. y el comercio en Centro América (incluyendo Panamá) decrecerá entre en 5 y 30% en 2020, y las perspectivas son negativas para los próximos años.
Los mercados internacionales relevantes para Nicaragua sufrirán cambios. ¿La maquila (trabajadores bien juntos en los talleres), herida de muerte? El consumo mundial de café, la carne y el camarón podrían caer. La demanda de café tendería a caer por parte de los minoristas (cafeterías, turismo, etc.). El cierre de plantas (mataderos) presiona hacia un incremento del precio internacional de la carne en el corto plazo pero es incierto lo que pasara en el mediano-largo plazo. Dificultades en la provisión de larvas y la caída de la demanda (restaurantes turismo, alimento de lujo), están afectando el mercado del camarón de cultivo. En contraste con los otros rubros, las medidas monetarias de compra masiva de activos (“quantitative easing”) y la incertidumbre conducen a la compra de oro como medio de reserva del valor.
A nivel nacional, la producción de varios de estos productos de exportación, que dependen de procesos de uso intensivo de mano de obra a lo largo de la cadena, será igualmente afectada: maquila, mataderos, cosecha de café, etc.
Para el corto plazo el Banco Mundial prevé que en 2020 las remesas caerán cerca de un 20 % en todo el mundo y América Latina, debido en gran parte al desplome de los salarios y el empleo de los trabajadores migrantes, quienes son más vulnerables a quedar desempleados y a perder sus salarios y existe mucha duda si serán sectores protegidos en los países donde residen; los costos de envío también se espera que subirán. El 30% de contagiados en EE. UU. son latinos. También existe incertidumbre si las remesas seguirán jugando un papel anticíclico y se espera que podrían pasar entre cuatro y ocho años para recuperar los niveles de 2019. En Nicaragua las remesas representan el 12% del PIB, su volumen es mayor que el de la IED y juegan el papel de aliviar o evitar caer en la pobreza, mejorar la nutrición, financiar la educación y reducir el trabajo infantil; se estima caerán entre 5% y 18%.
El patrón y flujo de las migraciones internacionales cambiarán. Será muy difícil para los nicaragüenses el viajar legal o ilegalmente a Costa Rica, España y EE. UU., acabando con la posibilidad de neutralizar algo la tendencia hacia la caída de las remesas; más bien se incrementarán las cifras de desempleo y por lo tanto de los dependientes de remesas en el país. Aun así, las remesas seguirán siendo un pilar importante, pero con una tendencia a achicarse y volverse cada vez más endeble.
El potencial del turismo ha sido destruido desde abril y su sobrevivencia hasta el momento está prácticamente bajo jaque mate por el virus. El turismo dejo de ser un pilar de crecimiento.
La inversión extranjera directa (IED) a nivel global, que ya venían decayendo (del 3.8 % del PIB en 2008 al 1.4 % in 2018), caerá todavía más (35%) que las remesas. En Nicaragua la IED creció aproximadamente un 4.2% (promedio anual) entre 2007 y 2017, pero desde 2018 ha caído en picada y sin ninguna perspectiva de volver a crecer, lo que se profundizará dramáticamente por la pandemia. Un cambio político solo podría neutralizar parcialmente el resquebrajamiento de este pilar.
En vista del creciente aislacionismo, nacionalismo y “sálvese el que pueda” que se observa a nivel internacional, no se puede asumir que se seguirá manteniendo el principio de solidaridad internacional surgido después de la segunda guerra mundial. La evaporación de capitales financieros y el incremento vertiginoso de la deuda pública en los países ricos (promedio del 11% del PIB) probablemente reducirán su financiamiento tanto para superar las implicaciones de la pandemia como la tradicional “asistencia al desarrollo”, en los países del sur. La cooperación no es estrictamente un pilar de un modelo económico, pero es fundamental para promover su desarrollo. Este papel, también está particularmente muy limitado, por el impacto político internacional de la crisis desde abril 2018; las sanciones son siempre una espada de Damocles sobre la cooperación.
Es necesario tratar de entender los nuevos patrones y variables multidimensionales generados por, así como de una respuesta coherente al reto que representa, la pandemia, para el futuro del país.
El Estado en todo el mundo está siendo llamado a asumir un rol clave y estratégico, utilizando lo mejor de los recursos humanos, y en coordinación y alianza con todos los sectores, de cada país.
El Estado nicaragüense más bien permite y hasta fomenta (incluyendo el inaudito e inaceptable retorno a clase de los estudiantes) el contagio generalizado y “prioriza” la economía, por razones mezquinas: luchar, “en rio revuelto…”, por su propio financiamiento. El Estado ha determinado como se decidirá (triage) sobre quien tiene o no derecho a sobrevivir de la pandemia: morirán innecesariamente los de la tercera edad y enfermos crónicos que no puedan ser atendidos por el sistema de salud (formal y comunitario).
El Estado no lidera ni muestra capacidad ni interés de calcular la magnitud de lo que viene, en el corto y largo plazo, de pensar y actuar estratégicamente. No sabrá como eventualmente salir del lio en el que está metiendo al país, ni mucho menos como comenzar a caminar hacia lo que será un mundo nuevo y desconocido.
El contrato social Estado-sociedad está siendo desecho, la hegemonía social que ha pretendido desarrollar el partido en el poder no existe, más bien se están destruyendo las bases del tejido social. Habrá que refundarlo, más temprano que tarde.
Para esta refundación, la ciudadanía consciente y organizada, debe ir elaborando, basado en evidencia, una estrategia pospandemia del país en un mundo que será confuso e incierto. Se debe realizar un esfuerzo nacional inclusivo para entender las variables y fuerzas que están en juego. ¿Cumpliremos en el año 2021, 200 años de independencia con un Estado ilegítimo, o en proceso de refundación?