25 de abril 2020
Desde antes del estallido de la rebelión de abril 2018, he visto a Venezuela como un referente o un espejo, por asuntos de solidaridad, similitudes y hasta por corazonada.
Es obvio que el rápido enriquecimiento de la familia Ortega-Murillo ha tenido en Venezuela su principal fuente de recursos, lo que les permitió financiar una serie de proyectos para poblaciones necesitadas, y con ello promover el populismo mientras callaban y apaciguaban reacciones en su contra.
Los dos países hermanados con la pantalla del socialismo del siglo XXI y su nexo con el narcotráfico ya denunciado ante el mundo, la evolución política ha ido tomando el mismo rumbo. Las cúpulas de poder político de ambos países siguen sostenidas por el narcotráfico, mientras en la oposición hemos tenido las mismas debilidades: el mismo camino de la división, el empantanamiento del diálogo, igual patrón de represión, encarcelamiento, torturas, desapariciones, asesinatos y exilio... todavía sin llegar Nicaragua al crudo escenario de crisis humanitaria que vive el pueblo de Venezuela.
Por tal razón he insistido, junto a muchas/os en la importancia de la unidad como estrategia de lucha y resistencia contra la dictadura. Esto significaba hacer una sola proclama, juntarnos todas/os independientemente de ideología, religión, edad, raza, sexo, género, clase social y partido político como se hizo en las calles, universidades, barricadas y tranques.
Pero no fue así, no estábamos preparados, ya nos habíamos quemado con leche, y nos empezamos a “soplar” todas desde la realidad, desde el resentimiento, desde la evidencia, desde los prejuicios, desde la vanidad y desde los dolores, escuchamos: “esta lucha debe ser de los jóvenes, los viejos son los culpables de esta dictadura”, “nada tienen que estar haciendo las feministas abortistas”, “las mismas caras de los sandinistas asesinos de izquierda”, “El COSEP y la empresa privada de derecha, priorizando el capital y haciéndole el juego a Ortega”, “La iglesia católica doble moral”, “Yo prefiero a doña. Chica”, “Yo prefiero a Medardo”…
Así ha sido la voladera entre la misma oposición, que nos necesitamos unida y no ha necesitado ayuda de sapos, cada quien haciendo su feudo; lo “mío es lo auténtico”, es lo “autoconvocado”, es “pueblo”, es la “verdadera oposición”, “la reconocida nacional e internacionalmente”, “es ejemplar y honesta¨. Obvio, ninguno de los sectores antes mencionados son los criminales de lesa humanidad, más bien han sostenido la resistencia y la represión en carne propia y en solidaridad; encarcelados o llevando comida, registrando los abusos y denunciando ante el mundo, haciendo plantones, pronunciamientos, saliendo al frente de las necesidades de los heridos de la operación limpieza todavía en la clandestinidad, ganando la batalla mediática desde los medios y las redes sociales, bajo represión y en el exilio. Toca comprender entre luces y sombras, que por acción u omisión tenemos esta dictadura, y así todas/os con una gran capacidad de lucha y resistencia, sólo en unidad, anteponiendo diferencias e intereses la podemos acabar.
El trabajo internacional también ha sido difícil, donde pugnan los intereses económicos y políticos de los diversos Estados y las organizaciones internacionales, a quienes hemos acudido de urgencia y con beligerancia, mientras se asesinaba por protestar con una bandera azul y blanco en la mano. Los excelentes informes de las organizaciones nacionales e internacionales de Derechos Humanos, chocaron con las contradicciones de un secretario general de la OEA, que exigía la salida del dictador Nicolás Maduro y nombraba los desafíos para la democracia del “gobernante” Daniel Ortega, con un doble rasero para ambos dictadores.
A finales de julio del 2018, participé como Defensora de Derechos Humanos en varias reuniones, para exponer la situación de Nicaragua con las diferentes oficinas que trabajan directamente para el secretario general de las Naciones Unidas en la sede de Nueva York. Después de exponer el drama de los asesinatos, “la operación limpieza”, etc. en muchas oficinas se conmovieron, mostraron solidaridad, pero en una de ellas, la reacción de su responsable, fue clara y tajante: ¿“Y qué podemos hacer? si no hemos podido resolver la situación en Venezuela, donde se mueren de hambre tantos niños cada semana, cuando lo queremos llevar al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, Rusia y China lo vetan”.
Entonces sus mecanismos obsoletos son el problema –les dije-- tienen que revisarlos. Si esperan guerras civiles provocadas por las dictaduras, no será así, son matanzas, vamos a desaparecer por crisis humanitaria. Un año después, a pocas semanas de la presentación del informe de la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU sobre las detenciones ilegales, torturas y asesinatos de la dictadura de Nicolás Maduro, Venezuela en dictadura logró un asiento en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas con el voto de 105 Estados.
En esta crisis de ética y falta de humanismo agarró la pandemia al mundo entero, con organizaciones internacionales carísimas, que desde condiciones de confort y seguridad leen los dramas que chorrean sangre; amarradas de manos y pies por los intereses políticos, económicos y de corrupción de los Estados y las potencias. En todo esto ni “El Vaticano” se salva. Yo me quedé esperando el pronunciamiento del papa cuando vapulearon a obispos y al propio Nuncio Apostólico en Diriamba.
El marco de sanciones para Nicaragua aprobado por la Unión Europea se vence el 15 de octubre de este ańo 2020, se tiene que aprobar su renovación o fin. Hasta la fecha hemos tenido muy buenos pronunciamientos y ninguna sanción individual o institucional para el régimen Ortega Murillo y sus crímenes de Lesa Humanidad. El régimen tiene más de 70 presos políticos torturados, mantiene bajo asedio al pueblo opositor, ejecuta crímenes selectivos contra el campesinado, y ni hablar de la irresponsabilidad del régimen ante la pandemia del Covid-19 promoviendo las actividades de aglomeración y contagio, sin adoptar las medidas de prevención recomendadas por la OPS/OMS y sin mostrar la verdad sobre el comportamiento de la pandemia en el país.
No se sabe si el régimen de Nicaragua será “beneficiario” del fondo millonario de la UE para enfrentar el coronavirus en América Latina, por lo que recientemente la Coalición Nacional (CN) le envió una carta a su representante en Managua exponiendo su posición al respecto.
El pueblo de Nicaragua nos enfrentamos a dos epidemias en una: el régimen criminal de Ortega y Murillo, que ha actuado como un virus letal, asesinando y el covid-19, que podría causar una nueva mortandad en Nicaragua. Ante esta doble epidemia, tenemos la oportunidad de potenciar a la Coalición Nacional que aglutina a las principales organizaciones Azul y Blanco y recientemente a algunos partidos políticos, teniendo el desafío de representar y responder al grito de ¿cuál es la ruta?, aunque estén “los pactistas, ladrones y oportunistas del PLC de Alemán”, si, con todos, con cola o sin cola, porque es unidad para botar la dictadura.
La Coalición Nacional es la primera que debe asumir que en dictadura no hay condiciones para elecciones libres y transparentes, la pandemia es una oportunidad para la Coalición para posicionarse desde la oposición a los vacíos en tiempos de pandemia e irse conformando y ejercitando como un gobierno de transición. ¿La Coalición escuchará este clamor?.
Con unidad en tiempos de pandemia la Coalición puede ser un referente para las/os trabajadores del Estado, incluyendo la policía y el ejército, que saben que son potenciales víctimas masivas de las dos epidemias, mientras sus jefes permanecen en riqueza y a salvo en sus casas.
Unidad, finalmente, para denunciar en una sola voz que en Nicaragua no hay Gobierno y exigir la salida inmediata de la pareja criminal y que el mundo les desconozca.
La pandemia del coronavirus tiene parado al mundo y debe servir para saldar la deuda con la humanidad. Con un respiro de aire limpio, se posibilita el desafío sistémico de erradicar las guerras, hambruna, la depredación de los recursos naturales y la violencia machista; garantía única de desarrollo económico y humano.
*Socióloga y Salubrista Pública, feminista y defensora de Derechos Humanos en el exilio.