22 de abril 2020
Nicaragua sufrirá más que el resto de Centroamérica, los estragos económicos de la crisis generada por la pandemia de la covid-19, porque si para el resto de naciones del istmo, la debacle comienza en el primer trimestre de 2020, Nicaragua ya estaba en recesión desde 2018, opinan expertos consultados por CONFIDENCIAL.
Las principales variables económicas —con excepción de las remesas y la inflación— se vinieron a pique a partir de abril de 2018, como producto de la crisis desatada por la matanza orteguista en contra de los nicaragüenses que reclaman justicia, libertad y democracia.
“En 2020 se nos viene encima algo muy serio en diversos frentes: el más importante es el de la afectación a las vidas, pero también el de la actividad económica, que nos golpeará por dos canales: uno externo y otro interno”, declaró la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides).
En el canal interno, una de las variables que se verán afectadas más pronto y más profundamente, es la de las recaudaciones. Si bien no parece posible establecer una relación directa entre el crecimiento del producto interno bruto (PIB), y la colecta de impuestos, el vaticinio del Fondo Monetario Internacional (FMI), de que la actividad decaerá en -6.0% en este año, da una idea de lo que podría suceder con los tributos.
Aunque hay muchas variables que observar, “haciendo un análisis burdo podríamos decir que, si la economía cae 6%, los impuestos caerán casi en la misma proporción”, compartió un economista retirado del servicio público, que pidió preservar su anonimato.
Las proyecciones presentadas en la propuesta de Presupuesto General de la República 2020, parecen darle la razón, toda vez que esa proyección elaborada en septiembre de 2019, indicaba que para 2020 se esperaba un crecimiento de 0.4% de la recaudación tributaria, en un contexto en el que el PIB crecía 0.5% en el presente año.
Antecedentes y proyecciones
Si se cumplieran ambos pronósticos (el del FMI, y el del economista que casi equipara el crecimiento del PIB con el de las recaudaciones), el régimen podría verse expuesto a la pérdida de poco más de 4410 millones de córdobas en tributos, de los 73 548 previstos a recaudar.
Si cuesta asimilar la idea de que las finanzas públicas puedan tener una merma de casi 4500 millones de córdobas, baste recordar la vastedad de las pérdidas sufridas por el erario público en 2018 y las que se proyectaban en septiembre 2019 (antes de la pandemia), para todo el año 2020.
La brecha generada por la caída de 8.68 puntos del PIB (se esperaba que creciera 4.86% en 2018, y al final, decreció -3.82%), generó una pérdida de 11 825 millones de córdobas, equivalentes a 14.5% de la recaudación inicialmente presupuestada. En agosto de ese año, fue necesario hacer un primer recorte de 7,462.3 millones de córdobas, del presupuesto de ingresos.
En 2020 (la reforma tributaria de 2019 introdujo demasiados elementos distorsionantes, por lo que no se puede comparar), la brecha de 4.27 puntos porcentuales (la previsión oficial de crecimiento pasó de 4.77% a 0.5%), se vio acompañada de una pérdida de 22 541.4 millones de córdobas, suma equivalente al 22.2% de los ingresos pautados.
Los otros economistas consultados se abstuvieron de pronosticar de cuánto puede ser la caída de la recaudación tributaria, por la opacidad del sistema. Argumentan que no pueden hacer cálculos si no tienen los datos reales, recordando que desde hace algunos años dejaron de publicarse.
“Lo que sí sabemos es que la caída en la producción generará una caída de las recaudaciones”, dijo Funides, para establecer una relación entre el comportamiento del PIB y el de la colecta de impuestos.
“La caída del PIB 2018 será pequeña en comparación con la que esperamos para 2020. La crisis de 2018 aumentó un movimiento hacia la informalidad, que probablemente se va a exacerbar este año, con una contracción todavía mayor. Sabiendo que si la caída es equis, la contracción en las recaudaciones será más que proporcional, podemos decir que el panorama en términos tributarios se ve muy oscuro”, aseguró la Fundación.
Un golpe aún más dramático
“A Nicaragua le llueve sobre mojado, porque lo de abril 2018 fue un golpe serio para la economía, que provocó dos años de recesión, y el covid-19 le puso la tapa al pomo”, opina por su parte el economista Róger Arteaga, exdirector general de Ingresos.
“2020 es más dramático que 2018. Hay un golpe de covid-19 en el mundo, pero Nicaragua ya estaba en ‘cuidados intensivos’, y nos cayó esto de forma adicional. Lo que estamos viviendo es dramático, y lo que viene será peor si el Gobierno no hace nada”, añadió el exfuncionario público.
Citando la teoría, Arteaga definió que la recaudación surge de las actividades y transacciones de los actores económicos (tanto el que produce como el que adquiere), con lo que aquellas se constituyen en hechos generadores de impuestos.
El desplome de las principales actividades económicas, con el turismo y el comercio a la cabeza, seguida de la construcción y la actividad financiera, entre otras, dan pie a prever una caída de los ingresos, cuyo porcentaje está pendiente de confirmar.
Una pila de números ayuda a dimensionar la profundidad de la debacle de la que hablan los economistas: dos años consecutivos de caída del Producto Interno Bruto (-4.0% en 2018 y -3.9% en 2019); más de 415 000 desempleados; los depósitos en dólares pasaron de 4115 millones al 12 de abril 2018, a 2643.4 millones en junio de 2019.
La diferencia, 1471.6 millones, representó una pérdida de 35.8%, lo que contrae los préstamos, con consecuencias negativas para la actividad empresarial, que genera productos, servicios, empleos, exportaciones… y tributos.
Riesgo de colapso
A partir de abril 2018, comenzaron a caer —o se aceleró la caída— de la inversión extranjera, las reservas internacionales, las recaudaciones, las cotizaciones a la seguridad social, la variabilidad de fuentes de recursos internacionales (y hasta la cooperación venezolana, solo que por razones distintas), lo que se tradujo en aumentos de los niveles de pobreza.
Ahora, la crisis causada por el temor al contagio de covid-19, y la autocuarentena aplicada de forma voluntaria por los ciudadanos, refuerzan el pronóstico existente desde antes de la crisis sanitaria, que apuntaba a que 2020 sumará cuatro trimestres más de recesión, sin que haya visos de que existe una solución a la vuelta de la esquina.
Uno de los resultados inevitables —si se cumplen los pronósticos de todas las entidades multilaterales y de los economistas independientes del país— será “un verdadero derrumbe de los ingresos fiscales”, pronosticó un economista que solicitó mantener su nombre en reserva.
Ello llevaría al “colapso de lo que ha permitido a la dictadura sostenerse durante estos dos años: un nivel de recaudación que le permita financiar la planilla salarial, los gastos operativos priorizados, las transferencias al Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), para el pago de pensiones, y el sostenimiento de sus aparatos represivos”, añadió.
Al abundar en la situación del INSS, la Fundación observa que el impacto sobre sus finanzas “será terrible”, por la caída del empleo formal, que se reducirá muchísimo más, contrayendo sus ingresos por cotizaciones, mientras que el monto de sus gastos (especialmente los que se hacen para enfrentar el componente de invalidez, vejez y muerte) se mantienen intactos.
“Esta vez, los recursos que el Estado podría haber usado para transferir al INSS, serán necesarios para enfrentar la epidemia de covid-19”, abundó.
Cierre de empresas y pérdidas millonarias en comercio y servicios
*La gente solo está comprando alimentos en tiendas y supermercados
Los servicios generan el 57% del PIB nicaragüense, sector en el que destacan comercio, hoteles y restaurantes, (producen el 25% del total de los servicios, y contribuyen con el 15% en la formación del PIB del país). Esos son, precisamente, tres de los sectores más golpeados por la suma de ambas crisis.
La disminución de la actividad comercial y turística representa una pérdida de 4.4 millones de dólares diarios, detalla Carmen Hilleprandt, presidenta de la Cámara de Comercio y Servicios de Nicaragua, graficando que las pérdidas fueron mayores durante los días de Semana Santa, hasta alcanzar los 5.9 millones de dólares.
Si el cálculo se circunscribe solo a la actividad comercial, en un escenario de cierre del 40% de los establecimientos, las pérdidas son de 2.5 millones de dólares diarios.
“Son cifras bastante desalentadoras”, asevera Hilleprandt, explicando que la gente sí está comprando alimentos en tiendas y supermercados, “para abastecer sus casas, pero muchos pequeños negocios han tenido que cerrar, porque la gente no está saliendo mucho”, como una forma de prevenir el contagio de covid-19.
Su colega, Lucy Valenti, presidenta de la Cámara Nacional de Turismo (Canatur), detalla que 60% y 70% de los restaurantes están cerrados. Las agencias de viajes y las touroperadoras están cerradas, al igual que los pequeños hoteles. La situación no es muy distinta para las grandes cadenas hoteleras, que reportan tasas de ocupación de 5%, por lo que están enviando a su personal de vacaciones, o simplemente suspendiendo contratos.
Aunque les duele ver tantas empresas cerrando, y tantos trabajadores enviados al desempleo, Valenti recalca que sus colegas de la Cámara entienden que lo primordial es “proteger la vida y la salud de las familias”.
Señala que la nueva crisis profundizó el impacto económico negativo en la población nicaragüense, sin que se sepa la fecha de salida, porque “no sabemos cuánto tiempo más durará esta emergencia y este aislamiento físico”.
Mientras tanto, “sigue el cierre de empresas, las suspensiones de labores. Todo esto representa un impacto muy duro para las empresas, que en su mayoría son pymes, porque la gente está priorizando la alimentación y la salud”, ilustró.