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¿Qué dijo Daniel Ortega?

La amenaza del coronavirus exige una dirección científica; y reaparece Ortega en el polo opuesto, desconectado de la amenaza que experimenta el pueblo

Orteguistas introducen “Ley Especial de Ciberdelitos” en Nicaragua. Esta "ley mordaza" establece multas y cárcel quienes propaguen “noticias falsas”

Fernando Bárcenas

21 de abril 2020

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En la medida que Ortega dirige el Estado (por las malas, ya que no deja –con violencia policial- que alguien más capaz lo dirija por las buenas), está obligado a ser coherente, a estar informado exhaustivamente sobre la amenaza del coronavirus, a responder a dicha amenaza con un plan científicamente correcto, y a rendir cuentas por lo que haga y deje de hacer el Estado.

Pero una cosa es estar obligado por las circunstancias y por el cargo (aunque asumido con malas artes), y otra ser capaz de cumplir con las obligaciones inherentes (si bien, lo que natura non da…, el cargo non presta, diría el proverbio). Ahora, como en una tormenta, el énfasis urgente del cambio político es mayor por la incapacidad del timonel que por la ilegalidad con que ha tomado violentamente el timón.

Reducir la velocidad de propagación del virus

El objetivo estratégico inmediato es reducir la velocidad de difusión del virus. Lo cual depende de la prontitud de las medidas de freno del contagio. Todos los recursos deben servir, estratégicamente, a este objetivo, porque la economía, en última instancia, debe estar al servicio de la salud pública, no viceversa como pretende Ortega (dado que sus intereses absolutistas personales son contrarios a los de la nación).

Es mucho más eficaz y menos costoso adoptar las medidas preventivas cuanto antes. California (el Estado más poblado de la Unión, 40 millones de personas, y la quinta economía del mundo) tiene 821 muertes por coronavirus en dos meses y medio. New York tiene el mismo número de muertes en un solo día (lleva 12 822 muertes hasta ahora, con un contagio 45 veces más alto). Las medidas drásticas, iguales en ambos Estados, empezaron en California tres días antes que en New York (su tasa de mortalidad es hoy de 2 por cada 100 000 habitantes, la de New York es de 55, o sea, 23 veces mayor).


Pero, en nuestro caso, cuidar con eficacia la salud pública obligaría a hacer cambios políticos que debilitarían decisivamente un Estado caprichoso y corrupto, basado en el servilismo y no en el mérito profesional, orientado exclusivamente a la impunidad y a la represión.

¿Cuáles medidas profilácticas se deben adoptar?

  1. Efectuar con urgencia la mayor cantidad de test diarios, para individualizar los casos positivos antes que muestren síntomas, a fin de ponerlos en cuarentena de inmediato y de acortar la tasa de contagios que difunde cada infectado.
  2. Distanciamiento social (en lo que se incluye el cierre de colegios y universidades, y la suspensión de actos y aglomeraciones públicas), para reducir la cantidad de personas susceptibles a ser contagiadas (en vista que la población aún no cuenta con inmunidad generalizada por efecto de una vacuna).
  3. Medidas sanitarias de resguardo, cuarentena, y el uso de alcohol, de mascarillas, de jabón antibacterial, de guantes, de anteojos.

Ortega debió hablar de la ejecución de estas tres medidas en el país. No abordó ninguna de ellas. Habló, en cambio, de la bomba atómica.

Debió decir cuántos test hacen diariamente, con qué criterio, y con qué resultados. Y cómo el Estado auxilia a la población más vulnerable para que económicamente pueda resistir (con aprovisionamiento de víveres, con la suspensión provisional de pagos de los servicios básicos y de deudas), el distanciamiento social, que implica la pérdida de ingresos familiares. Y cómo provee a los sectores más empobrecidos de los desinfectantes que eliminan al virus.

¿Qué dijo Daniel Ortega?

La amenaza del coronavirus exige una dirección científica. En cambio, reaparece Ortega en el polo opuesto, desconectado todavía de la amenaza que experimenta el pueblo (sin auxilio alguno de parte del Estado).

_“Nicaragua –dijo Ortega- está librando la batalla y enfrentando la pandemia del covid-19 con recursos limitados, pero con mucha paciencia, disciplina y abnegación de los trabajadores de la salud, del mismo pueblo, del Ejército y de la Policía Nacional”.

Cuando los recursos son limitados se requiere una estrategia, un plan. Cuando son abundantes… hasta se puede improvisar. ¿Cuál es el plan? Ortega no lo dice, pero, en cambio habla de disciplina. Cualquier ejecutivo, cualquier dirigente sabe que no existe abnegación, disciplina o paciencia si ello no está referido a la ejecución de un plan de acción.

La disciplina, sin una estrategia, sin un plan, es demagogia pura, como montar un caballo de palo corriendo al galope imaginariamente.

_“Del 11 de marzo al 15 de abril hay en Nicaragua –dijo Ortega- 1327 personas fallecidas por diferentes causas. El sistema de salud público no ha dejado de trabajar en medio de la situación provocada por el coronavirus”.

Nadie espera que el sistema de salud deje de trabajar. Por el contrario. Pero, el informe no debe versar sobre el comportamiento normal del sistema de salud, sino, sobre sus limitaciones para atender debidamente la epidemia. Y, consecuentemente, sobre su reforzamiento excepcional en estos días.

El detalle está en que no es lo mismo tener un incremento que lleve de 14 000 a 18 000 muertes en un año, que tener 2000 o 4000 muertes adicionales en un mes. En menos de dos días, una vez alcanzada esa tasa de propagación (66 muertos diarios), tendríamos saturadas nuestras Unidades de Cuidados Intensivos.

_”No se ha dejado de trabajar –dice Ortega- porque si aquí se deja de trabajar (productivamente) el país se muere. Este es un pueblo que por hambre no se va a morir”.

Los 500 000 desempleados, en los dos últimos años y lo que va de 2020, demuestran que 300 000 de ellos (el 30 % del trabajo formal) ha dejado de trabajar. Este año se perderán entre 300 y 500 millones de dólares de remesas familiares, disminuyendo la capacidad de consumo alimentario de 1.5 a 2.5 millones de ciudadanos pobres 700 000 hogares).

La canasta básica alimentaria (sin incluir artículos del hogar, ropa, servicios básicos, medicinas, vivienda, transporte) tiene un costo de 8615 córdobas, mientras el salario mínimo promedio va desde 4286 córdobas en el sector agropecuario, hasta 9552 en el sector de la construcción y financiero.

El problema no es sólo de capacidad de producción de determinado bien, sino, de un limitado acceso al bien alimenticio.

La falta de acceso a los alimentos en Nicaragua, antes de 2018, era superior al 21.7 % (sólo superado por Guatemala en todo el continente). Después de tres años de recesión continua, ha habido una reducción en las áreas de cultivo y una reducción en la importación de alimentos (cierre de empresas y desempleo). La población (incluido 80 % de la PEA en la informalidad) se debe contentar con alimentos y otros líquidos de baja densidad energética, que sacian el hambre, pero, no alimentan.

Ortega dirá –a su modo güegüense- que él tiene razón porque los nicaragüenses (en condiciones pésimas de salud para resistir el virus) no morirán de hambre, sino, de desnutrición.

¿La epidemia es un castigo divino?

De 20 países latinoamericanos, Nicaragua ocupa el 15 lugar en gasto per cápita en salud. Y ocupa el puesto 16 en cuanto al número de camas de hospital por cada 100 000 habitantes. Y el puesto 14 en cuanto a equidad en el acceso al sistema de salud. En fin, nos encontramos en el 25 % de los más débiles sistemas de salud de Latinoamérica. Esto es ineficiencia en las prioridades de la sociedad en los últimos 40 años, no castigo divino.

Mentes fanatizadas atribuyen las plagas a la ira de Dios. Suponen, con ignorancia, que el coronavirus es una reacción divina terrible frente al pecado. La ciencia, para gente así, como Ortega, es un capítulo desconocido.

_”Esta es una señal de Dios –dice Ortega sin sonrojarse-, sí, esta es una señal de Dios, que nos está diciendo: ustedes van por mal camino, gastando miles de miles de billones en bombas atómicas, en armamento atómico, en bases militares, en alianzas militares. Esas fuerzas transnacionales que están nada más ambicionando el dominio de todo el planeta, ¡eso es pecado!”.

¡Qué manera orteguista tendría el dios de Ortega de enviar señales! Ortega habla como profeta de la ira, ve señales divinas en la pandemia mortal y las interpreta represivamente. De manera, que como no tenemos armamento atómico, la ira de Dios no nos concierne, y el coronavirus pasará de largo. No se requiere, en consecuencia, plan alguno, concluye en su interior retorcidamente el nigromante del coronavirus.

Ortega debió mostrar, obligadamente, un escenario creíble (de infectados, asintomáticos y sintomáticos, en estado crítico y muertos), acorde con las fórmulas matemáticas que modelan en el tiempo el comportamiento estadístico de propagación exponencial del virus en el mundo (considerando que el virus, muy probablemente, como esperan los científicos, se atenúe aquí con el calor).

Con nueve casos reconocidos (de ellos, dos muertos) acumulativamente, todos han partido en estado crítico –pero, estables- significa que seis días después de su infección hay, por lo menos, 35 casos infectados adicionales que el MINSA desconoce, que propagan el virus libremente a una tasa de crecimiento de 0.2 diarios, lo que indica que cada tres días se duplican. MINSA, ¡caso único en el mundo!, supone que no existe ningún caso positivo asintomático o con síntomas leves.

Dentro de 15 días los infectados, estadísticamente, serán 560, y los muertos podrían ser 30 (y entre 25 y 30 personas estarían en cuidados intensivos), si es que se adoptan –finalmente- medidas drásticas de aislamiento y si hay un sistema de salud robusto. A los 21 días se habrían rebasado las Unidades de Cuidados Intensivos del sistema de salud, y en adelante los casos críticos morirán sin atención, sin ventiladores disponibles para una respiración asistida en su agonía. Esta realidad amenazante, hasta dónde sea posible por la represión, yace torpemente oculta.

El precio del orteguismo en el poder, durante esta epidemia, vemos por desgracia que es ética y políticamente insostenible.

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Fernando Bárcenas

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