17 de abril 2020
Hace 24 meses el pueblo de Nicaragua dijo basta a once años de atropellos a sus derechos y se lanzó a las calles para recuperar su libertad y cambiar su historia. El régimen de Ortega, arrollado por el levantamiento popular, respondió con la brutalidad y la saña que caracterizan a las dictaduras cuando tratan de sofocar la protesta de las personas oprimidas. Las demostraciones de las multitudes desarmadas fueron atacadas a mansalva por las fuerzas de la policía y grupos de paramilitares ocasionando luto y dolor en las familias nicaragüenses. Desde entonces decenas de miles de personas han salido al exilio, y otras miles han sido perseguidas, encarceladas y torturadas.
En estos dos años, cada día ha sido un día de lucha; ha habido tropiezos, desencuentros, reencuentros y victorias. Hemos conocido hasta qué extremos puede llegar la crueldad de la dictadura persiguiendo, acosando, encarcelando, torturando y asesinando a quienes se le oponen. Pero esta política de exterminio también ha revelado que la dictadura está políticamente agotada. No tiene otro proyecto que mantener en el poder al asesino principal, ni otro medio que la violencia ciega, para que la ciudadanía no salga a la calle a reclamar la libertad que le pertenece y la justicia que la ampara, y confía en que la opinión pública internacional olvide sus crímenes para sobrevivir. Ahora, ante la amenaza de una pandemia potencialmente devastadora como el covid-19, la dictadura muestra de nuevo toda su incompetencia e irresponsabilidad renunciando a adoptar medidas de protección sensatas de acuerdo a las recomendaciones de las autoridades sanitarias internacionales.
Entre las victorias del pueblo, la principal es no haberse rendido ni haber dado marcha atrás. Abril de 2018 nos cambió para siempre. Hubo un antes y un después para el pueblo nicaragüense. Si dentro de Nicaragua nos enseñó que el papel de cada persona es indelegable en la lucha contra la dictadura, en el extranjero nos ha enseñado que nuestra vinculación con Nicaragua es mucho más que un recuerdo nostálgico o que el envío de remesas periódicas: es un compromiso permanente con su liberación. Por eso, en este segundo aniversario de la insurrección de abril renovamos nuestro compromiso por rescatar hasta el último preso político; seguir trabajando para aislar y debilitar aún más al régimen opresor; llevar ante la justicia internacional a los perpetradores de los crímenes de lesa humanidad cometidos, y muy en especial, nuestro compromiso con la memoria y el ejemplo de quienes han sido asesinados, con quienes sufren el exilio, y con quienes han sufrido torturas.
Por todo ello, es hoy más necesaria que nunca la solidaridad con el pueblo nicaragüense y la condena de la dictadura Ortega-Murillo: Por la liberación para todas las personas represaliadas políticas; legalización de todos los partidos y organizaciones populares; libertad de prensa, reunión y manifestación; disolución de las bandas armadas paramilitares; apertura de un proceso democrático con elecciones libres bajo supervisión internacional.
No olvidamos a nuestros hermanos caídos, y no descansaremos hasta conseguir justicia.
“Mientras Nicaragua tenga hijos que la amen, Nicaragua será libre”
Asociación Nicaragua Libre, 16 de abril 2020, Madrid
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