13 de abril 2020
Pareciera apagarse la llama que encendimos en el mes de abril de 2018, cuando miles y miles de nicaragüenses salimos a protestar por los múltiples abusos de derechos humanos que se han cometido en nuestro país desde que el gobierno del Frente Sandinista de Liberación Nacional tomó el poder nuevamente en 2006 de forma arbitraria.
Pareciera que no estuviéramos haciendo nada y que estamos echando al olvido las luchas de todas las trincheras que ejecutamos bajo resistencia.
Pareciera que las madres no lloraran a sus hijos y esposos asesinados en las barricadas y en las universidades. Pareciera que todos los presos políticos han superado los múltiples traumas psicológicos que sufrimos durante nuestro secuestro en la carel Modelo.
Pareciera que no sentimos el dolor de cada machetazo o disparo que le dan a nuestros campesinos y a las comunidades miskitas, que también demandan y exigen respeto a sus derechos de la tierra.
Pareciera que no sentimos la angustia y el hambre que viven muchas familias nicaragüenses ante la grave crisis económica que atraviesa nuestro país y que muchas de ellas comen solamente un tiempo al día y de muy mala calidad alimenticia.
Pareciera que no pudiéramos percibir la muy mala calidad educativa que le están dando a nuestros niños y adolescentes en las escuelas. Y pareciera también que hemos echado al olvido las múltiples demandas internacionales interpuestas contra este Gobierno, que no sólo ha cometido crímenes de lesa humanidad, si no que también ha desmantelado todas las instituciones que trabajábamos en pro de cultivar democracia en nuestro país.
Pareciera inclusive que no sentimos el frío que pasan nuestros exiliados y la humillación que tienen que soportar para obtener un poquito de calor y un pedacito de pan.
¿Pensarán ellos, los orteguistas, que nosotros somos unos animales a quienes maltratan, y simplemente ya pasó?
No señor, y usted que me lee, y a ellos que también me han de leer, les quiero decir que estamos más vivos y más latentes que nunca. Al menos yo me siento como el volcán Masaya, después de hacerme sentir por todo el país, me encuentro latente, a la expectativa de todo lo que está pasando a mi alrededor.
Me encuentro y nos encontramos, interconectados todos los sufridos y todos los maltratados, todos aquellos afectados de manera directa e indirecta, aún llorando nuestras penas y revolcándonos de rabia por tanto dolor, pero en constante innovación, día a día, formulando nuevas estrategias y metodologías de acciones que reflejen nuestra demanda para el respeto de todos nuestros derechos humanos.
Seguimos llorando a Álvaro Conrado como si fuera ayer y yo sigo en mis noches de insomnio pensando en Eddie Montes, a quien ví agonizar y no puedo quitar la imagen de sus pálidos labios y el rojo de su sangre derramada por todo el perímetro de las celdas 16 y 17 en la Modelo.
Seguimos en constante organización desde el “Grupo de Reflexión” en el que aprender de las experiencias de Ricardo Baltodano me resulta un placer y el aguerrido y fuerte carácter y actuar de Róger Espinoza me inspira fuerzas, y la constancia y persistencia de Edwin Carcache, quien desde el exilio no nos deja de inspirar.
Abril es y será en adelante el reflejo y ejemplo de la máxima lucha cívica de Nicaragua, y aunque pareciéramos no estar allí, estamos más presentes que nunca. Nicaragua pronto estará libre.
Estudiante Universitaria. Activista DDHH y LGTBIQ