11 de abril 2020
Con la epidemia del coronavirus la crisis de gobernabilidad se profundiza, ya que el orteguismo no puede ver la amenaza sanitaria mortal desde una estrategia nacional. La ve, necesariamente, desde sus intereses de cúpula, burocrática, opresiva, parasitaria, anacrónica, como una fiera que no tiene salida.
La estrategia de la dictadura se reduce a captar recursos de la economía trastabillante, para mantener en función –a cualquier costo- el inmenso aparato represivo que le garantiza impunidad a la pareja en el poder. Esa estrategia antinacional no le permite gobernar.
El Estado orteguista no desempeña ninguna función nacional. Por el contrario, cada vez es más un aparato que simplemente escolta a una pareja, y que, como un parásito, se auto reproduce sorbiéndole recursos estratégicos a la nación.
Cada acción de un régimen que se ha vuelto inviable, le hace más inviable. El régimen se revela más contradictorio con la realidad en crisis e, inexorablemente, como si hubiese caído en un pantano, con cada movimiento errático se hunde y se aísla más.
Para los ciudadanos no basta que cada quien tome por su cuenta medidas individuales, de acuerdo a sus posibilidades personales, para defenderse improvisadamente de la amenaza del virus. Sólo un 45 % de la población logra algún distanciamiento social imperfecto. La nación demanda políticas de Estado. De un Estado nacional. De modo, que en estas circunstancias la contradicción de la nación con el Estado orteguista, opresivo y sectario, aumenta también exponencialmente.
¿Tregua oligárquica o gobierno provisional?
Resulta necio que el INCAE, FUNIDES, el COSEP, AMCHAM y la UNAB, le pidan al Estado orteguista que actúe como Estado nacional frente a la epidemia. Es como pedirle a un árbol de Acacia espinosa que dé manzanas. Nuestros campesinos, la noche de San Juan, apalean los cítricos que no dan frutos. Pero, ningún campesino espera que un árbol de pino dé limones, aunque le caiga a palos.
El orteguismo ocultará todo lo referente a la marcha arrasadora de la epidemia, apartará a la ciencia, actuará caprichosamente, mentirá sobre los recursos sanitarios disponibles, lanzará a sus turbas contra la población que por su cuenta se proteja, no destinará un céntimo a salvaguardar a los más vulnerables, intentará establecer, por decreto, que todo está normal…. Luego, decretada la normalidad, no hará nada para detener el contagio real. Y aprovechará la epidemia desbordada intencionalmente para aumentar la represión enmascarada e impune, y para solicitar fondos y recursos para manejarlos a discreción.
En estas condiciones caóticas es imposible diseñar un modelo matemático que pueda predecir el comportamiento de la epidemia, ya que sus efectos cambian enormemente con pequeños cambios iniciales, como con el sencillo aleteo de una mariposa. Probablemente, el desastre terrible de nuestra situación sanitaria ya está irremediablemente determinado desde antes del 18 de marzo.
Es útil, para quien aprovecha sin escrúpulos las oportunidades, llevar uno debajo del otro, varios sombreros. Los empresarios ahora pasan de actores, por la artificialidad con que se enrolaron en la política, a personajes, como en la obra dramática de Pirandello. Los empresarios –que como políticos no eran nadie- recobran su propia vida en una situación de emergencia, abandonan las poses ideológicas sobre la democracia y el Estado de derecho, y con espíritu práctico oligárquico buscan apoyar sus intereses en riesgo a orillas del poder, como han hecho por doscientos años de historia nacional.
La UNAB escribe en un comunicado: “el escenario ideal es que exista una coordinación pública-privada”. Su nivel político le lleva aún a describir escenarios ideales. En política, y en la vida real, los escenarios son proyecciones probabilísticas de evolución objetiva de la realidad, no de deseos. La UNAB le asigna a Ortega la dirección de la lucha nacional contra la epidemia. No están claros por qué es que Ortega, ahora más que nunca, deba ser apartado del poder.
El MRS escribe: “Exigimos al régimen que asuma su responsabilidad en el control de la pandemia del coronavirus; en la atención de salud a quienes lo necesiten, sin discriminación de ninguna especie. Exigimos transparencia, rendición de cuentas, trato justo y equitativo”.
Lo correcto, políticamente, es exigirle a este régimen irracional y caótico que se haga a un lado.
La consigna política del momento es la de un gobierno provisional que enfrente la epidemia del coronavirus. Esta será la consigna de una población que tendrá que enderezar con urgencia el rumbo del país.
Unidad ética y científica
Se requiere una unidad ética y científica para combatir con heroísmo la epidemia. Debe florecer lo mejor del ser humano, la valentía, la eficacia, la solidaridad, frente a esta amenaza a la nación y a nuestro futuro como pueblo. Aquí no cabe el capricho, la estupidez, la represión, la corrupción, el crimen.
Para la nación es urgente transformar el poder. Hacer a un lado el aparato represivo, corrupto, negligente, criminal. Hacer a un lado el capricho dictatorial, discrecional. Hacer a un lado los intereses mezquinos de la cúpula en el poder (que por negligencia esotérica pretenden que todo sea normal). Habrá que darle al Estado, de inmediato, un nuevo contenido nacional, dotarlo de una estrategia en función del bien común, construir instituciones nuevas que trabajen con transparencia y con eficiencia en un solo objetivo común para contener el número de contagiados y el número de muertos. Y para proteger a los sectores más desamparados y vulnerables durante esta batalla estratégica de carácter sanitaria, social, económica y política.
Quienes se han infectado y no presentan síntomas son de larga los más numerosos, el 80 % del total de contagios, y son quienes transmiten el virus calladamente.
El contagiado asintomático le permite a un gobierno inútil ocultar la magnitud del contagio, porque la epidemia, gracias a los contagiados asintomáticos, se comporta como un iceberg que engañosamente mantiene bajo el agua casi el 90 % de su volumen.
Circulación silenciosa del contagio
Los tres casos positivos, que Cuba reporta que le han llegado de Nicaragua, demuestran que circulan por nuestras calles un número de asintomáticos, fuera de control.
Aquí, la señora Murillo –al frente del Estado- ha promovido irresponsablemente lo que se llama circulación silenciosa del coronavirus por un tiempo decisivo para que la epidemia explote más adelante con la mayor gravedad posible. En Lombardía, Italia, el virus circuló silenciosamente por un mes (según el responsable de enfermedades infecciosas del hospital Sacco de Milán). En Italia el comportamiento displicente con los test a los asintomáticos en Lombardía no fue igual en el Véneto, y los resultados en Véneto son infinitamente mejores (mientras la letalidad aparente de la Lombardía era de 13.6 %, en Véneto era de 3.6 %).
Por lo menos, el MINSA reconoce siete focos distintos de contagio (todos sintomáticos). ¿Cómo se ha extendido el cerco epidemiológico en torno a cada foco? ¿Cuántos somos susceptibles, cuántos están infectados, cuántos son sintomáticos y cuántos asintomáticos? ¿Y cómo se ha detenido la afluencia de nuevos focos de contagio importados, o no se ha adoptado medida alguna para prevenir que continúen entrando casos asintomáticos al país? ¿Cuál es la capacidad de hacer test diariamente?
El MINSA nunca detectó ningún caso positivo al momento que los contagiados entraron al país (ni al momento que salieron las tres señoras cubanas contagiadas aquí).
Estadísticamente, las poco creíbles cifras del MINSA bastan para deducir que hay 28 casos asintomáticos que no fueron detectados al ingresar al país, que no han tenido contacto con los casos confirmados y que no acudieron a los centros hospitalarios. De modo, que, por la misma política de la señora Murillo de no establecer cuarentena para todo nacional o extranjero que ingrese al país, pasan inadvertidos, pero, propagan el virus activamente. Máxime si acuden a marchas multitudinarias, a parques acuáticos, a ceremonias religiosas, a carnavales o a turismo de Semana Santa, promovidas conscientemente por el gobierno.
El MINSA se limita, dice, a hacer llamadas telefónicas
A partir de los siete casos sintomáticos reconocidos por MINSA, de acuerdo a los supuestos de propagación (Ro = 2) y de tiempo de duplicación de casos (td = 2 días), pasados los 7 días promedios del contagio, al cabo de diez días posteriores los contagiados serían 1,120: de ellos, 896 serían asintomáticos, 168 presentarán síntomas graves y otros 56 morirían. Hay que considerar que este virus, sin contención alguna, se propaga a una velocidad considerable.
Pero, si los que han ingresado al país de otros países con focos infecciosos son efectivamente 16 mil (como dice imprudentemente un fanático orteguista, al frente de la asamblea nacional), sin que hayan sido sometidos a cuarentena alguna (por capricho de la pareja en el poder) y sin que hayan sido detectados como positivos por no tomarles la temperatura y no hacerle test a su ingreso al país), entonces andan circulando silenciosamente, por lo menos, unos 320 asintomáticos y preasintomáticos, que trasmiten exponencialmente el contagio. En veinte días luego de su ingreso arriesgamos tener 640 muertos.
El gobierno se limita, dice el secretario del MINSA, a hacerles llamadas telefónicas a quienes han ingresado al país. ¿Cómo se traza, por medio de una llamada telefónica, la propagación del contagio que produce un asintomático o un preasintomático desconocdo? Se estima internacionalmente que el 10 % de las nuevas infecciones se deben a los asintomáticos, aparentemente saludables, pero portadores del virus.
Con sólo cuatro casos positivos la probabilidad que se geste un brote infeccioso es del 60 % (el MINSA reconoce siete casos, y Cuba agrega tres más). Cuando Italia llevaba 17 casos confirmados aisló de inmediato a 50 mil personas. Sin embargo, era demasiado tarde. Los asintomáticos en Italia, según un estudio del ISPI (Istituto per gli Studi di Politica Internazionale) serían al fin 500 mil más que los considerados oficialmente (debido a que sólo se le hacía pruebas a quienes mostraban los síntomas de la infección). Ello explicaría la gran difusión de la epidemia en Italia y la alta letalidad aparente, por ese universo oculto del contagio asintomático que llevó a subestimar la tasa de propagación en su fase inicial.
Las medidas correctas (que la señora Murillo rechaza por razones propias del poder absoluto) son el distanciamiento social y la cuarentena para quienes provengan de países con focos infecciosos, con lo cual se debería reducir la velocidad del contagio y aplanar la curva de la epidemia. Murillo opta, en sentido contrario, en función de intereses dictatoriales de corto plazo, por limitar el decrecimiento económico (que ahora se estima en – 7 %) a costa de la salud de la población. Se requiere, en cambio, un gran gasto fiscal, y resolver la crisis política, para proteger la recuperación de la economía. Para lo cual, debe cambiar radicalmente la estrategia que está al frente del Estado.
La Organización Panamericana de la Salud –como era de esperarse- denunció públicamente que considera inadecuadas las medidas de prevención y control de las infecciones de parte del régimen orteguista. Nicaragua –señala Carissa Etienne, directora de la OPS- es un país que sufre un gobierno que decide por los ciudadanos. Tenemos preocupaciones –agrega- por la falta de distanciamiento social, la convocatoria a reuniones masivas. Tenemos preocupaciones sobre los test, el seguimiento de los contactos, la forma en que se reportan los casos”, concluyó la directora de la OPS. Es decir, preocupa a los especialistas epidemiólogos la irracionalidad dictatorial.
Aunque es indudable que el régimen manifiesta una ignorancia propia sobre la epidemia, y que soporta su estrategia sanitaria errática en supuestos aritméticos realmente estúpidos, en este caso no se trata únicamente de errores de apreciación de la dictadura, sino, de decisiones estratégicas miserables que intentan mantener a toda costa los ingresos del gobierno para sostener su aparato represivo, contra la nación, en estado de alerta.
Ingeniero eléctrico.