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Ignorancia, absolutismo, epidemia

El Minsa no tiene la menor idea que la tasa de contagio es exponencial.

Carlos Herrera | Confidencial

Fernando Bárcenas

1 de abril 2020

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Si la ignorancia toma las decisiones ante un problema técnico, o ante la necesidad de soluciones científicas a una amenaza nacional, como sería el caso de enfrentar con desacierto la actual peste mortal que, por desgracia, se propaga exponencialmente en el mundo, su incapacidad no podría esconderse y saltaría escandalosamente a la vista antes que los resultados desastrosos sobre la población sean irreversibles. De modo, que se haría sentir la urgencia de ponerle pronto remedio al mal camino en curso, apartando la ignorancia del poder.

En otras palabras, salvo en Nicaragua, las decisiones políticas en la lucha contra la epidemia vienen tomadas por los especialistas técnicos, por los científicos responsables de contener eficazmente la epidemia.

Después de la cuarentena, la medida más eficaz –dice la OMS- es hacer pruebas abundantes (rRT-PCR) para detectar los casos asintomáticos para trazar sus contactos y aislarlos cuanto antes (este es el modelo exitoso de Corea del Sur). Aquí, ni se hacen pruebas de laboratorio a los que ingresan de países con brotes infecciosos, ni a quienes entraron en contacto con casos positivos, ni se hace cuarentena preventiva por parte del Gobierno.

Cálculos aritméticos sin fundamento epidemiológico

El orteguismo piensa que la salud pública, en esta coyuntura crítica, pueda manejarla oscuramente, ocultando datos, acciones y omisiones, como si fuese un asunto de índole privada, de su interés exclusivamente personal. Y hace proyecciones absurdas a la ligera (que las instituciones filtran a los medios en gran secreto). Son cálculo de aritmética básica, hechos por un niño, burocráticamente incompetente. MINSA supone que la epidemia tiene una distribución lineal, uniforme (por paquetes de enfermos agrupados ordenadamente como batallones militares en un desfile), y concluye que entonces requiere únicamente 451 camas, de ellas 79 en Unidades de Cuidados Intensivos, con 79 ventiladores en total. Piensa que a nivel nacional le bastará con 76 médicos generales, 38 médicos internistas y 76 enfermeras.


MINSA no tiene la menor idea que la tasa de contagio es exponencial. De modo, que el Gobierno asume que no tiene que luchar por aplanar la curva de contagios (con cuarentenas y con test a los asintomáticos para aislarlos rápidamente, como hace cualquier país sensato en el mundo) porque algún imbécil, algún ignorante de capirote dentro del MINSA, ha supuesto que la epidemia se propaga con un comportamiento lineal y con una distribución en el tiempo, gradual y constante. De modo, que el MINSA (su infraestructura, los insumos, el personal médico, la logística) será desbordado rápidamente por una realidad epidemiológica que se sabe es de crecimiento exponencial, en la que los contagios se duplican progresivamente cada dos o tres días (lo que indica la velocidad de propagación del momento), y el número de contagios (que propaga cada enfermo) es de dos o tres (para este tipo de virus, con una tasa de propagación superior a la gripe si no se toman medidas de cuarentena social para que la tasa sea inferior a 1). En este aspecto, de política sanitaria gubernamental, vemos que la ciudadanía está indefensa a merced de la epidemia. ¡No hay conducción responsable!

Angelo Borrelli, jefe de la Protección Civil en Italia, en esta emergencia sanitaria europea, dice que no han hecho previsiones sobre el desarrollo de la epidemia del coronavirus -a pesar que su departamento, en este momento es, en el mundo, el que tiene más datos al respecto de los efectos del coronavirus-, no porque no puedan hacerlas, sino, porque tales proyecciones requieren algunos supuestos que arriesgan llevarlos fuera del camino con relación al momento y al valor que mostrará la inflexión de la curva de casos de contaminación y de muertes diarias.

Otros cálculos errados en Nicaragua

El señor Víctor Tercero Guerrero publicó un artículo alarmista en Confidencial, el 21 de marzo pasado, que tituló “La ciencia de datos ante el impacto del covid-19 en la salud de los nicaragüenses”.

En él hace una distribución por edad de los muertos esperados en nuestro país, bajo algunos supuestos completamente errados, que arroja un total de 49 820 fallecidos por el coronavirus. ¡Una barbaridad, sin paralelo actual en el mundo! A todas luces un desacierto mayúsculo.

Proyección de muertes por edad de Tercero

La proyección de muertes por edad no se hace directamente a partir de la población existente en cada rango etario (porque no se trata de un fenómeno determinista, sino, aleatorio). Cada país muestra una distribución dinámica (es decir, cambiante) propia, de muertes por edad, en función de la interrelación de distintas variables y de distintos comportamientos, a medida que la población susceptible de contraer la enfermedad disminuye. En todo caso, la primera proyección que se haría sería de los infectados por edad y, luego, sobre esta proyección se haría la de muertes, considerando la distribución cambiante en el tiempo de casos graves, dado que la tasa de contagio (Ro) varía en el tiempo como en todo fenómeno epidemiológico: es lo que determina la forma acampanada de la curva y la desviación estándar.

En lugar de enfrentar la complejidad de una realidad de contagio difícil de pronosticar por la falta de datos de innumerables variables que intervienen en el fenómeno, Guerrero asumió, por simplicidad extrema, una eventualidad imposible. Supuso que la entera población se contaminaría (sin precisar, además, el ritmo con que ello ocurriría; lo que demuestra que la previsión es completamente superficial). Pronosticar el ancho del pico de contagios, y el momento en que ocurriría, es incierto debido al comportamiento estocástico del contagio en sus comienzos, a la heterogeneidad de los patrones de contagio, a la variación territorial, y a la incertidumbre de los parámetros epidemiológicos claves.

Tercero pudo simplificar aún más el problema si asumía, también, que la entera población moriría. Pero, ¿qué utilidad tiene esta forma de hacer pronósticos?

No es un pronóstico serio

Un pronóstico matemático serio requiere que se identifique el porcentaje de asintomáticos (con la realización –en nuestro país- de más de dos mil test diarios, rRT-PCR), para seguirles las trazas a sus contactos y que se proceda a su pronto aislamiento efectivo, y se defina la reducción dinámica de la tasa de contagio Ro en las condiciones del país.

Los cálculos de Tercero arrojan un nivel de contaminación en Nicaragua 26 900 veces más elevado que la tasa de contaminación mundial. Y una letalidad 4100 veces superior. Concluye que en nuestro país el 10 % de todas las personas mayores de 70 años (21 924) morirán por el virus (si algo semejante ocurriera en el mundo con las personas de esa edad, los muertos mayores de 70 años serían 23 millones). Lo cual es un claro disparate (a estas alturas los muertos totales en el mundo a causa del coronavirus son 28 000 (Y es improbable que asciendan más de 2000 veces esta cifra actual). Obviamente, la letalidad se calcula correctamente respecto a las personas infectadas, no sobre la población en general, que nunca –en ninguna época de la historia, ni siquiera durante la peste negra de 1348, la más grave en la historia humana- se infecta en su totalidad).

El señor Tercero ha supuesto:

  1. Que se infecta la entera población del país (como si fuese un escenario válido). Lo cual es absurdo, precisamente por el crecimiento logístico de la enfermedad viral, limitada por la capacidad de carga (o de recursos disponibles para el virus). Esto explica la conocida inmunización de rebaño, por la cual cuando el número de curados supera el número de nuevos enfermos, se limita la ulterior transmisión del virus a las personas sanas, debido a la inmunidad adquirida por quienes se han curado. Los epidemiólogos establecen que el umbral máximo de contaminación de una población que no adopta ninguna medida (ni de parte de las autoridades ni de la población) es del 60 %. Jamás 100 % como supone Tercero (ya que ese escenario es epidemiológicamente imposible si hay inmunidad adquirida, lo que aún no se confirma con este nuevo virus, aunque es lo usual, por un cierto período, antes que el virus mute. Y este es de los virus que menos muta).
  2. En tal caso, Tercero supone arbitrariamente que la letalidad del virus en Nicaragua sería 16 veces inferior a la de Lombardía, Italia (cuyo índice respecto a los infectados es, por ahora, el más alto del mundo, de 12 %).
  3. Al suponer que se infecta la totalidad de la población nicaragüense, Tercero ha asumido un índice de infección 1429 veces mayor que en Italia (y uno de letalidad 16 veces inferior). De modo que peca, en un caso por exceso y, en el otro, por defecto. Parece seguir a la letra el proverbio español: “Si pecáis, pecad bien, porque la penitencia es la misma”.

Errores en el modelo de cálculo de Guerrero

En consecuencia, la cifra del señor Tercero, que proyecta 49 820 muertos para Nicaragua a causa del coronavirus, es un despropósito mayúsculo, que el orteguismo puede utilizar triunfalmente arguyendo que cualquiera que sea la cifra escandalosa de muertos que ocurra en Nicaragua por su negligencia sería un éxito comparada con las proyecciones disparatadas de Tercero.

Otro error es que Tercero no determina el punto de inflexión del crecimiento exponencial (proporcional a la población), o el pico (o valor máximo) de contagios en el tiempo (o la curva S del contagio, antes que el número de infectados asuma la probabilidad de difusión normal en forma de campana de Gauss).

En la medida que la población se ponga en cuarentena voluntariamente disminuye la Ro (la tasa de contagio) y disminuye el número de personas susceptibles de contraer la enfermedad, de manera, que se detiene la cantidad de contagios diarios, y la transmisión comienza a descender.

Y otro error es suponer que el sistema de salud (para determinar el colapso del sistema, a partir del cual los contagios graves mueren sin asistencia médica) se modele en este caso por las supuestas camas disponibles en general, y no por las unidades UCI (Unidades de Cuidados Intensivos y unidades de cuidados críticos para atender las neumonías graves), en la que las camas existen en cantidad cincuenta veces inferior a las camas disponibles en general.

En una situación de contagio relativamente similar (proporcionalmente) a la de Italia se requerirían 250 Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), que nuestro país, con 13 UCI,  está lejos de tener.

Para determinar el colapso del sistema de salud se requiere también contar los ventiladores existentes para la respiración asistida (supuestamente en nuestro país hay 79 unidades disponibles en estos momentos). Muy limitados para los requerimientos en el pico del contagio. Y se debe contar con que hay un reducido personal médico especializado en tal cuidado crítico (que debe estar dotado, además, de las correctas medidas de protección, baste observar que en Italia hasta ahora han muerto en su puesto de trabajo 44 médicos y más de 6200 personal sanitario se han infectado por falta de protección adecuada). En China se infectaron más de 3400 entre médicos y personal de enfermería.

Otro error de Tercero es que supone (como se observa en el gráfico que ha presentado) que en 50 días (el 7 de mayo) habrá concluido la epidemia en Nicaragua si se infecta la totalidad de la población. La duración, en ausencia de medidas, se puede determinar en el momento que cesa la propagación exponencial, ya sea porque hacen efecto las medidas estrictas de cuarentena, que es lo que ha faltado en Italia (resulta incomprensible que en Bergamo –centro de la más alta contaminación en Italia- alguien diga que sale cada dos días a hacer las compras en el supermercado del barrio); o bien, porque se ha alcanzado el límite de la capacidad de carga del virus (cuando no se adopta medida alguna), y la contaminación alcanza al 60 % de la población. En Sicilia comienzan a ocurrir saqueos a los supermercados (lo que introduce otra variable desastrosa a la epidemia).

El MINSA, que vive en una burbuja incompetente, asume, sin cálculo alguno, arbitrariamente, un periodo de duración de la epidemia de seis meses (con una tasa de contagio lineal –por decreto burocrático- de 0.5 % en 180 días y, a partir de ello, deriva el resto de cálculos aritméticos infantiles).

*Ingeniero eléctrico


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Fernando Bárcenas

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