19 de marzo 2020
Salus populi suprema civitatis lex est
Daniel Ortega, entrampado como está en un aislamiento creciente, debe mover sus piezas rápidamente para abrirse una salida política, o avanzará torpemente hacia una implosión de su régimen inviable.
El dilema del poder anacrónico, es que sólo tiene solución a su crisis si el poder se transforma. Es decir, si Ortega es apartado del poder por fuerzas que hoy todavía le apoyan. La tendencia más probable, entonces, es a la implosión del orteguismo. Y esta tendencia se hace más probable con la amenaza del coronavirus.
La consigna del momento es la libertad de movilización, sin Estado policial. Todo lo demás es lírica orteguista de mal gusto.
Movilización ante la pandemia del coronavirus
La amenaza sanitaria del coronavirus es un inmenso problema ético. Con los cambios de prioridades que experimenta la sociedad por la pandemia del virus, el orteguismo, además de ser percibido como una dictadura criminal, con toda seguridad será visto ahora como una distopía, es decir, como un orden indeseable por definición, como un sistema detestable, que proyecta 32 mil infectados por el virus. Relativamente, 68 veces más grave que en China
En estas circunstancias, la política adquiere un carácter ético perentorio. Normalmente, la ética va escondida dentro de la política revolucionaria, y nadie se percata de ella porque los combatientes populares, en la medida que surgen del pueblo, la cargan regularmente en su mochila como un implemento nacional más, junto al himno y a la bandera nacional. Esta vez, a causa del coronavirus, la ética sacude a la política, la despabila, y la pone en movimiento sin retraso, de modo que vaya adelante previniendo la epidemia.
El orteguismo, en cambio, no sólo adopta medidas procíclicas que agravan la crisis económica, sino, que adopta medidas pro pandemia, que promueven la difusión del coronavirus.
Cuando la nación se encuentra inerme frente a una amenaza real, que se ensaña en los sectores más vulnerables, la ética exige acciones solidarias urgentes. que vuelven intolerable la opresión orteguista, irresponsable, caprichosa, inútil, criminal.
La libertad, en sentido práctico, es la capacidad de tomar decisiones sensatas para que los recursos físicos y humanos sean usados eficazmente para el desarrollo más humano de la nación. Hoy, la consigna de libertad de movilización debe servir, no tanto para irrumpir en las calles, como para desenganchar a la nación del agarre dictatorial, a fin de enfrentar eficazmente, con un plan lógico, la amenaza sanitaria del coronavirus.
Mientras un régimen inviable se mantenga en el poder, el Estado policíaco se volverá caótico, generando inestabilidad productiva. Y la sociedad deberá escupir ese orden caprichoso insostenible, como un hueso atorado en la garganta.
Un gobierno criminal promueve el coronavirus
Actualmente, las elecciones pasan a un segundo plano, y toda la estrategia disparatada de la coalición nacional N celeste también. La contradicción fundamental de la nación radica, en estas circunstancias, entre la seguridad sanitaria nacional y la dictadura. Y la política se decanta en torno a esa contradicción.
Ortega piensa que el coronavirus, en la medida que cause estragos en la población, le permitirá salir de la crisis.
Según sus cálculos, podrá justificar, entonces, un control militar de la sociedad; prohibir manifestaciones libertarias por criterios sanitarios; ejercer un control en los barrios, cuadra por cuadra, con sus turbas y paramilitares (CPC), confundiendo aún más el Estado con el FSLN. Y podrá chantajear a la población, negándole discrecionalmente el acceso a la infraestructura hospitalaria y a los recursos médicos durante la emergencia. Podrá frenar, además, las sanciones y abrir un túnel en el cerco financiero que le han impuesto, para acceder a recursos urgentes (que podría usar a discreción). La falta de democracia pasa por un buen rato –en apariencia- a segundo plano. Y si buena cantidad de ancianos mueren (desafortunadamente, es obvio), por su vulnerabilidad natural al virus, el INSS podría revertir su déficit con la reducción espontánea de las pensiones. Ortega se frota las manos, como si algún conjuro malévolo le hubiese dado resultado. No importa si los primeros infectados y propagadores exponenciales del virus son sus propios seguidores.
Para la dictadura, emergencia sanitaria significa una coartada (supuestamente, con el fin de detener la propagación desenfrenada del virus) para dar otra vuelta de tuerca a la represión policiaca-militar.
El dictador parece condenado a ser cada vez más torpe. Y recordemos que no pueden hallarse juntas –como decía Cicerón en los oficios, en los diálogos de la vejez- la utilidad y la torpeza. De manera, que ahora, durante la crisis sanitaria, la torpeza orteguista es más criminal.
Gobierno provisional para enfrentar el coronavirus
Ahora se nos presenta, otra vez, el momento de adelantar la consigna propagandística de gobierno provisional para enfrentar de forma humana la epidemia del coronavirus.
Un gobierno provisional representativo – no de los diferentes sectores o partidos políticos, ¡válganos dios! -, sino, de la nación… De la nación que ha comenzado a florecer a partir de abril. Un gobierno cargado de simbolismo nacional de nuevo cuño.
Yo propondría al frente de este gobierno a una joven, ex presa política, valiente, inteligente, políticamente independiente, estudiante aventajada del último año de medicina, sin ambiciones políticas personales: lo más puro de la rebelión de abril. Con un enorme carisma personal, y con la sonrisa más cautivadora del país. Que –por supuesto- todo ayuda.
Ella, en contraposición a la familia Ortega. Los dos polos opuestos de la polarización del país, entre libertad y dictadura, entre civilización y barbarie. Entre limpidez y oscuridad retorcida.
En este caso, no es necesario votar por ella. Nadie selecciona su mejor arma por votación. Bertold Brecht escribía: ¡Maldito aquel pueblo que necesita héroes! El sandinismo y el orteguismo usaron el culto al heroísmo –más que a la investigación científica y a la innovación- para construir regímenes burocráticos obtusos, independientes de la sociedad, que basarían su dominación en restringir las libertades del pueblo. Parafraseando a Brecht, diríamos ahora: ¡Maldito el pueblo que en una crisis mortal selecciona sus símbolos nacionales mediante votación! Los símbolos nacen en las entrañas de la nación, por el respeto unitario que producen en los ideales de la colectividad. Una revolución democrática no se hace con métodos democráticos, porque se pondría la carreta delante de los bueyes. Cada cosa a su tiempo. Son momentos de lucha, el debate es estratégico, no sobre métodos formales.
Un gobierno provisional, sin políticos tradicionales, es necesario para generar disciplina colectiva autoconvocada frente a la amenaza sanitaria, en lugar de la especulación y de la represión brutal del orteguismo, que saliva frente a las oportunidades del coronavirus de reforzar la dictadura.
Plan del gobierno provisional
El gobierno provisional nombraría un consejo de científicos –integrado en buena medida por el personal médico que fue despedido por Ortega del sistema de salud por atender a la población herida por los paramilitares- para que tracen la estrategia de contención del virus. Solicitará a China el auxilio de algunos científicos para que asesoren a este consejo de expertos.
Garantizará el abastecimiento suficiente de los kits de prueba al más bajo costo, y la modernización inmediata de los laboratorios para los análisis respectivos de las muestras faríngeas requeridas, a fin de disminuir los falsos positivos y negativos, aislando lo más pronto posible a las personas infectadas que prontamente sean detectadas.
Solicitará a China y a Corea del sur el suministro de respiradores adicionales para triplicar de inmediato la capacidad actual.
Promoverá que la población permanezca en sus casas, hasta que la epidemia esté bajo control y descienda el pico de contagios diariamente.
Consecuentemente, cerrará la actividad escolar y universitaria, y suspenderá todos los eventos deportivos, religiosos y culturales que impliquen aglomeración de personas.
Organizará, bajo normas de seguridad, los centros de trabajo que puedan producir y proveer víveres y artículos sanitarios, así como los medios de logística indispensables para la población.
Establecerá una central de llamadas (en cantidad suficiente para que no se sature) donde quienes sospechen de tener los síntomas de la enfermedad (o de haber entrado en contacto con alguien que presente dichos síntomas), puedan reportarlo las 24 horas del día, a fin que en su casa de habitación se coordine su detección, confirmación y, luego, la atención oportuna según la gravedad.
Preparará un contingente de personal médico disponible para atender a los enfermos, incluso suficientes en el pico de contagios.
Aseguraría, con el presupuesto de la nación, que la población que deberá permanecer en sus casas reciba sus ingresos monetarios, a fin que puedan adquirir lo esencial para sobrevivir a la emergencia.
Proveerá el abastecimiento al menor costo posible de material sanitario a las farmacias y de víveres a los supermercados (en cada localidad), para que exista garantía de abastecimiento de productos indispensables.
Destinará una partida presupuestaria para proveer a los sectores de bajos recursos el paquete sanitario indispensable para adoptar medidas preventivas en cada hogar.
Incrementará la infraestructura hospitalaria de emergencia con una partida presupuestaria excepcional (de US $ 360 millones). Pondrá en actividad a la industria de la construcción deprimida, y a los casi 400 mil desempleados (con las debidas medidas de prevención al contagio) para construir en un mes cuatro hospitales de 200 camas y 22 mil metros cuadrados cada uno, para generar empleos y aumentar la capacidad de atender la emergencia. China, al comienzo de la crisis, construyó de cero dos hospitales de unas mil camas cada uno en una semana.
Pondrá a los 17 mil policías y a los casi 20 mil miembros del ejército a construir en un mes 300 centros de salud en los municipios más necesitados; y les destinará a resguardar que la población no circule irresponsablemente, más que por los motivos dispuestos como indispensables.
Solicitará personal voluntario para la atención hospitalaria de emergencia, y a escuadras de boy scouts para ayudar en su alimentación a las personas mayores desvalidas, y en la adopción de medidas que prevengan su contagio.
Este gobierno provisional se ofrecerá como alternativa para que fluya al país la ayuda que la comunidad internacional no estaría dispuesta a entregar a Ortega.
En conclusión: ¡No es posible combatir eficazmente al coronavirus sin salir del orteguismo!
*Ingeniero eléctrico