Guillermo Rothschuh Villanueva
4 de marzo 2020
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Los más agraviados en Catedral, mientras se celebraba la misa de cuerpo presente del poeta Cardenal, fueron los periodistas.
El Gobierno Ortega Murillo envió turbas a asediar la misa de cuerpo presente de Ernesto Cardenal, que agredieron a asistentes y periodistas. // Foto: Carlos Herrera
La desgracia del poeta en Nicaragua es que se le deshonre
aún después de muerto, lo hicieron con Darío, lo hicieron con Cardenal.
Es verdaderamente indignante.
Karen Sosa
Los actos de violencia en catedral durante la misa del padre Ernesto Cardenal resultan bochornosos. Ponen al desnudo nuevamente la dualidad que caracteriza al Gobierno del comandante Daniel Ortega y Rosario Murillo. Un desmentido absoluto a los tres días de duelo decretados para honrar la memoria del poeta nicaragüense más celebrado en el ámbito mundial. Mandar a su militancia a sabotear la misa desdice del presunto cristianismo que enarbola en sus discursos la vicepresidente Murillo. Muchos han señalado —incluyendo a la más alta jerarquía católica— que se trata de una consigna política en un pueblo mayoritariamente cristiano. Nada más.
Las agresiones se suman a la larga lista de ataques lanzados contra los nicaragüenses a lo largo de los catorce años de permanencia continua en el poder del comandante Ortega. Las embestidas subieron de nivel a partir de abril de 2018. El calvario de los nicaragüenses no cesa. No hay tregua ni clemencia. El uso desmedido de la fuerza se ha convertido en norma de Estado. Ni una sola cabecera departamental ha escapado a la violencia ejercida por los gobernantes. Una receta que confirma la imposibilidad de transigir con los sectores opuestos a la forma que ejercen el poder y administran la cosa pública. No se puede gobernar a base de insultos y utilizando la cachiporra.
Los gobernantes no han podido contener las protestas, ante los magros resultados mantienen en permanente desplazamiento a la policía por las calles de la capital. El patrullaje es intenso. Los vehículos policiales se desplazan por las carreteras aledañas a Managua. Las rotondas están bajo vigilancia permanente. Existe el temor de que vuelvan a ser tomadas. No hay otra explicación. La rebeldía de los estudiantes se mantiene pese al riesgo de ser encarcelados. Los centros comerciales —Galerías Santo Domingo y Metrocentro— han sido objeto de invasión policial. Los reclamos de las cámaras empresariales y del Cosep han sido desatendidos.
Los más agraviados durante las acciones en catedral la tarde del tres de marzo, mientras se celebraba la misa de cuerpo presente del poeta Cardenal fueron los periodistas. Sufrieron acoso, golpes y robo de sus cámaras, micrófonos, celulares, mochilas y demás herramientas de trabajo. A solo dos días de haberse conmemorado el Día del Periodista en Nicaragua fueron otra vez vapuleados. La saña con que actuaron los agresores obedece a la total impunidad con que actúan. En muchas ocasiones han actuado con la venia de la policía. El libertinaje que gozan pareciera indicar que les han extendido una licencia que les faculta a rajar cabezas y a patear a los agredidos.
Los periodistas son golpeados sin reparar en qué medio de comunicación laboran, no hacen distinción de que estos pertenezcan a un medio nacional o internacional. Al largo listado se suman ahora los nombres de Leonor Álvarez, del diario La Prensa, Hans Lawrence, Nicaragua Investiga, David Quintana, Boletín Ecológico, Arnaldo Arita Salinas, Corresponsal Reuter Vídeo Nicaragua y Mario Medrano de la Cadena Internacional de Noticias CNN. Como en ocasiones anteriores los mandatarios no repararon en las consecuencias de estos actos. Todas las transgresiones al ejercicio profesional del periodismo se convierten de inmediato en violaciones a la libertad de expresión.
Debido a la contundencia de los golpes fueron hospitalizados los periodistas Hans Lawrence y David Quintana. Acostumbrados a agredir y repetir consignas los militantes sandinistas gritaban dentro del templo: Patria Libre o Morir, No pudieron ni podrán, Viva Daniel. Las peticiones del representante del Papa Francisco en Nicaragua, el nuncio Waldemar Stanislaw fueron desoídas. Con la intención de aquietar los ánimos para que la celebración de la misa siguiera su curso, el nuncio les propuso: “Si es necesario me pongo de rodillas”. Todo fue inútil. No lo consiguió. En ningún momento cedieron. Las órdenes eran claras y no tenían por qué cambiar el guión.
La contradicción de los gobernantes es flagrante, hace menos de un mes —el pasado siete de febrero— hicieron entrega a La Prensa de los insumos retenidos durante 500 días. Un gesto que debió calar de manera positiva en los gobiernos y organizaciones defensoras de los derechos humanos y de la libertad de expresión. Con lo ocurrido vuelven a ponerse en mal predicado. Indica que no hay manera de contemporizar con el periodismo nicaragüense. La denuncia hecha por la organización de Periodistas y Comunicadores Independientes de Nicaragua (PCIN), contabiliza que entre el 16 diciembre de 2019 y el 29 de febrero de 2020, registraron 61 casos de violencia en su contra.
Los sucesos en catedral conmocionaron a los nicaragüenses, las redes sociales se hicieron cargo del tema. Decenas de críticas circularon de manera profusa. Algunas se convirtieron en virales. Las muestras de descontento y la emotividad fueron una constante. En esa mar profunda y de aguas agitadas que es la Red, circularon estados de ánimo muy agresivos y mordaces. Expresaban rabia. Todos muestran descontento y condenan el hecho de haber invadido catedral. La repulsa fue generalizada contra los hechores y los autores intelectuales. En vez de abonar a la concordia, la irritación y el descontento fueron los resultados. ¿Eso pretendían?
La invasión de catedral demuestra que la ruptura con la alta jerarquía eclesiástica es más profunda de lo pensado. ¿Será que el nuncio Waldemar Stanislaw dejó de ser un interlocutor válido para los gobernantes? Sus ruegos no fueron escuchados. ¿El comunicado hecho público por la Arquidiócesis de Managua, señalando que no se vislumbran “caminos de una salida pacífica a la crisis, cuyos obstáculos principales son la falta de condiciones mínimas para elecciones, la división por intereses mezquinos, el estado de sitio de facto y la continua violación de derechos humanos confirmada por organismos internacionales, que alargan la agonía del pueblo”, resultó indigerible para los gobernantes? Así parece.
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Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
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