3 de marzo 2020
Un mundo así, pero en miniatura, es el nuestro. Con su estrechez territorial entre dos grandes océanos, ajeno, más bien enajenado, por el carácter privado que tiene la posesión de sus mejores tierras, e hipócrita, porque la sociedad que aquí ha vivido, le diseñó un régimen político injusto, apodándolo… democrático, con un poder estatal, cuyos gobiernos nunca han representado de forma cabal –ni a medias— los intereses de todos sus habitantes.
Para muestra, una reciente: un general y un presidente, casi lloran al transmitir sus amorosos mensajes a sus “hermanos dueños de la misma patria”. Pero, miles de horas antes, y menos de 24 horas después, centenares de “hermanos” guardias, disfrazados de autoridad policial, siguieron asediando a la población para –con un amor impulsado por el odio—, impedirla moverse libremente fuera de sus casas.
Son algunas de las prácticas habituales, junto a otras dedicadas a vestir de negro luto las casas de sus “hermanos”. Esos amables parientes que tenemos en el poder, hacen su turno en el gobierno de una ínfima minoría, administrando el país como si fuera de su propiedad, despreciando los derechos de su querida hermandad (pese a que “todos somos hijos de Nicaragua”).
Todo eso, y otras cosas más, constituyen la carga de expresiones subculturales y peudopatrióticas, con la cual construyen su propia pretendida realidad.
De ello, y para defender su dictadura compartida en matrimonial conjura, se encarga una mujer con su lenguaje barroco, dizque amoroso, y de una religiosidad camandulera. No les importa que la suya sea una odiosa dictadura que en quinientos años de historia, después de la dictadura colonial hispano-europea, ninguna otra generación había sufrido como las generaciones actuales. Aquella mataba “por su fe”, esta mata… “con amor”.
Sus adjetivos calificativos pretenden ser hirientes para sus adversarios (“desalmados”, “avaros”), y se les vuelven sus autoretratos. Sus acusaciones pretenden criminalizar las actividades políticas de sus opositores (“violentos”, “salvajes”) pero terminan definiendo algunas de sus personales características.
Con sus hordas armadas con un odio a muerte hacia sus “hermanos” y, de paso, le dan muerte a la paz social (“para mantener el orden”). Pero invocan la paz, la suya, la que les permite cometer delitos sin permitir ninguna queja (ni siquiera un “hijueputazo”… porque lo castigan con un golpe aún más fuerte).
Con sus negocios nada limpios, de esos en que han sido tan pródigos los gobiernos corruptos, se han enriquecido sin medida –o mejor dicho, de modo incalculable—, pero todo hecho y proclamado en nombre de (“nosotros”) los pobres.
En fin (no de la hipocresía de nuestra señora de El Carmen) puros cuentos, con los que ella expresa su enajenación de la realidad. Y, como dice Freud, “el sueño es un fenómeno habitual en la vida de todo ser normal, por más que sus características discrepen de las producciones que presenta” durante su propia vigilia… la que ella es una anormalidad que aprovecha para decretar pesadillas.
Entonces, para ella, soñar con una vida nacional normal y en paz, significa poder hacerles la vida de a cuadritos a sus queridos y felices “hermanos” nicaragüenses…”con amor, mucho, mucho amor”.
II
En la otra parte del mundo, la más ancha y ajena, la hipocresía disfruta de su reinado en monarquías y también en repúblicas. Por allá anda sembrando el terror, entre reyes, reinas, presidentes y siervos, la expansión del coronavirus que ya tocó más de cincuenta países (si en vez de ser un virus made in China, fuera made in USA… ¿seguro que no asustaría tanto?).
De todos modos, el tal coronavirus (alias covid-19 es un auténtico peligro. Pero también permite conocer una auténtica una muestra de hipocresía.
¿De qué hablamos? De que en los países lozanos por sus bolsas financieras, se estremecen porque están en peligro de ser vaciadas, pues sus monedas están perdiendo puntos ($) por causa del covid-19.
Pero nadie se alarma porque en todos los países enriquecidos, tanto como en los más empobrecidos… ¡ya ni meten en sus cuadros estadísticos toda la cantidad de mujeres asesinadas diariamente por hombres de la calle, ante la indiferencia cómplice de hombres de Estado!
Con toda seguridad, que desde hace mucho tiempo antes que apareciera el covid-19, el número de mujeres asesinadas –solo en unos pocos países— supera con creces el número de las víctimas del coronavirus.
¿Y cuántos países con Gobiernos confesionales y Gobiernos tolerantes han puesto en cuarentena, alguna vez, al virus de la misoginia? ¿Cuántas medidas preventivas han tomado para impedir el diario asesinato de mujeres a manos de “sus” hombres? ¿Cuántas bolsas de los bolsudos del mundo se han estremecido por causa de la devaluación humana de los machistas, que ha causado más víctimas que las pandemias que en la historia han azotado a la humanidad?
III
Mientras esperamos las respuestas, aún vivos y libres del coronavirus, veamos otro parte –grande, por cierto— del mundo ancho, ajeno, hipócrita y rico.
Al viejito iconoclasta, Bernie Sanders, en campaña buscando ser el candidato oficial del Partido Demócrata frente en las elecciones al chele tapudo Donald Trump, lo tienen bajo fuego sagrado kuxkuklanesco por haber dicho lo que todo el mundo sabe desde hace 60 años: que Fidel Castro impulsó una exitosa campaña de alfabetización en Cuba (¡va de retro satanás!)
“Bueno --dijo al finalizar su defensa por TV—, la verdad es la verdad”. Como quien dice, vuestro Kux Ku Klan no es el dueño de la verdad. Tu verdad, es hipócrita, como son tus elecciones (eso no lo dijo Sanders, pero no fue necesario que dijera, pues es verdad).
Las últimas elecciones, made in USA, no las ganó Trump, pues no obtuvo la mayoría de los votos populares, pero “ganó” por los votos de un Consejo Electoral integrado por políticos al servicio de la plutocracia norteamericana. Una hipocresía política (¿original?)
Luego, otra hipocresía: a Sanders lo atacan no solo por lo que dijo de Fidel y la alfabetización, sino por sus propuestas electorales, entre otras progresistas, sobre la salud y la educación universitaria gratuitas, a cargo del Estado.
Suena a blasfemia de lesa democracia en un país, donde salud y educación privadas, son unas de las fuentes de ingresos de los multimillonarios negocios de políticos, como el mismo señor Broomberg, “compañero de partido y rival de Sanders en la actual competición por la candidatura oficial del Partido Demócrata.
Más de uno de los políticos de la plutocracia yanqui han acusado de “comunista” a Sanders, lo que seguramente no le causará la muerte, pero deja al desnudo la hipocresía del circo electoral norteamericano, pues como escribe en Confidencial el catedrático Jefrey Sachs (27/02/2020): un político como Sanders, en Europa solo sería… ”un socialdemócrata tradicional”.
Pero, además de la reacción hipócrita, kuxkukanesca y medieval contra Sanders de parte de los patronos, hubo otra reacción de sus empleados políticos llamados cubanos-“americanos” (si estos son “americanos”, entonces ¿de qué continente, que no sea América, serán los cubanos que están en Cuba?).
Ellos también hicieron coro en su iglesia política republicana contra Sanders, por motivos conocidos: los negocios que perdieron sus antepasados en las áreas de la salud y la educación privadas en la Cuba muy “democrática” de ayer.
Sálvense quien pueda de la hipocresía, pues a veces hay quien quiera salvarse…y no siempre puede.