21 de febrero 2020
Construir una gran coalición que insista en la liberación de los presos políticos y derrote en las urnas a Daniel Ortega –sea dentro de tres meses, o a finales de 2021- es una tarea que exige disciplina, pero también entender que nadie tiene la razón solo por ser joven, o por ser viejo, sino por ser decente, en opinión del profesor universitario y excarcelado político, Ricardo Baltodano.
En el programa Esta Noche, que se transmite en línea, el también activista opositor habló acerca del asedio que sufren los reos de conciencia que el régimen ha soltado sin que eso signifique que hayan recuperado su libertad plena, porque sufren acoso constante de parapoliciales y policías, tanto en sus casas como a muchos lugares a los que van.
“Desde el 14 de octubre que fue la primera vez que llegaron varias patrullas a mi casa y se tomaron fotos, he tenido 68 visitas, contadas, porque hemos hecho los reportes día a día” para el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional (Cejil, por sus siglas en inglés).
Si bien el movimiento autoconvocado tomó a todos por sorpresa –tanto a sus protagonistas, como a la dictadura y sus bases de apoyo- Baltodano considera que “tenemos que pasar de una etapa autoconvocada, a niveles de organización más serios, más orgánicos. La dictadura nos está imponiendo el modelo de los movimientos sociales demasiado amplios, demasiados flexibles, y esta etapa de resistencia requiere niveles superiores de organización”.
Ello implica que uno de los protagonistas más importantes de esa lucha cívica -los estudiantes- “tienen que adaptarse a los niveles de exigencia y disciplina que requiere un trabajo sostenido. Ejercer un debate más sano, y no solo la crítica basada en que no escucho al otro: todos debemos escucharnos”, ilustró.
“A veces, hay tendencias generacionales que quieren enfatizar que yo soy el que tiene la razón. Aquí el que tiene la razón es el ciudadano decente, y hay ciudadanos decentes de todas las edades, así como hay muchachos que no reúnen los requisitos éticos y morales”, sentenció el académico.
“Esto no es un problema entre jóvenes y viejos, sino entre una parte de la sociedad decente que quiere romper de una vez este círculo vicioso de gobiernos corruptos, pactistas, que trabajan de espaldas al pueblo. El pueblo debe estar organizado para ejercer una fuerte presión ante cualquier gobierno”, enfatizó.
Policía bueno, policía malo
Las historias que cuentan los excarcelados tienen al menos, dos denominadores en común: el relato de los horrores sufridos en la prisión, y el asedio constante al que son sometidos una vez que recuperan su libertad física, pero no legal, en la que no disfrutan de sus libertades políticas, ni de paz mental.
Baltodano relata que él, y otro grupo de activistas políticos “hemos sido víctimas de permanente acoso”, en virtud de que “nos tienen identificados como un grupo que hace trabajos concretos y desarrolla un determinado tipo de actividad. Quieren mantenernos bajo control, bajo presión, pero nuestra reacción no ha sido la que ellos buscan, sino que hemos seguido trabajando” igual.
“En mi caso, he llegado a cierto nivel de acostumbrarme a la presencia policial, ahora reducida los sábados y domingos”, días en que permanecen desde las ocho de la mañana, hasta las doce o una de la tarde.
“En ocasiones más recientes, yo salgo, los saludo y converso con ellos, y les he preguntado directamente, qué pasa, por qué tanto alboroto. Ellos responden que me están cuidando y me están haciendo importante al estar ahí presente”, relató.
No siempre son tan amables. Baltodano recuerda que una vez le enviaron unos documentos en una camioneta. “Ese día detuvieron el vehículo, lo revisaron por más de media hora, y lo soltaron. El mensaje era que si ellos están ahí, no puedo recibir visitas. Yo procuro que nadie llegue a la casa mientras ellos están ahí, aunque tampoco la gente está muy deseosa de llegar”.
Considera que lo que le pasa “es una decisión totalmente basada en la arbitrariedad, y no depende de lo que yo haga o no haga. Eso sí, yo he seguido haciendo todo lo que he pensado, y si dice la Radio Corporación que llegue, yo llego. Si hay una reunión de la UNAB, yo voy; de la UPPN, yo también voy”.
“No me he limitado en mi actividad política, porque he decidido no dejarme agobiar por esa permanente incertidumbre y presión”, prometió.
Libérenlos ¡a todos!
Así como él y varios centenares de presos políticos recuperaron su libertad física, el académico aboga por trabajar sin desmayo para lograr que salgan de prisión otras 71 personas que siguen encarcelados por ese afán de venganza que ha mostrado el régimen de Daniel Ortega… no después de 2018, sino desde mucho antes. Desde inicios de la década pasada.
El más antiguo de esos 71 (y no los 61 que contabilizan las organizaciones Azul y Blanco, después de la última liberación de reos políticos) es Marvin, ‘El Cachorro’, que sirvió una condena de seis años de cárcel después que “le montaron una acusación por fraude”, y luego de permanecer detenido seis meses más de lo ordenado por el juez, lo acusaron de comerciar droga ¡dentro de una cárcel de máxima seguridad! y lo condenaron a doce años más.
Baltodano también incluye en esa lista a los nueve ciudadanos que fueron señalados como culpables de haber disparado contra la caravana en la que simpatizantes del Frente Sandinista regresaban a sus casas en el norte del país, después de haber participado en los festejos por el 35 aniversario del derrocamiento de Anastasio Somoza.
A pesar de todas las dudas en torno a la solidez de las pruebas que presentó la fiscalía, el grupo fue condenado a duras penas, que en su caso, se ven agravadas por razones políticas.
“Ellos son maltratados entre todos los maltratados, porque en la cárcel, la guardia, los policías, no tratan bien a nadie: ni a los presos comunes, ni a los reos políticos, y con los presos políticos por supuesto, hay un nivel de ensañamiento permanente”, recordó.
Por ello –por lo injusto y cruel del encarcelamiento de estos ciudadanos- Baltodano instó a los partidos políticos, a las organizaciones y organismos que se identifican como Azul y Blanco, a redoblar esfuerzos para lograr la liberación de todos los presos políticos, muchos de los cuales expresan sentirse abandonados por la sociedad.
“De eso se trata la Coalición: de unir esfuerzos para liberar a los presos políticos, restablecer las libertades civiles y políticas, obligar a Ortega a hacer reformas electorales que nos garanticen elecciones libres, en el momento que sea”, definió.
“Podemos ir a elecciones, incluso dentro de tres meses si hay voluntad política, y seguramente Ortega las va a perder, hoy o dentro de un año, porque la base popular de Nicaragua está harta del orteguismo, y de ese permanente acoso en que vivimos: si no nos persiguen con patrullas, nos fotografían, y no solo a los expresos políticos: es a toda la sociedad en su conjunto”, describió.
Las universidades claudican; los universitarios, no
El proceso de anulación de la autonomía universitaria fue uno de los elementos que avivó el ardor de los estudiantes de las diversas almas mater del país, aunque muchos de sus docentes no se quedaron atrás.
Baltodano fue uno de ellos. Desde su plaza como profesor, y su puesto como secretario del sindicato “Américo Tapia Colón”, de la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli), el catedrático recuerda que “quisieron doblarnos el brazo como sindicato, porque ejercíamos una visión distinta de hacer labor sindical”.
“No éramos un organismo partidario de nadie, sino que veíamos por los intereses de todos los docentes y los trabajadores. El sindicato levantaba la voz de los trabajadores de limpieza, de los técnicos y profesionales, y el orteguismo quiso pararnos”, rememoró.
El académico considera que “la autonomía universitaria solo se podrá recuperar con la caída del régimen orteguista. Antes, aunque no había los niveles de represión que se desató en abril, sí había un silencio impuesto en las universidades: en ninguna era posible llevar a intelectuales, analistas económicos o sociales de renombre, porque lo miraban como una amenaza”.
Su conclusión es que “las autoridades de las universidades que reciben fondos del 6%, optaron por la política del avestruz… dejaron que el orteguismo se impusiera, y que le pusiera límites a la actividad académica y al debate científico intelectual”.
De las autoridades de la Upoli, dice que “siempre han defendido la libertad de cátedra”, pero ahora están “acomodadas al régimen, que ha entrado a un nivel de represión, mucho más alto”.
Esas autoridades “siguen diciendo que hay libertad de pensamiento, y tratan de evitar los conflictos entre grupos, pero se han doblegado a las orientaciones del régimen. Han nombrado decanos y autoridades que son abiertamente orteguistas e ineficientes, con tal de mantener un equilibrio con el régimen, que no les afecte el 6%”.
Con todo, su percepción es que aún hay esperanza, pues si bien detecta una “situación triste en todas las universidades”, también encuentra una actitud de resistencia pasiva que le lleva a decir que “no la tienen ganada por ningún lado”.
Su esperanza es mucho más fuerte al analizar las organizaciones estudiantiles, muchas de las cuales “tienen células de trabajo a lo interno de las universidades”, que hacen un trabajo “semiclandestino, o clandestino, porque están esperando el momento en que pueda volver a haber una nueva acción de rebeldía popular que rompa ese estatus quo”, relató.