11 de febrero 2020
La rebelión del 18 de abril, es una explosión social que ha desbordado su energía por muchos años reprimida, buscando su espacio de libertad, enfrentando obstáculos represivos —a veces ensangrentados por la dictadura— y ganando experiencia en un proceso interno de definiciones políticas.
En la lucha para llegar a su objetivo, con civismo patriótico, el pueblo sublevado se organizó en torno a la Alianza Cívica y de la Unidad Nacional Azul y Blanco, y juntas trabajan por la unidad en la acción de la mayoría opositora, por medio de una Coalición Nacional como el instrumento orgánico necesario para enfrentar y derrotar a la dictadura.
Por tratarse de que esas fuerzas políticas, rebeladas en aquel memorable abril, son compuestas fundamentalmente por las nuevas generaciones, apenas comenzó a ganar conocimiento político para adquirir conciencia de que –pese a lo duro que es vencer una dictadura— les esperan tareas más importantes en la construcción de un nuevo estado democrático.
Para el éxito de este proceso, a casi dos años de aquel abril, nos encontramos tras la búsqueda de ese mejor conocimiento de las causas de los fenómenos políticos que van surgiendo, tratando de superar las limitaciones orgánicas y, al mismo tiempo, consolidando y fortaleciendo la unidad en la acción.
Frente a esa labor, a los obstáculos represivos de la dictadura se le han sumado otros. ¿Cuáles son estos nuevos obstáculos que tratan de impedir el logro de mayores niveles de organización y de unidad?
- El primero, la herencia de la vieja concepción conservadora de hacer política con personalismo, caudillismo, oportunismo y hegemonismo. Todos esos ismos, juntos o separados, están haciendo presencia tratando de frustrar la organización de la Coalición Nacional.
- El segundo, es que las fuerzas principales de la Rebelión de Abril, las jóvenes generaciones, comenzaron a cumplir su enorme e histórica función sin antes haber tenido mucha experiencia en la política activa.
- El tercero, tiene vínculos negativos con los obstáculos señalados: la actividad con fines disociadores de los sectores conservadores del tradicionalismo político que tratan de sacar ventaja de la inexperiencia política juvenil.
Hay que hablar con franqueza, porque, nunca como en estos momentos, es necesario. (Al respecto, recomiendo leer, en especial a los jóvenes, la columna de Fabián Medina, En Letra Pequeña, del jueves 06/02/20 en el diario La Prensa).
Porque es importante poner al descubierto los muchos y variados obstáculos interpuestos por los agentes políticos espontáneos y los encargados por la dictadura:
- Líderes quemados y desprestigiados que por sus antecedentes políticos oportunistas perdieron la confianza de las nuevas generaciones.
- Analistas políticos que usan el título de “exdiplomáticos”, aunque solo ocasionalmente y por un rato hubiesen ocupado una embajada en algún lugar del mundo.
- Personas curtidas en los asuntos políticos de corte tradicional, cuyas opiniones y actividades políticas contribuyen a la confusión entre las nuevas generaciones.
En política nada es para asustarse ni desalentarse; al contrario, para ser efectivo ante cualquier otro problema, hay que preguntarse y buscar las respuestas en los hechos:
¿Por qué algunos políticos hacen críticas y atacan la presencia de personas de izquierda (“socialistas”, les dicen) en la AC y la UNAB, siendo que nadie ha cuestionado su presencia por ser de derecha? Al contrario, se le ha convocado a formar parte, no de UNAB, sino de la futura Coalición Nacional.
¿Es tanta la pureza virginal en política de esta gente tradicionalista, revestida ahora de “centro derecha” –lo que a nadie importa—, para que teman contagiarse con las ideas de otros partidos y de las organizaciones sociales?
¿A qué causa y a quién sirve ese su machantismo aldeano, sino para fragmentar a la oposición, objetivamente o por encargo, favoreciendo a la dictadura?
¿No es, acaso, una reedición del viejo juego politiquero del zancudismo estimulado por los dictadores en las últimas farsas electorales? Algunos tienen ya trece años de parasitar bajo el orteguismo, a cambio de diputaciones.
Esta hipercrítica, si fuera solo la promoción del oportunismo político, no sería peligrosa, porque este vicio se denuncia por sí mismo. Lo dañino es que el oportunismo está ligado al propósito de confundir a los jóvenes para marginarlos del movimiento unitario y debilitar la lucha contra la dictadura.
Los agentes de la división y contra la unidad, saben que los jóvenes, por haber estado, y siguen estando, de primeros en la mira de la dictadura (encarcelados, asediados y asesinados, más que los de otras generaciones) son susceptibles a desesperarse por causa de la lentitud de los cambios. Esa es una reacción natural. Lo que necesitan ver, es que esa lentitud no depende de la oposición sino de los dictadores, quienes extienden su agresión y asedio de los jóvenes hacia sus familiares, sin respetar edades, precisamente con la finalidad de provocarles desesperación.
Síntomas de desesperación se ven con frecuencia. Un día, una madre angustiada y dolida porque su hijo está encarcelado mientras la Policía de Ortega le impide verlo, y sabe que sufre de los malos tratos y torturas, reacciona diciendo que le parece una traición que se hable de elecciones mientras los secuestrados no sean liberados.
¿Qué nos dice ese ejemplo?
- Que esa madre no tiene culpa de nada, solo que carece de experiencia política para ayudarse a entender la situación y no desesperarse.
- Que seguramente falta colaboración económica y moral para con ella.
- Que las alianzas deberían destinar un equipo para la atención de casos similares, con el fin de ayudar a entender que la situación política no está sujeta a cambios por su voluntad; que la crueldad con sus hijos viene de los dictadores.
- Que falta explicar que en la lucha ninguna actividad política sobra, que todos los frentes son importantes; aunque en ciertos casos es necesario priorizar alguna.
- Que de nada valdría, como no ha valido ya, lograr la libertad de diez presos políticos ahora, si mañana capturan a diez o más personas. Se debe esclarecer que la lucha por la libertad de los presos hoy, como por los de cualquier día, se está haciendo, pues moralmente obligatoria, pero que solo se romperá la cadena de encarcelamientos cuando se derrote a la dictadura.
La desesperación no sucede solo entre las madres. También entre todos los sectores, porque, ante la múltiple represión dictatorial, cualquiera tiene momentos en que no le permite razonar muy certeramente. Por eso se ven algunas deserciones y renuncias, de lo que nadie es culpable… aparte de los dictadores y sus agentes divisionistas.
Pero no es para asustarse ni perder de vista, ni un solo momento, que en tiempos de crisis política abundan las campañas con diferentes matices y pretextos contra la existencia y la unidad de la lucha organizada del pueblo, y eso viene a diario de parte de la dictadura.
Las luchas por la justicia, la libertad y los derechos humanos se prolongaría por mucho más tiempo si desconocemos, o nos negamos a reconocer, que sus adversarios inmediatos son los dictadores y, después, quienes denigran y tratan de romper la unidad en la acción.
¿Hay que asustarse por eso? NO. Porque siendo la contradicción una ley natural, solo queda entenderla, enfrentar sus consecuencias… ¡y adelante!