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La decisión de Gioconda Belli

Dentro y fuera de Nicaragua no le ha temblado la voz ni la mano para denunciar al régimen opresor de frente

Uno se pregunta si es que la semilla de la tiranía y la intolerancia no puede ser erradicada.

Silvio Prado

10 de febrero 2020

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Advertencia: Soy amigo de Gioconda Belli; que no se espere imparcialidad en el alegato que sigue. Todo lo que diré a continuación podrá ser utilizado como al ilustre Sanedrín le venga en gana.

Me ha llegado de rebote -porque vivo en el territorio libre de las tales redes “sociales”- que la decisión de Gioconda Belli de sumarse a la Alianza Cívica ha recibido una avalancha de los más variopintos ataques, como si con ello hubiese entregado a Jesús a los fariseos; un linchamiento que rezuma el viejo rencor de la más rancia moralina ultraderechista.

¿Cuál ha sido esta vez el pecado de la Poeta? ¿Volver a la primera línea de la política? ¿Su anterior trayectoria en el FSLN? ¿La sospecha de intentar desplazar a las nuevas generaciones que siguen luchando? ¿La supuesta traición por ingresar a una organización donde coexisten el capital y expresiones de la sociedad civil?

No hace falta ser su amigo para saber que nunca ha dejado la primera línea; ni antes de 18 de abril, cuando algunos miraban para otro lado ante los atropellos de la protodictadura, ni ahora que los esbirros reprimen, secuestran y asesinan un día sí y otro también. Dentro y fuera de Nicaragua no le ha temblado la voz ni la mano para denunciar al régimen opresor de frente y con todas las letras.


De la misma manera, jamás ha ocultado su pasado sandinista. Quizás sea la persona que más haya narrado en primera persona y con detalle su militancia en la revolución. Si alguien llegó de Marte la semana pasada y se hace el nuevo que lea su extensa bibliografía o que simplemente la googlee. Además, ¿qué problemas hay con haber pertenecido al FSLN en los 80 y haber intentado convertirlo en una organización democrática a pesar de su pasado autoritario? Resulta patético que ahora se predique que todos los que fuimos miembros del FSLN somos culpables de sospecha, que se nos recete ostracismo y confinamiento mientras se junta el pelotón de lapidación. Entonces uno se pregunta: ¿Dónde se trazará la raya que separe a los nicas puros de los impuros? ¿Quiénes serán los inquisidores que oficien el tribunal? ¿Con qué criterios?

Si alguna línea habría que definir en la actualidad es la de quiénes están a favor o contra de la impunidad, una delimitación que signifique el nunca más; el no retorno a las políticas de exterminio del Estado en contra de sus ciudadanos. Para ello necesitará no solo alianzas políticas, sino además el mayor consenso posible, incluso del 20 por ciento de la población que vota por el FSLN.

La acusación más disparatada es la supuesta rivalidad generacional. Según esta, Gioconda Belli estaría desplazando el protagonismo que la juventud ha tenido en la rebelión de abril y que ahora debería tener en los directorios de las organizaciones anti dictadura. En este punto volvemos al tema de la demarcación: ¿Dónde está la raya que separa a los viejos de los jóvenes? ¿Si es por criterio demográfico, quién marca la cohorte meritoria? ¿Si fuese política, cuáles son los criterios de militancia: los metros de calles recorridos, los metros de altura de las barricadas levantadas, la coherencia entre las propuestas y las prácticas? Nunca en la historia las rebeliones contra las dictaduras han sido avalanchas al cien por ciento de jóvenes, ni tampoco embalses gerontocráticos. Para no ir tan lejos revisen un poquito los recientes alzamientos populares en América y verán cómo han sido movimientos corales, plurales y diversos que han sabido conjugar la experiencia con la energía, poniendo las coincidencias por delante de las divergencias, sin que el árbol les impidiera ver el bosque. Seguramente si los viejos hubiéramos dejado solos a los chavalos en las calles, hoy nos condenarían por abandono; pero como salimos del supuesto espacio de confort, hoy somos sospechosos de robarnos el mandado.

En cuanto a lo que parece ser el pecado mayor -la Alianza Cívica-, se omiten interesadamente al menos dos factores. En primer lugar, la naturaleza de la AC. Hay que recordar que fue formada por la Conferencia Episcopal con una finalidad muy clara: el diálogo nacional.  Implica que es una plataforma agregativa, no representativa y de tipo coyuntural. Para mayor complejidad, en ella conviven gremios, movimientos (o embriones de movimientos) sociales, centros de pensamientos y personas a título individual. O sea, no todos sus integrantes tienen origen electivo, sino más bien nominativo. En esta última categoría ha entrado Gioconda Belli, una persona que no tiene necesidad de representar a nadie porque ya se representa a sí misma que, tanto dentro como fuera de Nicaragua, es mucho decir.

En segundo lugar, aunque no fuesen del agrado de muchos, los acuerdos de marzo de 2019 lograron que la dictadura se comprometiera a restablecer los derechos y garantías de los nicaragüenses y a liberar a todos los presos políticos. Implícitamente, si bien no se cumplieron a cabalidad, esto significó que la dictadura reconociera las violaciones cometidas, y que se fijaran las líneas rojas de la política respecto a las cuales la sociedad midiera los avances del cambio político y la comunidad internacional evaluara la voluntad del Gobierno.

Entonces, ¿por qué la campaña de estiércol reaccionario contra la Poeta? De alguna manera quieren recluirla al Parnaso que nunca ha habitado, que escriba sus letras sin meterse a los asuntos mundanos del poder político. En síntesis, que sea lo que en su larga trayectoria no pudieron lograr las dictaduras ni el patriarcado.

Sinceramente, espero, como decíamos en El Arbolito, que la Poeta “pitche su juego y no le haga caso a la barra”. O sea, que siga siendo fiel a sí misma.


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Silvio Prado

Silvio Prado

Politólogo y sociólogo nicaragüense, viviendo en España. Es municipalista e investigador en temas relacionados con participación ciudadana y sociedad civil.

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