22 de enero 2020
Esta mañana me he enterado que Rosario Murillo anunció un Festival de las Artes que pretende sustituir al Festival Internacional de Poesía de Granada, que la Directiva decidió cancelar en diciembre de 2019. Tuvimos un momento de optimismo en que pensamos que podríamos hacerlo en pequeño, en espacios cerrados, pero el incremento en la represión indiscriminada y el ambiente cada vez más de cárcel en que vivimos, el rechazo que muchos expresaron a la idea y sobre todo la noción de que era imposible crear un espacio de libertad donde no existe la libertad, nos llevaron a cancelarlo por segunda vez y volver a convocar a un festival virtual.
Como poeta, me opongo y protesto por esta movida del régimen que haciendo ostentación de su proverbial oportunismo, pretende sustituir, con un festival invocado para desplegar sus mensajes de propaganda, y usar los artistas adeptos al régimen o los que, confundidos, acepten venir, para seguir cultivando la idea de que todo está normal y engañar a la población dándoles espectáculos destinados a endiosarlos y celebrarlos.
La verdadera poesía no puede celebrar nada en este país. La verdadera poesía no puede olvidar que estamos de luto por incontables muertes de los que protestaron y de los que son asesinados en los campos y montañas por manos invisibles e impunes de paramilitares. La verdadera poesía no puede celebrar nada en un país donde la mayoría estamos condenados a soportar abusos sin nombre: secuestros, la cárcel injusta de más de 65 personas, impuestos exagerados, un sistema judicial manipulado, y la concentración de poder de un régimen dictatorial. La verdadera poesía no puede aceptar el hostigamiento, el asedio, la presencia de policía en cada rincón donde se intente expresar el disenso. No puede convivir bajo un cielo manchado de sangre, donde se le impide a la población salir a las calles, donde los medios de comunicación han sido clausurados y los periodistas son objeto de atropellos, robo de sus equipos y maltratos.
La verdadera poesía no es indiferente a las mujeres asesinadas a diario en un estado que se proclama internacionalmente como constructor de la igualdad, y donde los crímenes y violaciones son rampantes y no hay quien defienda la dignidad ni la integridad física de las mujeres. La poesía se duele por los que han perdido sus trabajos, por los que por mantenerlo se ven obligados a perder su dignidad fingiendo un apoyo que no sienten por el régimen.
La única poesía que cabe en este país es la de protesta, la que nos recuerde que la libertad es un bien precioso que no podemos sacrificar en altares de ídolos con pies de barro.
Como poeta considero una afrenta a nuestro trabajo de años por hacer un festival digno de este país esta intentona del régimen por falsificar y darle a pueblo ruido y fiesta, ignorando que, de abril 2018 para acá, desde que se quitaron la máscara y demostraron la crueldad de la que eran capaces, no hay en Nicaragua más poesía que la lucha por recuperar la libertad.