31 de diciembre 2021
En uno de los momentos más conmovedores de la Comedia de Dante, un poeta, Estacio, apenas una sombra sin materia en el purgatorio, reconoce en otra sombra la figura de Virgilio. Quiere postrarse ante él, abrazarle, pero este le detiene, le recuerda que solo son dos sombras, nada más.
El tiempo renueva los nombres de los héroes y los símbolos de cualquier país. Y este, aunque siempre lo fue, es el tiempo de las heroínas. Los nombres que se digan mañana, ya están siendo dichos hoy. Los de ellas, vestidas con pijamas de azul, en celdas de aislamiento por largos meses, se hacen cada vez más grandes.
Un día, “ese día”, yo también contaré que las conocí. Que hablé con ellas o compartí un café, la risa, las confidencias. Presumiré y hasta inventaré historias que no ocurrieron, porque todo lo que pasó y lo que no pasó serán parte de la nueva historia que se cuente de este precioso y desventurado país de Nicaragua.
Diré que conocí a Ana Margarita Vijil, tan querida como sus papás, y tan cercana. Que supe de su ilusión por el auténtico cambio de las cosas, de su inquebrantable voluntad de seguir el ideal de su padrino del alma Fernando Cardenal.
Diré que conocí a Pinita Gurdián, su mamá, que le dijo a la enfermedad y a la muerte “esta noche, no, pues mi hija aún está con vida en esa cárcel de aislamiento”. Pinita sobrevive a pesar de que el régimen no le permitió salir del país a continuar su tratamiento vital. Y ante la tortura sufrida por su hija, su voz se alza para denunciarlo a pesar de haber pasado por una operación muy complicada.
Diré que conocí a Vilma Núñez, incansable luchadora por los derechos humanos, violados flagrantemente por el régimen de Ortega. Contaré de la energía que transmitía Dora María Téllez, sentado frente a ella y su cigarrillo, de la delicadeza de Suyén Barahona y la entrega de Tamara Dávila. Todas ellas creyeron que era posible luchar sin armas por una verdadera democracia. Ese fue delito y la causa del horror que están viviendo. Y junto a ellas, Violeta Granera y tantas presas y presos políticos, sin distinción de edad ni condición física. Tantas familiares, de nuevo, mujeres como Berta Valle o Cristian Tinoco, que nos reinventan la esperanza cada mañana, como reinventa Pinita su voz.
Siento que la mayoría de las palabras caen ya en saco roto, que no sobreviven a esta noche que media entre la razón y la locura. Pero también sé que el tiempo se acorta para que veamos el cambio que debe llegar a Nicaragua. Eso no es debido a un mayor conocimiento, apenas somos enanos sobre hombros de gigantes, como recordó hace poco el recién elegido presidente de Chile, y como reza la frase original, un enano sobre los hombros de un gigante puede ver más lejos que el gigante.
Las mujeres gigantes que resisten en las cárceles nos esperan vestidas de azul. Ahora mismo vamos detrás de ellas como aquel en la obra de Dante que le dijo a su maestro: “Hiciste como el que camina de noche, cargando una luz tras de sí, que a él no le sirve pero que alumbra a las personas que la siguen”.
Lo que hacen estas personas, mujeres y hombres que han inmolado su libertad frente a la brutalidad del régimen, es de una locura tan generosa que algún día volveremos a sus nombres para recordar lo mucho que cuesta recuperar la libertad.
Mientras tanto, solo podemos seguir la luz que cargan a sus espaldas de gigantes que caminan a ciegas.