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BBC bajo nuevos asedios

La BBC sigue ganándose la mente y los corazones de radioescuchas más allá de las fronteras del Reino Unido

Sede de la BBC en Londres. Foto: EFE | Confidencial

Guillermo Rothschuh Villanueva

26 de diciembre 2021

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El asalto a las instalaciones de British Broadcasting Company, continúa. Era difícil o casi imposible esperar una tregua. Se trata de la joya de la corona de las radioemisoras públicas. Un modelo de radiodifusión que sobrevive a los afanes privatizadores. El más interesado en ceñirse el cetro es el inefable Rupert Murdoch. Con talante de ave de presa, los reveses recibidos por espiar y pinchar líneas telefónicas en Inglaterra, no le amilanan. Lejos de batirse en retirada, persiste en sus deseos. Ansía que los políticos radicales conservadores lo apoyen en el golpe definitivo. Pareciera que también los ingleses son desmemoriados. Pronto olvidaron las muertes y daños provocadas por Murdoch. Cree que esta vez le irá mejor. No la tiene fácil. Académicos y medios se oponen.

El magnate mediático está sumamente interesado en instalar en Londres una versión parecida a Fox News. Estima que la actitud titubeante y contradictoria de tories y laboristas puede revertirla a su favor. Con un historial controversial —apoya a uno de los bandos dominantes en la política inglesa, según convenga a sus intereses— ayer fue a los laboristas a quienes ayudó con los medios que posee en tierra británica. Hoy es a los conservadores a quienes pretende seducir. Interesados en recibir favores, no se percatan o no quieren darse cuenta que Murdoch solo guarda fidelidad a Murdoch. Cuando están de por medio sus intereses poco le importa a quién tendrá que favorecer. Según convenga, cambia de chaqueta política. Sus ganancias están sobre las veleidades políticas.

Murdoch es un encantador de serpientes, convenció a Margaret Thatcher sobre lo conveniente que resultaría para ella, la presencia de sus medios en la patria de Shakespeare. La favorecería a través de sus políticas informativas y editoriales. La dama de hierro le creyó. Abrió las puertas de par en par. La astucia del australiano-estadounidense tiene enorme mérito. Sabe engatusar a los políticos. Los engatusadores son engatusados. Luego apostó por Tony Blair. Estaba convencido que estaba apostando al caballo ganador, igual que hacen los ingleses en sus Derby de siempre. No tuvo escrúpulos en mudar de bando. Los políticos tienen sus propios intereses, Murdoch tiene los suyos y sabe cuidarlos mejor que nadie. Su historial en Inglaterra resulta increíble.

Los traspiés excitan su apetito, no sabe torcer el brazo. Se atragantó al haber cedido a la tentación de abrir una línea de espionaje en News of the World, uno de sus medios en Londres. Ciñéndose al guion prescrito, sus intermediarios locales no tuvieron reparos en meterse en los aposentos de la reina Isabel II. La familia real sintió amenazada su intimidad. Saben que siempre están en el ojo del huracán. Jamás creyeron que alguien pretendiera de manera ilegal indagar las andanzas palaciegas, sus flirteos amorosos, preferencias culinarias y apuestas políticas. Todo sin su venia. Una osadía inaudita. Solo este hecho bastaría para conocer las truculencias de las que se ha valido Murdoch para levantar su imperio mediático. No hay ni habrá nada que lo detenga.


Para conseguir el objetivo, sus adláteres arrastraron en la aventura a la Scotland Yard. Nada más y nada menos que a los servicios de espionaje británicos. Una grieta en el bunker de los encargados de meter las narices hasta donde no les corresponde. ¿Ofrecería algo a cambio? No hay duda. Lo que no alcanzo a entender es que también hayan husmeado en la fortaleza del Palacio de Buckingham. Para tanto atrevimiento y lograr que los espías lo acuerparán, tenía que haber una buena recompensa. ¿Creerían que nadie lo sabría? ¿A qué se atuvieron? El error los precipitó al abismo. El revés significó un duro golpe para el prestigio de la Scotland Yard y provocó la defenestración de Paul Stephenson, el jefe de la Policía Metropolitana. Un escándalo de alcance mundial.

II

Los antecedentes adversos no han sido suficientemente disuasivos para contener a Murdoch. Volvió al ataque. Desea desmontar a la BBC, mañana podría jactarse que fue el gran triunfador. Todo un campeón. Un auténtico winner. Boris Johnson no asimila todavía que la BBC no le haya hecho coro en el Brexit. ¿Podrá más su enojo que cargar el baldón de haber echado a pique una de las emisoras de mayor resonancia mundial? Los políticos deben cargar con aciertos y desaciertos. Nada más que este sería una decisión que oscurecería su futuro. Sería estudiada en las escuelas y/o carreras de comunicación y periodismo. Johnson pasaría a la historia como su sepulturero. El argumento para asestarle el golpe final, es que resulta costosa para las finanzas inglesas. ¡Habrase visto!

Ante la posibilidad de que el pretexto cale entre los súbditos de la corona, Mariana Mazzucato, profesora de Economía de la Innovación y Valor Público y directora del Institute for Innovation and Public Purpose (IIPP) del University College de Londres, publicó el ensayo titulado: No retiren el apoyo financiero a la BBC. Su línea de argumentación ayuda a comprender lo inverosímil e incomprensible que resultaría la desaparición o reconversión de la BBC. Un acto a todas luces desaconsejable. Sobre todo, partiendo —como recuerda Mazzucato— que “la BBC fue la primera emisora pública en incorporar la noción de ‘valor público’ en su marco de gobernanza”. Un hito dentro del mundo mediático. Algo que jamás se olvida. Mazzucato se encarga de recordarlo.

La BBC se convirtió junto con el Servicio Nacional de Salud y La Universidad Abierta, en una de las instituciones más queridas y de mayor renombre del Reino Unido, a nivel mundial. Un gran logro. Hay que tomar en cuenta su prodigioso alcance por todo el orbe: llega semanalmente a una audiencia de 460 millones de personas. Mazzucato introduce una distinción importante entre precio y valor, dominante a la hora de captar el valor de las instituciones públicas. Postrados ante los cantos de sirena de la privatización, se cae en el error de pensar que “el sector privado es el encargado de crear valor, el Estado solo debe centrarse en cubrir las brechas y arreglar lo que los economistas llaman ‘fallos de mercado”. Una falacia con la que nadie se casa en el presente. Una tesis totalmente desacreditada.

Un recordatorio importante en el planteamiento de la profesora Mazzucato, tiene que ver los entrecruzamientos entre economía y cultura. Insiste en ello, como también en los logros sociales conseguidos por la BBC. En relación a lo primero, recuerda que la emisora funcionó simultáneamente como inversora, inventora, innovadora y plataforma de consumo, desempeñando un papel integral en el desarrollo de la infraestructura británica para la innovación digital y en los medios durante el último siglo”. Limitar su funcionamiento al aspecto cultural e informativo sería grave. La BBC ha sido pionera en la creación de formatos comerciales, abriendo nuevas oportunidades de negocios. Hay que entender al Estado como creador de valor colectivo, no solo como corrector del mercado.

Para tratar que los políticos desistan de sus pretensiones, los medios ingleses han hecho causa común a favor de la BBC. Su condición privada no ha sido óbice para que ofrezcan su solidaridad. Daily Telegraph, Daily Mail, The Guardian y Daily Mirror, se muestran reacios a su desaparición. La propuesta del sector conservador radical de retirarle el apoyo financiero, despenalizando el pago anual de la licencia obligatoria, sustituyéndola por un sistema de suscripciones, debilitaría a la BBC. Como reconocen varios autores de un estudio, en el que insisten en la necesidad de su existencia, el gran perdedor sería el Reino Unido. La BBC sigue ganándose la mente y los corazones de radioescuchas más allá de las fronteras del Reino Unido. Significaría la caída de un símbolo. Un golpe atroz.

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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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