15 de noviembre 2021
El director para las Américas de Human Rights Watch, José Miguel Vivanco, celebró los 25 votos de los Estados miembros de la OEA que declararon “sin legitimidad” las elecciones en que se reeligió Daniel Ortega, sin competencia política ni garantías, pero advirtió que tomando en cuenta “la precariedad que existe en toda la región en cuanto al apego a los valores democráticos, es difícil que se reúnan los 23 votos necesarios para aplicarle a Nicaragua el artículo 21 de la Carta Democrática Interamericana y suspenderla de la OEA”.
En una entrevista con Esta Semana y CONFIDENCIAL, Vivanco abogó por la creación de una comisión de alto nivel liderada por la OEA con participación de la Unión Europea y el secretario general de la ONU para “visitar a Ortega y en los hechos que le den un ultimátum”, por su condición de régimen de facto. “No es fácil que Ortega acepte una interacción con una comisión de alto nivel”, admitió Vivanco, por lo cual esta debe ser “una propuesta con músculo y que las medidas que se propongan tengan los dientes necesarios”.
La resolución de la OEA aprobada este viernes por los cancilleres le traslada al Consejo Permanente la responsabilidad de evaluar la crisis de la democracia en Nicaragua a más tardar el 30 de noviembre, para decidir si aplican o no el artículo 21 de la Carta Democrática. ¿Qué opciones políticas tiene la OEA?
Para empezar, la resolución de la OEA es excelente dado el contexto regional, donde lo que lo que prima son Gobiernos populistas, y la excepción constituyen Gobiernos comprometidos con el Estado derecho, con la Carta Democrática, con los derechos fundamentales. Que una mayoría importante de 25 Estados miembros de la OEA hayan convenido en condenar las elecciones y declararlas como ilegítimas, los puntos de acuerdo concretos son realmente muy importantes, y los términos de esa de esa condena, declarar que la elección o la reelección fraudulenta de Ortega, no tiene legitimidad; y en el punto quinto, instruye, le ordena la Asamblea General, que es la máxima entidad de la OEA, y que reúne la voluntad de los de los Estados representados por su cancilleres, 25 Estados miembros instruyen al Consejo Permanente para que, en función de la Carta Democrática, hagan una evaluación de aquí a 15 días de la situación interna y de ahí tienen que salir, no solo un diagnóstico, sino que algunas medidas concretas, a mí me parece que coloca finalmente a esa dictadura con toda la atención que merece, y ¡ojalá! la OEA logra reunir 23 votos, que es lo que necesita, 23 Estados miembros, no 25, que estén dispuestos a aplicarle el artículo 21 de la Carta Democrática a Nicaragua y que eso implica, por supuesto, la suspensión.
Yo quiero ser muy franco, creo que es importante siempre, decir la verdad y no levantar falsas expectativas. Teniendo en cuenta la precariedad que existe en toda la región en cuanto al apego a los derechos fundamentales y a los valores democráticos, a mí me parece que es difícil que se reúnan esos 23 votos, se reunieron 25 para una condena fuerte, pero de ahí, a asumir que hay 25 o 23 Estados miembros dispuestos a suspender a Nicaragua por el fraude electoral, es ya otra pregunta y es otra tarea.
Hubo un cambio notorio en la posición del Gobierno de Argentina, que se distanció de México, y en vez de abstenerse, votó a favor de esta resolución de condena. ¿Qué significa este cambio del Gobierno de Alberto Fernández?
El voto argentino que esta vez sí se suma a la mayoría de los Estados que condenan lo ocurrido en Nicaragua, es un cambio en 180 grados en la posición de Argentina, en muy poco tiempo, y creo que la explicación está en el costo que tuvo a nivel interno para el Gobierno de Alberto Fernández el de sacarle el cuerpo a la jeringa, y en lugar de llamar las cosas por su nombre en el pasado, sostener que en virtud del principio de no injerencia, no era posible pronunciarse con claridad ni condenar el proceso electoral en Nicaragua.
Argentina ha mantenido reiteradamente esa posición, que es una vergüenza realmente, y refleja una abdicación del Gobierno actual argentino frente a lo que ha sido históricamente la política exterior argentina desde que se recuperó la democracia, desde el fin de la dictadura, que ha sido bastante consistente en defender los principios democráticos y los derechos humanos; esta vez, en cambio, en la elección que se dio esta semana, modificaron su posición en 180 grados, lo cual está muy bien, y hay que aplaudirlo, porque esa es la política exterior de Argentina, que es consistente con su historia, y que además, obviamente consistente con sus obligaciones jurídicas internacionales.
También me da la impresión que pueda haber sido el fruto de la interacción entre el Gobierno argentino y probablemente la Administración Biden, porque Argentina necesita de todos los apoyos que pueda lograr para renegociar su situación ante el Fondo Monetario Internacional. En fin, da igual, cuáles fueron los motivos que tuvo Argentina para cambiar de posición, lo importante es que hoy Argentina está en la posición correcta en lo que concierne a la discusión sobre Nicaragua.
Por el otro lado México sigue invocando la doctrina Estrada de no intervención, a pesar de que el mismo México en 1979 abogó y apoyó en la OEA la sustitución de la dictadura de Daniel Ortega. La cancillería mexicana dice que ellos no avalan la violaciones a los derechos humanos pero que abogan por un diálogo en torno a la democracia en Nicaragua. ¿Esa posición de México se mantendrá invariable?
La posición de México sigue siendo altamente cuestionable, se refugia en el principio de no injerencia; aunque si tú miras bien el texto, es bastante cantinflesco porque si bien reconoce que hay violaciones a los derechos humanos, y por otro lado también admite que es importante el respeto a las reglas del juego democrático no llega a dar el paso, no concluye, sino que hace una serie de zig zags y de contorsiones para evitar pronunciarse sobre la cuestión en Nicaragua. Lo cierto es que eso retrotrae a México a la época del PRI, a las épocas históricas donde México era gobernado en la práctica por un partido único.
De cualquier manera, creo que también hace falta criticar a México porque alude a la necesidad de un diálogo; y uno se pregunta, ¿diálogo entre quiénes?, ¿entre la oposición a la dictadura, y la dictadura de Ortega?, cuando la simetría entre unos y otros es enorme; es decir, la oposición es víctima de persecución de una dictadura y no hay una responsabilidad compartida respecto de las condiciones que se viven en Nicaragua; el único y exclusivo responsable del desastre, del deplorable récord de Nicaragua en materia derechos humanos y la situación social y económica, es Ortega y la señora Murillo, esos son los responsables y, por supuesto, su entorno, y la Policía, y los que tienen responsabilidades políticas, y en el ámbito también judicial; pero la oposición es simplemente víctima.
Ahora, ¿entre quiénes sería ese diálogo?, ¿entre la dictadura y la comunidad internacional?, bueno, eso podrías ser otra cosa muy distinta. Me parece que podría ser, quizás, una de las propuestas, del Consejo Permanente, diseñar un comité de Gobiernos democráticos, comprometidos con la causa de la democracia y los derechos fundamentales que visiten a Ortega, y que en los hechos le den un ultimátum, y le expliquen que, si él ya carecía de la legitimidad por haber ejercido el poder de una manera despótica, como un tirano, hoy día está en la peor circunstancia, porque su última elección no es reconocida como válida, y él pasa a ser ya un régimen de facto.
Hasta hoy, y lo dice la resolución de la OEA, Ortega no ha aceptado ninguna clase de diálogo ni con la OEA, ni con ningún otro actor internacional, ni siquiera México o Argentina. ¿Qué tan efectivos pueden ser estos mecanismos de presión diplomática, política y económica, para generar lo que el pueblo de Nicaragua demanda, que es la suspensión del estado policial , recuperar las libertades frente a un régimen autoritario como el Ortega?
No es fácil que Ortega acceda a una comunicación, a una interacción, no sé si llamarle diálogo, pero por lo menos a interactuar y a recibir a una Comisión de alto nivel; dependerá de si, por ejemplo, la OEA logra unir esfuerzos con la Unión Europea, con Canadá, quizás con un representante del secretario general de Naciones Unidas, esto tiene que tener mucha fuerza, tiene que ser una delegación o una propuesta con músculo; porque de lo contrario, sabemos Ortega es un descarado y está dispuesto a gobernar si la más mínima fachada de legitimidad. Él decidió hace algunos meses secuestrar a cada uno de los rivales políticos y dejarlos incomunicados en el Chipote; al igual que líderes de la sociedad civil, y la verdad es que le importa muy poco la reacción que se produzca tanto a nivel interno como a nivel internacional. Para que él entienda dónde está parado hoy se requiere entonces de un esfuerzo diplomático de envergadura, que la OEA tiene la posibilidad de liderar, pero ojalá que vaya acompañado también con otros, con Estados que pertenecen, por ejemplo, a la Unión Europea.
¿Si no se visualiza una salida inmediata a esta crisis, tiene la comunidad internacional, la OEA, la Unión Europea una estrategia de mediano plazo? Porque la atención que hoy está concentrada en Nicaragua, posiblemente mañana dejará de existir, y se va a enfocar en otro país.
Ese es probablemente el cálculo de Ortega. Puede pensar que lo que él necesita hacer es comprar tiempo y dilatar las cosas, y dejar que se reúna la OEA, y que se reúna el Consejo Permanente, y que haya además una asamblea extraordinaria de cancilleres para evaluar la situación de Nicaragua; pero en la medida en que él se aferra al poder, cierra las puertas y no se deja impresionar; es probable que esa sea su estrategia, pensando en que ya vendrá alguna crisis mayor que distraiga la atención de los Gobiernos de la OEA, y eso es posible vivimos en una situación de gran inestabilidad y todos días la atención, no solo a nivel regional, a nivel mundial, cambia, varía.
Yo espero entonces que teniendo en cuenta, precisamente, los riesgos que existen, que Ortega no tome en serio el proceso la situación en la que se encuentra, y las medidas que se diseñen realmente tengan los dientes necesarios, es imprescindible que los Estados miembros, especialmente aquellos más comprometidos con la causa democrática, evalúen todo esto y propongan una serie de acciones que puedan estar a la altura de las circunstancias.