12 de noviembre 2021
El día de la reelección ilegítima de Daniel Ortega, el expresidente de Costa Rica, Luis Guillermo Solís (2014-2018), dijo que la comunidad internacional estaba ante un sainete electoral que terminaría con la coronación de una dictadura.
El ex mandatario tiene varias preocupaciones sobre el proceso realizado el pasado 7 de noviembre, pero la principal es que cree que urge una respuesta del hemisferio a las violaciones sistemáticas de derechos humanos, cometidas por un régimen al que considera un mal ejemplo en la región.
Solís es catedrático y tiene experiencia como observador electoral en misiones internacionales. Viajará el próximo 28 de noviembre a Honduras donde será jefe de la misión de observación de la Organización de Estados Americanos. En 2018 hizo lo mismo en Guatemala.
Con una mirada puesta en la región, el exmandatario analiza en esta entrevista lo que significa la reelección del dictador nicaragüense para todos los países centroamericanos y la posible respuesta, que se está discutiendo, en la reunión de cancilleres que se celebra de manera virtual en Guatemala y que es presidida por el canciller Pedro Brolo.
Usted será jefe de la misión de observación en Honduras, ¿cómo dimensiona usted lo que ocurrió en Nicaragua desde el punto de vista electoral?
Es un momento complejo para la región en materia de desarrollo democrático. Todos comprendemos los desafíos que tendremos que enfrentar en los próximos años. Sin duda, la experiencia de Nicaragua no es un buen ejemplo para la región. En ese sentido, espero que los países de Centroamérica que tendrán elecciones pronto—Honduras primero, Costa Rica después—, comprendan la necesidad de realizar esos comicios en condiciones de tranquilidad, sin represión y transparencia y sobre todo con un acompañamiento internacional constructivo que mire los temas electorales con responsabilidad y sin apasionamiento partidario.
El secretario general de la OEA, Luis Almagro, demandó el nueve de noviembre la anulación de las elecciones en Nicaragua, ¿cómo se puede lograr cuando Ortega en ocasiones anteriores ha desoído a la comunidad internacional?
No quisiera interpretar indebidamente al secretario general. La verdad es que no sé el contexto en que él piensa que se pueden repetir esas elecciones, pero me imagino en qué está pensando en que en algún momento el régimen de Ortega tendrá un punto final y surgirá un nuevo proceso electoral del cual resultará un gobierno legítimo.
En todo caso, la opinión sigue de forma bastante cercana la posición que están manteniendo la mayor parte de los países de nuestro hemisferio.
En el caso de Nicaragua, México y Argentina han asumido una posición de “no intervenir” aunque se trate de violaciones a derechos humanos, ¿esta posición tiene sustento?
La comunidad internacional debe asumir el desafío que plantean las no elecciones de Nicaragua de manera contundente y que no deba haber ninguna utilización indebida del concepto de no intervención. Porque decir que no se interviene en condiciones donde la normalidad prevalece puede ser justificable, en este caso mi impresión es que argumentar no intervención lo único que hace es que beneficia al dictador y su régimen, cosa que contraviene los principios fundantes de la OEA, la Carta Interamericana y todos los instrumentos de derechos humanos, porque se han cometido en Nicaragua crímenes de lesa humanidad como han dicho todos los organismos multilaterales.
Evidentemente la ausencia de México, Argentina, y otros países de América Latina y el caribe, del debate y el consenso que es necesario para la aplicación de la carta, tiene efectos graves, porque puede dejar sin suficientes votos a la enorme mayoría de países de la región. Pero bueno sobre eso todavía hay mucho que escribir, porque la negociación diplomática está en curso.
¿Usted cree que en este momento estos países sean capaces de bloquear cualquier resolución?
No lo sé, porque la aritmética en la OEA cambia muy rápidamente. En otros casos, Venezuela, han sido capaces pocos países de bloquear el consenso durante años. Espero que no sea el caso de Nicaragua y que podamos asumir la responsabilidad colectiva del hemisferio de desconocer al régimen de Ortega, pero eso dependerá de los votos al final de cuentas. Hay una cantidad de votos que es el mínimo necesario, y muchas veces no se alcanza por lo menos en un primer momento. Se construye en los consensos poco a poco y en esta coyuntura lo que no tenemos es tiempo. Quisiéramos que haya soluciones lo antes posible.
Revisemos Centroamérica, por un lado, se observa a Guatemala con posiciones oscilantes en resoluciones sobre Nicaragua—a veces se abstiene, otras veces condena—, Honduras en una situación con problemas institucionales y a El Salvador condena a Ortega y al mismo tiempo está señalado por enrumbarse al autoritarismo, ¿qué consecuencias tiene para la región una reelección como la de Ortega sin competencia política?
La existencia de una dictadura es un mal ejemplo para toda América Central y para todo el hemisferio. Que un régimen como ése desafíe a la comunidad internacional, desoiga los llamados de atención que hacen los organismos multilaterales y de protección de los derechos humanos; que reprime de manera tan violenta a su propia población y encarcela a sus principales dirigentes opositores democráticos constituye una amenaza que, si se mantiene, tiene consecuencias para la región. Nosotros necesitamos una región tranquila, de gobiernos democráticamente electos, con legitimidad creciente y me parece que en estos momentos no tenemos las condiciones necesarias para traer mucha inversión, y, con ello, mejorar la situación general de nuestros pueblos.
Mientras Honduras, y Guatemala tienen sus posiciones sobre Nicaragua, del otro lado, Costa Rica—su país—promueve una alianza con Panamá y República Dominicana en favor de la democracia, ¿Está dividida Centroamérica en relación a Ortega?
Cada país tiene sus propias consideraciones para no sumarse a este consenso hemisférico. Entiendo, sin embargo, que el gobierno de Guatemala, me pareció verlo en la lista de países que ayer desconocían la elección de Ortega. No sé si me equivoqué.
En todo caso, en Centroamérica hay una mayoría bastante clara que ha señalado la ilegitimidad de esas elecciones, pero sin duda hay una división evidente entre regímenes que son propiciadores de lo que se podría llamar una democracia liberal, y otros que están más en una línea de autoritarismo creciente, o envueltos en un momento muy difícil como es el caso de Honduras, en una coyuntura electoral que hace que las manifestaciones de los Estados se vuelvan un poco difusas.
El día que Ortega se reeligió, usted dijo que se trataba de un sainete electoral, que permitió la coronación de una dictadura que desafía a la comunidad internacional, ¿cómo usted convencería a las democracias (que no lo están) para decirles que el tema de Nicaragua es un asunto regional?
Creo que, proveyendo la información, no porque no la conozcan, sino para que los países que no lo han asimilado, lo hagan entendiendo que lo que ha ocurrido en Nicaragua es de una gravedad enorme.
No podemos dejarlo pasar como si todo hubiese ocurrido normalmente. Lo que tenemos es una manipulación grosera de los instrumentos democráticos para entronizar una dictadura. Si eso pasa y no hay consecuencias, en el futuro, pueden darse movimientos o procesos similares que para todos los efectos pueden tener impactos más allá de Centroamérica, incluso en algunos de esos países que hoy se niegan a condenar al régimen de Ortega.
En sus primeras reacciones, Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea señalaron que estudiarían sanciones tras el fraude electoral, ¿qué se puede hacer para que no pase lo mismo de Venezuela?
Cada país es diferente. Venezuela es una cosa, Nicaragua es otra, pero, sin duda, la preocupación suya creo que es compartida por mucha gente, yo incluido. Uno no puede colocarse en una línea del repudio universal que al final solo sea un saludo a la bandera.
El régimen debe de pagar con dolor para sí mismo, no para el pueblo de Nicaragua, la osadía de un puñado de déspotas que no quieren ceder el poder. Porque si hubiera habido elecciones libres, probablemente ello habría ocurrido.
Lo que hay que calibrar, y, en eso creo que se encuentran la mayor parte de naciones que, ya están dialogando sobre qué hacer, es cómo lograr sin afectar a la gente más pobre, más necesitada con las medidas que probablemente impongan a Nicaragua y sanciones de orden financiero e incluso comercial, porque ya se firmó la ley RENACER y eso pone al país en la picota y posiblemente pueda llevar a una expulsión o por lo menos una suspensión de la participación en el tratado de libre comercio de Centroamérica, Estados Unidos y República Dominicana.
Aquí estamos llegando a un punto ya donde las acciones van a empezar a ser mucho más que simbólicas, que tengan efectos sobre Nicaragua. Evidentemente el régimen todavía tiene espacio porque tiene el apoyo de algunos países que van a seguir apuntalando como los del grupo Alba, Rusia, Irán, y sin duda Taiwán que es también un país aliado.
¿Usted mira alguna salida en este momento para la crisis de derechos humanos del pueblo de Nicaragua?
Debería de hacerse una gestión paralela a la que se está realizando para la liberación de todos los presos políticos y para que se respeten sus derechos. Después del exabrupto de Ortega de ayer, que los colmó de insultos y los acusó de cuanta barbaridad, incluso de no ser nicaragüenses, uno tiene que preocuparse de lo que pueda pasar con esas personas. Esperaría que organizaciones de derechos humanos, El Vaticano, las propias Naciones Unidas, realicen acciones. No tienen ninguna razón para estar en la cárcel en realidad, porque las acusaciones son falsas. Pasado el período electoral, lo que procede es gestionar cómo liberarlos. Espero que el régimen tenga por lo menos esos niveles de decencia y les permita salir.