19 de octubre 2021
El mismo ‘efecto rebote’ que explica el crecimiento del 9.9% del PIB nicaragüense en el primer semestre del año -según el Banco Central de Nicaragua (BCN)- será también la razón por la que el PIB anual no crezca tanto como pronostica el ente regulador, opina el economista y sociólogo Óscar René Vargas.
Distintas entidades internacionales como The Economist Intelligence Unit y Standard & Poors Global; el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, pronostican que este año, la economía nicaragüense crecerá entre 5% y 7%, lo que coincide con la actualización de los cálculos del BCN.
Vargas atribuye ese crecimiento del 9.9% a “un rebote en la economía. ¿Cuánto, de qué tamaño es el rebote? Esa sería una discusión bizantina. Lo que tenemos que aceptar es que hay un rebote, pero es pasajero. No es algo que se pueda sostener en el tiempo. Por eso creo que en el último trimestre veremos una desaceleración del rebote”, aseguró.
El problema es que, si ese 9.9% no se tradujo en más empleos o mejores salarios, el frenazo que vaticina Vargas implicaría que los empleados -formales e informales- tampoco tienen esperanza con que un crecimiento del PIB anual, mejore la situación de sus economías familiares.
Aumentan los precios
Según el Instituto Nacional de Información de Desarrollo (Inide), al mes de septiembre, el costo de la canasta básica estaba situado en 15 325 córdobas, (después de estar en 15 270 córdobas en agosto) pero “el mismo Inide, y el mismo Banco Central, señalan que el 50% de los trabajadores del Estado -es decir, los que tienen trabajo formal- tienen un salario de alrededor de 11 000 córdobas”, detalla Vargas.
Añade que el Instituto Nicaragüense de Seguridad Social (INSS), dice también en referencia a los trabajadores formales, que “el 50% de los cotizantes tiene un salario menor a 10 000 córdobas. Es decir que al 50% de los trabajadores formales -que son el 26% de la población económicamente activa- no le alcanza para comprar la canasta básica”.
Explica que cuatro quintas partes del otro 74% de los trabajadores activos, que laboran en el sector informal, “no tienen un salario que pueda alcanzar el costo de la canasta básica. Esto nos está mostrando que el rebote económico, macroeconómico, no está creando más empleos, ni mejorando los salarios, y por eso creo que esto es una cuestión transitoria”.
Insistiendo en que duda que el crecimiento vaya a ser de 5%, Vargas también se pregunta “¿en beneficio de quién? Si mantenemos la desigualdad social en la apropiación de los excedentes económicos, va a ser en beneficio del 10% la población. Ellos son los que se van a beneficiar”, remarcó.
“El resto, no, porque la desigualdad social y la desigualdad en la distribución de la riqueza no ha cambiado. Todo lo contrario, ha vivido una mayor concentración”, lo que se explicaría por la quiebra de las pequeñas y medianas empresas; los pequeños hoteles y los pequeños restaurantes, que fueron los más afectados por la crisis.
Factores externos
El experto también quiso señalar cómo en los tiempos previos a la Rebelión de Abril, así como en este primer semestre de 2021, el crecimiento económico con el que se autocomplace la dictadura, se debe más a un fuerte componente externo, que al manejo eficiente de las variables económicas internas.
Vargas detalla que el crecimiento previo a 2017, -que el Banco Mundial cifra, en promedio, en 3.9% “gracias a una demanda interna impulsada por las remesas y por la Inversión Extranjera Directa (IED)”, se debió principalmente a varios factores, comenzando por el dinero venezolano.
“Sin dinero venezolano el país no hubiese sido capaz de crecer a esos niveles” porque “al crecer la capacidad de compra de los sectores sociales del país -por el salario complementario que daba el gobierno- favoreció esa situación”, detalló Vargas.
El segundo elemento importante “fueron las donaciones, la cooperación bilateral y multilateral, y cuando la cooperación externa fue disminuyendo o desapareció”, es que vemos cómo a partir de los años 2016 y 2017, la economía comenzó un proceso de desaceleración, si se compara con el período 2013 - 2015, “porque comenzó a mermar el dinero que venía desde afuera”.
“Ese dinero permitía por lo menos el 70% de las inversiones públicas, y esas inversiones aceleraban la economía del país”, que se manifestó en una disminución del consumo interno, complementó.
“Esa desaceleración explica por qué la gente también entró en ruptura con el modelo económico social de la dictadura. Y esa ruptura se expresó en la abstención en las elecciones de 2016 y 2017. Esa desaceleración mostró la limitación de ese pacto público privado que se había establecido, y mostró también los límites de la dictadura, ya que cuando la gente no salió a votar, mostró que la crisis del sistema había alcanzado ya a la población”, explicó.
Ahora, en 2021, los recursos comprometidos por los organismos multilaterales para financiar la reconstrucción de la infraestructura dañada por los huracanes Eta y Iota, así como para enfrentar la pandemia de covid-19 en el país, “acelera la posibilidad de inversiones por parte del Estado”, dijo el sociólogo.
Otros elementos externos, cuyo buen desempeño ayuda a explicar el comportamiento de la economía nicaragüense, es el precio de los productos que exporta el país, entre ellos el oro y, más recientemente, el café, sin olvidar el crecimiento de las remesas.