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CELAC o el multilateralismo de la desvergüenza

Curioso, hablan de “imperialismo yanqui” quienes entregan el escenario a China, una potencia expansionista asiática y dictadura de partido único

En cuanto a la política exterior de López Obrador

Héctor Schamis

27 de septiembre 2021

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La cumbre de CELAC deja un saldo de bastante pena y nada de gloria. Para iniciarla con pompa, López Obrador tuvo la ocurrencia de compartir con Díaz-Canel como invitado de honor el tradicional desfile del Día de la Independencia. No es la norma que mandatarios extranjeros sean parte de un acto que, solemne como pocos, constituye un ejercicio de revalidación del arraigado sentimiento nacionalista mexicano.

No solo eso, también le dio el micrófono y el podio oficial con el escudo de la nación, casi un sacrilegio. Fue usado por el actual burócrata máximo del régimen cubano para el relato conocido: el imperio, el “bloqueo” americano y otras vetustas ficciones. Al respecto, nunca está demás señalar que el grueso de las importaciones de alimentos y medicinas de Cuba provienen de Estados Unidos, ello a pesar del embargo, término correcto de las sanciones comerciales en cuestión.

López Obrador usó la ocasión para reiterar su indulgencia con, y su cargo de propagandista en jefe de, la dictadura cubana. Así regresó a los temas de la “resistencia” y “dignidad” de los cubanos; lo cual solo se aplica a un pueblo que sufre 62 años de opresión, nunca a los opresores. Concluyó pidiéndole “respetuosamente” a la Administración Biden el fin del “bloqueo”. No sorprende entonces que surgieran voces de indignación desde la sociedad mexicana. Es que “el grito” es también un grito de libertad, noción ajena al Partido Comunista cubano.

A continuación ocurrió la aparición de Nicolás Maduro en el gran evento, quien llegó conduciendo su propio vehículo y con el gesto de la “V” de victoria en su mano, casi como una celebridad llegando a los Óscares. La metáfora porque la Cancillería mexicana parece ser competente en el diseño escenográfico, y el encubrimiento, de un criminal con una recompensa de quince millones de dólares por su cabeza ofrecida por el mismo Gobierno al que el presidente se dirigió “respetuosamente”.


CELAC no tan solo expresa el contenido de la idea castro-chavista de multilateralismo, también su forma, su estética obscena y desvergonzada, la vulgaridad de sus relaciones internacionales. La presencia de Maduro en la cumbre califica como una verdadera emboscada de maleantes, las delegaciones extranjeras no habían sido notificadas. Por supuesto, muchas no habrían asistido. Se trató de una violación a la ética diplomática, sorprendente en la históricamente profesional Secretaría de Relaciones Exteriores de México.

O tal vez no sorprenda tanto, pues esa Cancillería está hoy en manos de los amigos de Díaz-Canel y Maduro, y su jefe aspira a la presidencia de la nación. No es difícil unir los puntos. Se verá si llega a la meta, pues la tiene muy cuesta arriba y sus tropiezos se acumulan. Y se verá si cuenta con el apoyo político y financiero para tal empresa. La historia del financiamiento chavista de campañas electorales fuera de Venezuela es extensa.

El tercer acto del bochorno fue el discurso en video de Xi Jinping, presidente de un país extrarregional, este último acto alevoso fue importante, sin embargo. Deja en claro cuál es la verdadera agenda de CELAC: sustituir a la OEA—único foro político para todo el hemisferio y cuya misión es la defensa y promoción de la democracia y los derechos humanos—y con ello excluir a Canadá y Estados Unidos sirviendo así los intereses estratégicos de China en el continente americano.

Curioso, hablan de “imperialismo yanqui” quienes entregan el escenario a una potencia expansionista asiática, dictadura de partido único que desconoce los principios constitucionales compartidos por todos en el continente y que nos obligan. Por ello es que nuestro marco normativo se plasma en el sistema interamericano, es decir, en la OEA: democracia con sistema plural de partidos y derechos humanos, es bueno repetirlo.

Quienes actúan como facilitadores de Xi Jinping no nos han explicado cómo sería tener a China como imperio dominante en el hemisferio occidental, o sea, no solo con intercambio comercial sino también con influencia política directa y presencia militar. De hecho, López Obrador y sus clientes menores en Argentina y en Bolivia también nos adeudan el significado de su palabra favorita: “lacayo”.

Pues en Taiwán y Australia, por citar dos democracias liberales que viven bajo amenaza cotidiana, tienen la explicación que nos deben escrita en la piel. Desde sus costas se divisa la flota de la armada china diariamente, intimidación que se repite por medio de pronunciamientos y notas en la prensa oficial en forma de ultimátums perentorios.

Pues allí está el proyecto de CELAC. La mismísima puesta en escena del show en cuestión es evidencia que la democracia latinoamericana está en problemas y en problemas serios. Las reconfortantes palabras de Abdo y Lasso, y la memorable intervención de Lacalle Pou recitando “Patria y Vida” son bienvenidas, por cierto, pero no reparan un daño infligido de antemano. En realidad, lo corroboran.

Así y todo, la cumbre fue un fracaso. Al no lograr apoyo para el proyecto inmediato de desbancar a la OEA, terminaron profundizando la división regional. Pero volverán con el tema, una y mil veces. Más vale que las democracias del hemisferio despierten, diseñen estrategias comunes, coordinen sus acciones, fortalezcan el multilateralismo regional propio y defiendan las mancilladas instituciones que todavía conservamos antes de que sea demasiado tarde.

En cuanto a la política exterior de López Obrador, el anfitrión de la no muy pomposa cumbre de CELAC, pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Cuba y Venezuela. Y de China, claro.


*Artículo publicado originalmente en Infobae.


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Héctor Schamis

Héctor Schamis

Académico argentino. Actualmente es profesor en el Centro de Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Georgetown. Es autor de varios libros y articulista de opinión en diferentes medios.

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