12 de septiembre 2021
Al sociólogo mexicano Emilio Álvarez Icaza, experto en derechos humanos, exsecretario ejecutivo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, y senador independiente en el Congreso de México desde 2018, le “duele” Nicaragua.
Lo reitera varias veces en esta entrevista con Esta Semana que se transmite este domingo, en la que habla de la “traición” de quienes han prostituido el nombre de Sandino, y rechaza la narrativa oficial que intenta justificar la represión en Nicaragua como un acto de defensa de la “revolución” ante las amenazas de Estados Unidos. “Hoy la contrarrevolución la encabeza Daniel Ortega”, afirma, tajante.
Álvarez Icaza cuestiona la política exterior del presidente Andrés Manuel López Obrador hacia Nicaragua, y le demanda que juegue un papel de liderazgo ante la crisis de la región. “Yo sí quisiera un México más activo para levantar la voz, porque están cancelando la vía democrática, están inhabilitando los derechos políticos de la oposición, esos también son derechos humanos”, dice el defensor de derechos humanos.
¿Cuál es su valoración sobre la crisis de derechos humanos que estalló en Nicaragua con la matanza de abril 2018 y ahora se agrava como crisis política, con el encarcelamiento de todos los líderes y precandidatos de la oposición a dos meses de las elecciones del 7 de noviembre?
Lo primero que te debo decir es que Nicaragua duele mucho, porque en el horizonte de la generación latinoamericana a fines de los 70 y 80 era una inspiración. Yo crecí con muchos otros en la universidad con Nicaragua Nicaragüita y con una esperanza de un país que enfrentaba a la dictadura, de un pueblo que se levantaba y hacía campañas contra la ignorancia y por la alfabetización y lejos, muy lejos, está esa Nicaragua. Hoy vemos que quienes se alzaron en armas contra el somocismo están muy dolorosamente repitiendo lo mismo. Vemos una derrota ética, una derrota cultural y una derrota política del orteguismo, porque no quiero asimilarlo al sandinismo, quiero seguir dejando a Sandino un poco a salvaguarda. No es culpa de Sandino que haya quienes, en su nombre y herencia, prostituyen la causa.
Y el extremo es cuando empiezan a reprimir salvajemente y a violar derechos humanos sin límite, bajo una demagogia muy peligrosa queriendo emular una narrativa como si estuviéramos en el tiempo de la Revolución Sandinista amenazada por Estados Unidos y por la contrarrevolución. Hoy la contrarrevolución la encabeza Daniel Ortega y me duele mucho decirlo, las violaciones tan graves y masivas a los derechos humanos que se han dado no es otra cosa más que una contrarrevolución.
Esas violaciones han sido documentadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, de la cual usted fue secretario ejecutivo, y en este momento hay más de 150 presos políticos en las cárceles, entre ellos 36 que fueron apresados desde junio de este año para liquidar la competencia política electoral, sus familiares denuncian torturas y la Corte Interamericana de Derechos Humanos ha demandado su liberación, pero el Gobierno se rehúsa. ¿Puede rechazar el Gobierno de Ortega una sentencia de la Corte?
No debe, no puede, a costa de devorarse a sí mismo en su historia. La escalada de represión de impedir a toda costa que en la boleta haya opositores que puedan generar una salida pacífica a este régimen, la represión a líderes sociales, candidatos, incluso intelectuales que en algún momento estuvieron con ellos, subrayo el caso de Sergio Ramírez, pero no es el único, no es otra cosa más que acelerar el paso a la descomposición.
La Comisión Interamericana Derechos Humanos emitió una serie de informes extraordinariamente importantes y de manera reiterada se emiten medidas cautelares para proteger a personas en situación de represión. Desatender estos llamados lo que hace es agudizar la crisis, aislar a este Gobierno y, aún más, generar una ruta para agudizar la crisis humana.
Usted es senador independiente en el Congreso, ¿cómo valora la posición del Gobierno mexicano ante esta crisis de Nicaragua? En el último debate que se llevó a cabo en la OEA, México se abstuvo de votar alegando la no injerencia en los asuntos internos de Nicaragua.
México sin duda tiene un especial afecto por el pueblo de Nicaragua y jugó un papel importante en la transición del somocismo hacia la república de Nicaragua liberada. Lo que vemos es un régimen que está cometiendo el mismo tipo de prácticas contra las que luchó y, en congruencia y consistencia con los derechos humanos, México tendría que levantar la voz. La actual Administración de (Andrés Manuel) López Obrador ha decidido no tener un papel activo ante las violaciones a derechos humanos, en el ánimo de poder ser un tercer país en ayuda. Ese rol lo ha jugado con Venezuela, y pretende regresar a la vieja doctrina, que en México se conoce como la doctrina Estrada, de la no injerencia en los asuntos internos. Pero en la época de la globalización de los derechos humanos eso cada vez es más difícil, porque callarse ante graves violaciones y abusos de los derechos humanos lo pone a uno del lado de la complicidad. Hoy hay convenios interamericanos e internacionales que México ha firmado, Nicaragua también, y que obligarían a tratos mínimos. Y por supuesto uno puede apelar que sean los nicaragüenses los que resuelvan, que no haya intervenciones externas que afecten la soberanía un país, pero ahí donde hay una gran violación a los derechos humanos, ahí donde hay represión, es obligado a levantar la voz. A mí me pesa que el Gobierno mexicano calle ante situaciones tan graves.
La política de AMLO hacia Nicaragua
La posición de México, que compartió con Argentina, fue lamentar las violaciones a los derechos humanos, pero en cuanto a la crisis política abogaron por que las instituciones democráticas nicaragüenses buscaran una solución interna, pero en Nicaragua las instituciones democráticas fueron demolidas y ahora también ya se cerró la vía electoral del 7 de noviembre. ¿Cómo puede sustentarse esa apelación que han hecho los Gobiernos de México y Argentina?
La vía democrática no está funcionando, no porque no sea válida, sino porque el Gobierno ha optado por impedir las reglas del juego, no respeta a la oposición, no respeta a los candidatos, acude a lo peor de los regímenes autoritarios. Eso es lo que hacen los Gobiernos totalitarios, eso es lo que pavimenta el camino, hacia una dictadura basada en la corrupción y en la mentira. Yo sí quisiera un México más activo para levantar la voz porque están cancelando la vía democrática, lo que estamos viendo es que por la vía de los hechos están inhabilitando los derechos políticos de la oposición, esos también son derechos humanos.
El Gobierno de Ortega, a través de la Cancillería, lanzó un ataque virulento en contra del embajador de México en Managua porque este retuiteó el mensaje que difundió el escritor Sergio Ramírez rechazando las acusaciones criminales en su contra, y la Cancillería de Nicaragua calificó al embajador y al Gobierno de México de injerencista y de lacayos de los yanquis. ¿Qué reacción se puede esperar del Gobierno de México?
A la hora que usted y yo estamos conversando (viernes al mediodía) no hay una reacción de la Cancillería, pero yo creo que sería muy importante la gestión de los buenos oficios, las llamadas entre cancilleres y la expresión pública para rechazar estas acusaciones. Si el Gobierno de México, que tuvo la posición que tuvo con Argentina en la OEA, es señalado en esos términos, pues, ¿qué podemos esperar? O sea, que el Gobierno nicaragüense esté atacando a Sergio Ramírez y quiere responder como si estuviera en los peores momentos de la Guerra Fría, no es más que otro indicador de su descomposición y de su desconexión con la realidad. Que se peleen con el Gobierno de México lo único que indica es que siguen abonando en el aislamiento.
Algunos diplomáticos mexicanos han justificado la posición del Gobierno de López Obrador y el canciller (Marcelo) Ebrard, de abstenerse en la OEA, alegando que tienen diferencias políticas con el secretario general de la OEA, Luis Almagro, y que mientras tengan esas diferencias no apoyarán una resolución promovida por Almagro. Estas diferencias políticas, entre el Gobierno y el secretario general de la OEA, ¿están por encima de la política exterior de México o del tema de los derechos humanos?
Así parece, pero no es más que confundir la gimnasia con la magnesia. Que tengas diferencias con Almagro es muy entendible, no será ni la primera ni la última vez que haya diferencias con un secretario general de la OEA o de la ONU, pero eso poco tiene que ver con las resoluciones que los Estados libres y soberanos pueden construir. México podría liderar una resolución, perfectamente. México podría jugar al liderazgo en la región como en otros momentos, en los Acuerdos de Paz de El Salvador, en el proceso de paz de Guatemala, en Contadora. Es decir, el Gobierno mexicano tendría la capacidad para jugar un liderazgo a favor de la estabilidad en la región, de la paz, de la democracia y los derechos humanos.
Lo que vemos hoy es un Gobierno que tiene miedo de un liderazgo. La región está en llamas porque tenemos Gobiernos represivos y porque tenemos fuga masiva de personas de distintos países de la región. Entonces, en lugar de estar conteniendo a los migrantes a macanazos, tendría que intervenir políticamente para que la región no estuviera incendiada. Uno se pregunta ¿dónde carajo está el liderazgo del Gobierno mexicano para la región? Totalmente perdido, y ahora hasta los que pretende defender o ser aliado pasivo, lo regañan. Pues, bueno, queda mal con todos.
Este es un tema que está en debate en el Congreso mexicano, ¿cuál es el trasfondo de esto, es una cuestión de posiciones ideológicas de quienes se inclinan hacia la izquierda o a la derecha o pesan más los valores de democracia y derechos humanos?
Yo creo que México está sacrificando posiciones congruentes en materia de democracia, derechos humanos y construcción de la paz, y tenemos un Gobierno y un presidente que entiende poco de política exterior, le gusta que lo visiten, pero no sale de su entorno. Sí, tiene un coqueteo con Gobiernos como los de Ortega, Maduro, con Evo, o con algunos otros. Pretende recuperar un poquillo esa legitimidad que tuvo en algún momento el México que tenía una construcción de liderazgo en toda la región, poco lo ha logrado y me parece que es una visión que está sacrificando principios básicos de la política exterior en materia de respeto a los derechos humanos y la democracia y eso no ayuda. Ahora si no lo quieren hacer activamente, pues requiere entonces una acción pasiva mucho más activa, de cabildeo, de lobby, para decir: --oiga, no pueden perseguir a Sergio Ramírez, una condición de no generar elecciones libres, limpias y universales, dense cuenta como sus aliados se los decimos--, pero ni una ni otra.
Lo que es increíble es cómo, poco a poco, vemos que la familia Ortega repite las viejas prácticas de la oligarquía centroamericana. Ese pragmatismo está devorando los principios mismos para los que se quería generar una nueva Nicaragua y a todos los que, de una u otra manera, apoyamos a Nicaragua en los 70, en los 80, en los 90, pues nos duele, nos duele porque lo vemos como una traición. Y nos quieren emplear el mismo discurso que utilizaban contra la Contra en los años 80, pues no, hoy la contrarrevolución la encabeza Ortega.