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Los populistas de América Latina, la estrategia de comunicación y el discurso

El discurso populista se agota y pierde fuerza en la medida que el mundo que se prometió, que era más o menos semejante al cielo, no se cumple

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Rubén Aguilar

11 de agosto 2021

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Todos los jueves de febrero a julio de 2021 he analizado, en la revista Etcétera, la estrategia de comunicación y el discurso de un presidente o un primer ministro en activo reconocido como populista. Suman veintitrés en América, Europa, Asia y África. En Oceanía no hay.

Estimo que no son más de treinta los populistas en funciones en todo el mundo. En mis distintos recorridos por los medios internacionales, la revisión de estudios académicos y páginas de Internet no he podido ubicar los seis o siete que me faltan.

En América, identifico nueve en total. En América del Norte: al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (67 años). En Centroamérica: a Daniel Ortega (76) y Rosario Murillo (70), presidente y vicepresidenta de Nicaragua, y a Nayib Bukele (39), presidente de El Salvador. En América del Sur: a Nicolás Maduro (58), presidente de Venezuela; Jair Bolsonaro (65), presidente de Brasil; Alberto Fernández (62) y Cristina Kirchner (68), presidente y vicepresidenta de Argentina, y a José Pedro Castillo (52), presidente de Perú.

Puede haber ciertas características y afinidades psicológicas entre los populistas. Algunos especialistas plantean que hay que recurrir a este tipo de mirada para realmente poder entender  su comportamiento.


Lo que aquí presento es un análisis de la estrategia de comunicación y de la forma y el contenido del discurso de estos mandatarios. Entre los populistas de izquierda y de derecha no hay diferencias significativas en término de la estrategia y la estructura del discurso. Las hay, algunas, en el contenido.

Lo común en el marco de la gran estrategia

Ésta se traduce a partir de estrategias operativas compartidas, que son:

• Se presentan como antisistema, pese a que todos han sido siempre parte del sistema político de sus países.

• Capitalizan a su favor la indignación del electorado frente a la corrupción de los gobiernos anteriores y ante los altos niveles de inseguridad en sus países.

• Se proponen como el cambio que se requiere. Ellos son la solución a los grandes problemas del país. Se plantean como mesías salvadores.

• Son los únicos y verdaderos representantes del pueblo. Son su encarnación. Nadie más que ellos puede gozar de ese privilegio.

• Dios y la Biblia son fundamentales. Se hace referencia continua a ambos. Hay un acercamiento a los grupos evangélicos más conservadores.

• Polarizan a la sociedad con un discurso maniqueo de buenos y malos. Ellos y los suyos son los buenos y todos los otros los malos. Se promueve la confrontación entre los de “arriba” y los de “abajo”.

• En ese ambiente crean enemigos todo el tiempo para acusarlos de atentar contra su persona o proyecto. Se requieren en la construcción de la narrativa.

• Hay un uso sistemático de la mentira o de verdades a medias. Se tienen otros datos. Se construye una realidad alterna o paralela a la que realmente es.

• Descalifican y minimizan a los otros poderes del Estado y a los órganos autónomos. Utilizan las instituciones del Estado para investigar y golpear a sus adversarios.

• Hay un uso constante de la historia patria, la que se aprendió en los libros de la escuela, que aparece en los discursos. Se cita a los héroes oficiales.

• Agreden de manera sistemática a todos los medios y periodistas que no piensan igual que ellos y que no apoyan su proyecto.

• Utilizan diversos mecanismos para tener una comunicación directa con sus bases sociales y simpatizantes. Hacen un uso intensivo de las redes sociales.

• Sólo se dirigen a sus bases y simpatizantes. Dicen siempre lo que estos quieren oír. No importa que lo dicho no sea cierto. Los demás no existen.

• Promueven el culto a su personalidad a través de múltiples mecanismos.

• Ante su fracaso, un elemento central de la narrativa es presentarse como víctimas de un posible golpe de Estado. Esto, cuando son ellos los que tienen el control del Ejército y de todos los poderes del Estado.

• Culpan al pasado de todos los males. No asumen las consecuencias de sus actos. El pasado siempre es el responsable de cualquier mal.

• Se asumen dueños de una supuesta superioridad moral frente a los que consideran enemigos. Sus bases doctrinales y principios propios y de su gobierno son superiores a los de los enemigos.

• Relativizan la ley y se ponen por encima de la Constitución. Ellos son sus únicos intérpretes válidos.

• Utilizan un intenso “activismo mediático” para estar siempre presentes en los medios. No sólo es clave en su estrategia de comunicación, sino del conjunto del proyecto.

Lo común en el marco del discurso

Hago una distinción entre la forma y el contenido del discurso propio de los líderes populistas.

Forma

• Conciben el ejercicio de gobernar como un espectáculo mediático. Actúan como estrellas de la farándula.

• Construyen escenarios y escenas donde participa el pueblo para “producir” identidad. Siempre son televisados y puestos en las redes.

• Uso de una retórica emocional para motivar y mantener bajo control a su base social, al pueblo.

• Uso del tono estridente y escandaloso para llamar la atención de las audiencias y los medios.

• Uso de frases y consignas fáciles de entender y asumir, propias de la publicidad y la mercadotecnia. Una común es “que devuelvan lo robado”.

• Hacen referencia constante a la historia y la grandeza del país. Unos más que otros.

• Uso sistemático de la descalificación, el insulto y la agresión para enfrentar a su enemigos, que ellos mismos construyen según la ocasión.

• Con frecuencia pronuncian discursos largos y farragosos, pero son bien recibidos por sus bases y simpatizantes.

Contenido

En el marco de las estrategias operativas algunos de los temas más comunes son:

• Hablar sobre el nacionalismo y la soberanía nacional. Si se es de izquierda, se presenta de una manera; si se es de derecha, de otra. Hay semejanzas.

• Referencias constantes al pueblo, que se entiende como todos los que están con él y siguen lo que se les diga.

• Hablar sobre el fin de la corrupción y decir que se está solucionando el problema de la seguridad.

• Prometer restaurar los valores que se han perdido. Devolver la grandeza nacional perdida.

• Desconocer, de una u otra manera, los derechos plenos de la comunidad LGBTI. Es común que se manifiesten abiertamente en contra del aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo y la adopción por parte de estas parejas.

• Están en contra de la legalización de la marihuana y otras drogas.

• Defender a la familia tradicional. Sólo aceptan un tipo de familia. No importa su historia personal.

• Insistir en que sólo los más pobres entienden el proyecto que se quiere impulsar.

• Hablar de sí mismos y autoelogiarse de muy diversas maneras.

• Promocionar sus programas sociales, que siempre son un éxito.

• Jamás aceptar la crítica, pero sí criticar a todos los demás.

 Lo que no es común 

En las semejanzas hay elementos que los líderes populistas no comparten, o no lo hacen del todo:

• Son abiertamente homofóbicos, machistas e incluso racistas. Otros no tanto.

• Están a favor de la pena de muerte y el uso de la tortura. Otros claramente no.

• Se presentan como “mano dura” contra el crimen organizado; otros, al contrario, han decidido no enfrentarlo. En su versión esto reduce la violencia.

• Se han enriquecido a expensas del poder, pero otros no.

• Han hecho que el gobierno se adueñe de los grandes medios de comunicación. Otros no han recurrido a esta estrategia.

• Promueven la censura de manera abierta y llevan a la cárcel a los periodistas independientes. Otros no han recurrido a esta estrategia.

• Uso de símbolos de identidad como cierto tipo de vestimenta (trajes, camisas, sombreros…). Unos recurren a esto, pero otros no.

• Uso de la “necrología política” como parte central del discurso. Hay quienes recurren a ella haciendo mención constante de los que se han ido, pero otros no.

Fin del discurso

El discurso populista se agota y pierde fuerza en la medida que el mundo que se prometió, que era más o menos semejante al cielo, no se cumple. Es común, incluso, que la situación que se genera sea peor (Venezuela, Nicaragua, México…). La esperanza que produce el líder populista, el mesías redentor del pueblo, se viene a tierra. Ya no opera. Era el aglutinante fundamental. Pierde su poder. Ya no es lo que antes era.

Ante esta realidad en América Latina, los líderes populistas tienen dos caminos que dependen de la fortaleza de las instituciones de cada país. Volverse una dictadura y sostenerse a partir del apoyo de la Fuerzas Armadas (Venezuela, Nicaragua…) o, una vez que termina su mandato, someterse, en el marco de la democracia, a la decisión del voto popular (Brasil, Argentina…).

**Este artículo fue publicado originalmente en Nexos.

 


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Rubén Aguilar

Rubén Aguilar

Sociofundador de Afan Consultores Internacionales, S.C. Doctor en Ciencias Sociales. Profesor en el Departamento de Comunicaciones y Ciencias Políticas de la Universidad Iberoamericana. Publica semanalmente en diversos periódicos y revistas del país.

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