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Entre barreras, toros, espuelas y pretales

En la justa entre el toro y el montador, se juegan egos y prestigios. La apuesta entre criador y montador, es orgullo contra vergüenza

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Lenin Flores Fonseca, ha pasado metido los últimos veinte años de su vida, entre barreras, toros, espuelas y pretales. Conocedor como pocos de las corridas de toros escenificadas en todo Chontales, en ese mundo brilla con luz propia. Sus valedores tienen nombres y apellidos. Don Orlando Bravo, tuvo la intuición de invitarle animar el 31 de enero de 1999, la corrida de esa tarde, en la barrera Pepsa, de Santo Tomás. Antes de lanzarse al ruedo, Lenin había empezado asimilar las enseñanzas de Pepe Matus. Sus narraciones sobre la fiesta brava eran únicas, muy especiales; quedó atrapado en una disyuntiva. Las corridas eran diversión extrema: rajaduras de cabezas, quebraduras de huesos, sangre a borbollones. En las narraciones deportivas no ocurría nada igual. Fruto Orozco, con buenos tragos adentro, montó El Comalito, un pardo suizo de 600 kilos, de Nazer González y lo dejó parapléjico. El infortunio quedó grabado en sus pupilas. 

El empujón de don Orlando y sus deseos de narrar como lo hacía Pepe, produjeron un hondo interrogante sobre su futuro cómo narrador deportivo. Lenin sintió cosquilleo por abrirse paso en una actividad cargada de prestigio y tradición a lo largo y ancho de Chontales. Dividió su tiempo entre el béisbol y las corridas de toros. Hoy las cosas han cambiado. A la hora de escoger cuál de las pasiones fagocitaría su vida, inclinó la balanza y creyó haber escogido lo mejor: peregrinar por las barreras chontaleñas. No es que haya dejado de narrar béisbol. Entre dos corrientes impetuosas, los toros lo atraen como miel de abejas. Sabe que ninguna otra actividad goza de tanta reputación en la provincia ganadera. Las jugaderas de toros producen seducción y atraen a los chontaleños que viven fuera de Nicaragua. Todos los años regresan a la tierra de ganados y ganaderos. Desean emborracharse de alegría en las fiestas patronales de sus respectivas ciudades. 

El tomasino pronto se convirtió en referente profesional, sintió apremio por cultivarse en los secretos de un arte que estruja corazones. Flores Fonseca nada como pez en el agua en una actividad donde pocos se distinguen por sus conocimientos y profesionalismo. Muchas personas carecen de estas cualidades, sería aconsejable mostrar prudencia a la hora de narrar y animar por televisión las corridas. Su mayor desafío en estas lides consiste en dominar las exigencias de un ritual, que en Chontales tiene más seguidores que cualquier partido político. Con más de una década de estar narrando, muy poco han avanzado. ¿Será que no les importa? ¿Desidia y desinterés? Es penoso citar a la teleaudiencia y comprobar que, en vez de avanzar, quedaron varados. ¿Cómo se atreven a conducir esta clase de programas quienes no conocen el ABC de un deporte que plantea grandes exigencias? Millares de personas permanecen pegadas a la televisión. 

Después de estar presente en las festividades de Acoyapa, San Pedro de Lóvago y Villa Sandino, la mayor ambición de Lenin era narrar en la barrera más afamada de Nicaragua: “Monumental Plaza de Toros Vicente Hurtado Morales, Catarrán”. Tuvo que esperar exactamente diez años. En 2009 Oscar González, su compañero de ruta en las transmisiones deportivas, en radio Centro (870 AM), lo invitó a venir a Juigalpa a darse un banquete. Sabía muy bien y el tiempo vino a confirmarlo, que mientras no lo hiciera en la barrera de mayor renombre del país, no ascendería a las alturas. Ese mismo año tuvo la dicha de comprobar el talante de Orlando Contreras, El Diablito de Muhan. Vio cómo este suplicaba para que lo dejaran montar El Carterista. Ni Yamil ni Fernando González, querían dárselo por temor a que el toro lo desquebrajara. Los ruegos surtieron efecto. Decidieron que El Diablito se jugara la suerte, montó El Carterista y lo paró. 


Don Fernando exclamó alborozado: “¡Qué hijo de puta chavalo más bueno!”. A sus quince, El Diablito empezaba a crear su propia fama, con los años ha venido acrecentándola. Durante las fiestas de San Sebastián, en Acoyapa, con la costumbre de narrar de barrera en barrera, Lenin fue testigo otra vez de las súplicas del Diablito, pidiendo montar un toro de la ganadería de don Darío Sevilla. El acoyapino no quería que Contreras montara El pan de rosa, su toro más aguerrido. Se mantenía renuente. Su escasa estatura, poco peso y corta edad, hacían reflexionar a Sevilla. Podía resultar una fatalidad, dejar que El Diablito montara un toro que podía despatarrangarlo. Trató de mil formas de disuadirlo, insistió e insistió, hasta que Sevilla accedió a regañadientes. Todavía dijo en voz alta, que no se hacía responsable si algo pasaba al Diablito. Tarde comprendió que el mozalbete tenía cualidades suficientes para someter a su astado más célebre. Otro logró en su historial.

Ante lo sucedido, Sevilla expresó consternado: “¡Clase de garrobo anda en la bolsa el chavalo!”. Las montaderas en Chontales están llenas de mitos y leyendas. Cuando un montador vence en buena lid a un toro considerado imbatible, sus propietarios piensan que hay brujería de por medio. Muchísimas veces no dan crédito a la destreza del montador. Sus habilidades son atribuidas a poderes transmitidos por brujos versados en el arte de brebajes y maleficios, recursos utilizados por el montador para someter al toro. Lenin señala a los miembros de la familia Duarte: Nicolás, Colacho Negro, Federico, Cebo de Mico y Ramón, su padre, entre los brujos más versados. En mi adolescencia, en Juigalpa, el más ilustre era Tomás Alonso, Pata de Chopo, ofrecía la Oración del puro, la Piedra de Ara y otros menjunjes. Imposible erradicar creencias que vienen repitiéndose de boca en boca, entre ganaderos y campesinos, por los años de los años. Amén.

 

Toros, montados, barrera

Foto: Confidencial | Osvaldo Ríos, Super Macaco. Cortesía.

 

II

En la justa entre el toro y el montador, se juegan egos y prestigios. La aspiración de los criadores es que los toros desbarranquen a los montadores. La apuesta entre criador y montador, es orgullo contra vergüenza. Con ese propósito prestan sus toros y asisten a las barreras. Las contradicciones por el uso de las espuelas forman parte de estas disputas. La mayor satisfacción es que sus toros, en solo el arranque, lancen por los aires al Diablito o a Super Macaco. Su séquito estallaría de alegría. En el colmo de los celos, no se despegan de la manga. Dan instrucciones o disienten de la manera cómo jugarán la partida. Poseen poder de veto, rechazan a ciertos montadores. Temen que terminen domando al animal que prestigia su ganadería. Son los que dan las últimas instrucciones. Muchos ganaderos forman parte de la lista de creyentes. Podría haber brujerías y quedar en ridículo. El montador al domar a la bestia grita eufórico y levanta el puño en señal de victoria. 

Lenin gusta hablar sobre la necesidad de llegar a compromisos en el uso de espuelas. Durante las últimas tres grandes presentaciones, los dueños consintieron que los montadores usaran las suyas. En Rancho Lumbí, el 1 de noviembre 2020; en Potosí, en el Rodeo Denis Incer, el 25 de diciembre 2020; y en Cita de Campeones, en la Plaza Taurina Isabel y Humberto Mongrío, el 31 de enero 2020, la Asociación Nacional de Espectáculos Taurinos (ANET), aceptaron que los montadores utilizaran sus espuelas. Un avance significativo en los forcejeos sostenidos a lo largo de los años. El trato alcanzado por vez primera, ¿sentará un precedente? Los montadores muestran inconformidad. En las jugaderas de toros, lo acostumbrado ha sido que los propietarios solo acepten dos espuelas de las suyas. Cuando llega el turno del cuarto montador, estas ya no sirven. Lenin se inclina a favor de los montadores, previa inspección de las espuelas.

Con la autoridad que nace de conocer el oficio, al indagar sobre los cinco mejores montadores chontaleños, durante los últimos cinco años, Lenin soltó la lista con la velocidad del rayo. Situó a la cabeza a Orlando Contreras, El Diablito de Muhan. En segundo ubicó a Gilbert Espinoza, El Sureño; en tercero a Francisco Machado, El conejo, el cuarto lugar lo reservó para Osvaldo Ríos, Super Macaco, y el quinto lo cedió a Bismarck Sánchez, Trompín. No hay por donde equivocarse. Es probable que con el tiempo los chontaleños olviden sus nombres, lo que nunca olvidarán son sus apodos, ellos mismos fueron quienes se los encajaron. Pertenecer a esta apretada galería de famosos, dimensiona su popularidad más allá de nuestras barreras. En los últimos años los montadores se han venido profesionalizando. No les quedaba otra opción. Por toda Nicaragua, andan de fiesta en fiesta, ganándose la vida. De eso y para eso viven. 

En esta historia fascinante de toros y montadores, reté a Lenin diciéndole que me proporcionara nombres, ganaderías y dueños de toros, que deberían figurar entre los cinco primeros lugares de 2017 a la fecha. Flores Fonseca hizo la selección tomando en cuenta los siguientes factores: que hubiesen resultado invictos en las diferentes barreras donde se jugaron, el peso de cada semental y su raza. En el cotejo emergen ganaderías de distintos lugares del departamento de Chontales. En la cima colocó El Desvelo, de la ganadería El Corozo, un pardo-suizo propiedad de Conchito González; en segundo, El Mujeriego, un Brahman Holstein, de los hermanos Matus Lazo, exportado invicto hacia Costa Rica; en tercero eligió El Cardenal, un Pardo-Brahman de la ganadería de Neyo Aguilar, en cuarto, El Explosivo, de la ganadería de Nazer González y la quinta la cedió a El Quiebra Jícaras, Pardo-Brahman de la ganadería El Corozo, de Conchito González.  

Los chontaleños se muestran preocupados por mantener la supremacía en la crianza y montaderas de toros en toda Nicaragua. Se duelen al conocer la facilidad con que algunos ganaderos se desprenden de sus toros. Una inquietud que no debería pasar desapercibida. La compra y venta de toros se convirtió en monedita corriente. ¿Por qué venden los toros que prestigian su ganadería? Nada extraño debería existir en estas transacciones, si no fuese porque uno ya no puede discernir de manera categórica, de qué ganadería provienen los toros más aclamados en las barreras chontaleñas. Deberían mantener en alto su prestigio. En España, Estados Unidos, México, Colombia y Perú, los criadores se enorgullecen con solo el hecho de afirmar, que los toros que se juegan en las principales plazas de sus respectivos países, provienen de sus ganaderías. Los costarricenses pasaron de ser compradores de toros chontaleños, a ser hoy sus proveedores. ¡Increíble! 

No todo resulta desconsolador dentro de nuestra tradición ganadera, existen hacendados y finqueros afanados en mantener la crianza de toros. No desisten en mostrarse orgullosos por integrar la lista de criadores que siguen haciendo historia en Chontales y más allá de nuestras fronteras. Únicamente señalo tres nombres. En San Pedro de Lóvago, los herederos de don Fernando González, en Santo Tomás, don Orlando Bravo y en Cuapa, Avelino Martínez Rayo. Un mérito enorme. En la misma línea se inscriben Javier Matus, Roberto González, Cheché, Gustavo González, (tiene la virtud de renovar año con año, los toros que envía a las barreras), y Kenan Mena González, todos originarios de San Pedro de Lóvago, ciudad que por un tiempo fue considerada cuna de los toros más famosos de Chontales. En esta encrucijada, ¿qué están dispuestos hacer los criadores de toros, para que Chontales siga ocupando el primer lugar? 


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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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