5 de julio 2021
Es difícil, casi imposible, no tener miedo al régimen del comandante y la compañera. En todos estos años, lenta pero seguramente, armaron el juego perfecto. Con cambios a la Constitución y leyes a la medida de sus intenciones, nos dejaron a todos los que disentimos de su proceder en la más absoluta indefensión. A los empleados públicos, a sus militantes, los policías o los soldados de cualquier rango del Ejército, pueden correrlos, dejarlos en la miseria, acusarlos de traidores, encarcelarlos u obligarles al exilio, incluso por algo tan nimio como rehusarse a asistir a sus eventos. A sus cómplices viejos, sandinistas que fueron un día, ahora a los setenta y tantos años, no les queda más que el silencio y la sumisión si quieren seguir viviendo sus buenas vidas. Si eso es verdad para ellos, peor para nosotros los que no les brindamos ningún servicio.
Pero el comandante y la compañera no tienen la sartén por el mango. Han tenido que pagar un alto precio en desprestigio internacional para encarcelar a las figuras que, con un voto masivo que les dificultaría el fraude, podrían ganar las elecciones. El colmo es que apresaran a Pedro Joaquín Chamorro por su discreta respuesta en una entrevista con CNN de que, a falta de otro mejor, podría considerar ser candidato de la Alianza Ciudadana.
La prueba más contundente de su miedo, sin embargo, es que hayan desistido de El Repliegue, esa ceremonia multitudinaria que, año con año, vienen realizando ya no como conmemoración de un hecho histórico, sino como carnaval. ¿Qué pasaría, habrán pensado, si el Repliegue —tanta gente en las calles— es la ocasión para que la población aproveche y proteste por sus desmanes? Nada les da más temor que volver a enfrentar otra situación como la de abril 2018, esa que los dejó traumatizados y que calificaron como “golpe”.
Es importante que los nicaragüenses estemos claros de que este régimen nos tiene bajo tanta represión porque está poseído del miedo a su propio pueblo. El encarcelamiento de los dirigentes de Unamos: Dora María Téllez, Víctor Hugo Tinoco, Hugo Torres, Tamara Dávila, Ana Margarita Vijil, y Suyén Barahona no es más que un reconocimiento de su prestigio y liderazgo a nivel popular. Es tal el miedo que les tienen que Kitty Monterrey no se atreve a incluirlos en su Alianza, por miedo a que le quiten la personería jurídica. Mi opinión es que no es asunto de izquierda-derecha. Doña Kitty está sentenciada: si ella deja que participen en las elecciones, su partido pierde la personería jurídica. Ella es tan víctima del miedo como todos los demás. Lástima que no destape sus cartas y lo admita, en vez de estar dando esas excusas ideológicas que no tienen cabida cuando enfrentamos un régimen despiadado como este.
El mismo racionamiento explica que detuvieran a José Adán Aguerri, Luis Rivas, José Pallais. Cada uno de ellos representa una advertencia para sectores que representan.
Pero, además, se llevaron en el saco a trabajadores honrados, como Walter Gómez y Marcos Fletes y a Pedro Vásquez, el chofer de Cristiana Chamorro. Este es un proceder estalinista para obligarles a “confesar” delitos no cometidos a cambio de su libertad o de que cesen interrogatorios violentos donde no los dejan dormir, los someten al frío, los cuelgan por horas de los brazos, los escapan de ahogar y quién sabe cuántas otras barbaridades que sabemos cometen por los testimonios terribles de otros presos. Nadie se extrañe si “confiesan” si firman declaraciones o qué se yo. En los Gulags de la historia, hasta los valientes han cedido pues hay un límite al dolor y miseria que puede soportar un ser humano.
Cierto es que estamos paralizados. El miedo es tan real para ellos como es para nosotros y el miedo es una reacción humana inevitable cuando peligra la vida, máxime que ya vimos a qué están dispuestos. Ninguna protesta reciente, en ningún país, ha tenido el saldo de muertes que tuvo Nicaragua en abril de 2018. Por esto es sano y no cobarde temerles, pensar que su miedo y su rabia es tal que están dispuestos a quedarse aislados del mundo, y hacer cuanta injusticia y fechoría consideren necesaria con tal de mantener el poder.
El asunto es que, si se salen con la suya, no solo nos espera que maneje el país una pareja que ya ha dado amplias muestras de descontrol personal, crueldad y que últimamente se ha exhibido ante la opinión pública con sus improperios y discursos lamentables. Ya lo dijo una vez una familiar de Murillo: “desde niña era así, lo que no podía ser de ella, no podía ser de nadie”. Y Daniel, en una reunión con artistas en que nos quejábamos de las maniobras de Rosario, dijo: “por qué piensan que es ella y no yo el de estas ideas”. Tal para cual. Debemos pensar entonces que, siendo como son, si falta Daniel, nos espera Rosario y si falta ella, sus ocho hijos, una dinastía interminable que nos hundirá por varias generaciones.
O sea que el miedo de hoy tenemos que pesarlo bien en relación con las perspectivas. Y hay maneras de enfrentarlo. Somos un pueblo de inmensa creatividad. La calle no es el principio y el fin de la rebelión. Hasta las chimbombas les mueven el piso.