3 de julio 2021
La reciente ola de arrestos en Nicaragua, dirigida a cinco precandidatos presidenciales de la oposición, varios exlíderes sandinistas de alto nivel, feministas, periodistas y otros, traiciona todos los sueños que teníamos en la Nicaragua sandinista en los años ochenta.
En ese entonces nunca me imaginé que firmaría una carta abierta condenando el giro autoritario del Gobierno del presidente Daniel Ortega y su esposa, la vicepresidenta, Rosario Murillo. Pero la creciente represión y las atrocidades me han llevado a unirme a más de 500 activistas de los Estados Unidos a pronunciarnos. Contamos entre nosotros varias personalidades ilustres como la novelista Alice Walker, el activista por la paz Daniel Ellsberg y el profesor Noam Chomsky.
Lo que todas y todos tenemos en común es que durante los años 80 apoyamos, visitamos o vivimos en Nicaragua como trabajadores de la salud, maestras y maestros, constructores, artistas y voluntarios. Fuimos para participar en un gran experimento en un momento histórico, al mismo tiempo que protestamos a gritos contra nuestro Gobierno de los EE. UU. que dirigía y financiaba la guerra contra Nicaragua.
Yo fui a Nicaragua en 1979, después de ocho años en México y 11 en Cuba. Fui como una persona comprometida con la justicia y la democracia y opuesta a los esfuerzos de mi propio Gobierno para derrocar una revolución popular. Yo, y tantos otras y otros de todas partes del mundo, contribuimos con lo que pudimos al sueño por el que murieron tantos nicaragüenses. Durante cuatro años documenté en varios libros la creatividad, el caos y las locas esperanzas levantadas por la revolución recién ganada.
El dúo Ortega-Murillo se ha vuelto tan loco en sus ansias de poder y tan cruel que nosotras y nosotros, que la comunidad estadounidense que alguna vez apoyó activamente al Gobierno y partido sandinista, sentimos que teníamos que levantar nuestra voz y desafiarlos con nuestra carta abierta.
Existe amplia documentación sobre las muchas formas en que han usurpado el poder, secuestrado, encarcelado y torturado a quienes se les oponen y reprimido a los manifestantes en general. Aunque afirman que hablan por los pobres y los marginados, en realidad han desviado millones de la ayuda exterior, principalmente de Venezuela, para ellos y sus hijos.
Además, han hecho pactos con dirigentes y empresarios de ultraderecha, mientras encarcelan a compañeras y compañeros importantes de la época de la revolución como la exministra de salud Dora María Téllez, el exviceministro de relaciones exteriores Víctor Hugo Tinoco e incluso Hugo Torrez, exlíder guerrillero que logró la liberación de Ortega cuando éste era preso político de Somoza, hace cuarenta y pico de años.
Como hemos descubierto a lo largo de los años, la perversidad y la crueldad de la pareja gobernante no son nuevas. Ortega abusó sexualmente de su hijastra, Zoilamérica, durante 19 años, comenzando cuando ella tenía 11. Él la denigró aún más diciéndole que era su “deber revolucionario” someterse a su voluntad.
Cuando Zoilamérica lo denunció, Murillo se puso del lado de su esposo, abandonando a su hija en el proceso. Los celos de Murillo hacia el poeta y ex-ministro de cultura Ernesto Cardenal son bien conocidos por quienes, como yo, trabajamos con ella. El ataque cuasi legal de ambos contra Cardenal, en los años previos a la muerte del poeta fue claramente un asunto de venganza.
Hay quienes no les gusta mezclar lo que llaman “asuntos domésticos” con la política pública. Yo afirmo que están completamente ligados. Hay quienes estuvieron en el movimiento solidario de Estados Unidos en la década de los 80 que todavía no condenan al régimen de Ortega-Murillo como una dictadura, argumentando por un lado que su gobierno ha implementado algunos buenos programas sociales, y por otro, que la oposición del gobierno de Estados Unidos al régimen es en sí misma una razón por la que deberían apoyarlo.
Yo opino que debemos pensar por nosotras y nosotros mismos. A estas alturas, la criminalidad del gobierno de Ortega / Murillo debería ser obvia para todo el mundo.
Nuestra carta al Gobierno de Nicaragua llama al régimen a:
● Liberar a los más de 130 presos y presas políticas que se encuentran actualmente detenidos, incluyendo a los precandidatos, miembros de la oposición, periodistas y líderes históricos de la revolución sandinista;
● Rescindir y dejar sin efecto la draconiana ley de seguridad nacional bajo la cual estas personas fueron detenidas;
● Negociar reformas electorales que aseguren elecciones libres y justas en las que las y los precandidatos actualmente detenidos puedan postularse libremente, y que las elecciones sean observadas internacionalmente.
La carta de las y los activistas de los Estados Unidos es sólo una de muchas con demandas similares. Académicos, feministas y activistas de Europa, Canadá, América Latina y de todas partes se están pronunciando en contra de esta última ola de represión en Nicaragua.
Vimos claramente que las protestas de 2018 fueron impulsadas por un amplio espectro de nicaragüenses que ya no apoya a su gobierno, especialmente las y los jóvenes del país.
Este no fue un complot inspirado por los Estados Unidos. Las y los nicaragüenses han estado y siguen pensando por sí mismos. Las y los nietos de la generación sandinista no tienen recuerdos propios de la revolución, pero sí conocen la traición que siguió. Son parte de una generación mundial que actualmente se enfrenta al autoritarismo, la brutalidad policial, la violencia doméstica y los devastadores efectos del cambio climático.
Es hora de dar paso a esta nueva generación de nicaragüenses para determinar el futuro del país. Los nicaragüenses son resilientes: han resistido dictaduras, revoluciones, contrarrevoluciones, invasiones marinas estadounidenses, terremotos, volcanes, huracanes y más. Nadie sabe mejor que Daniel Ortega y Rosario Murillo, que la represión no puede seguir así para siempre.
*Margaret Randall es autora de “Las Hijas de Sandino” y “Las Hijas de Sandino Revisitadas”, y una de las más de 500 firmantes de la Carta abierta al gobierno de Nicaragua de activistas de la solidaridad de Estados Unidos 1979-1990.