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Estados Unidos, derechos humanos y la guerra de Israel contra Palestina

Como judío, estoy profundamente preocupado por la improcedente violencia antiárabe de Israel, que va en contra de la esencia misma de la ética judía

Palestinos se sientan dentro de su tienda junto a los escombros de su casa destruida en la ciudad de Beit Hanoun, en el norte de la Franja de Gaza, el 24 de mayo de 2021. // Foto: EFE

Jeffrey Sachs

27 de mayo 2021

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NUEVA YORK – El intento de Israel de justificar su reciente ataque brutal a Gaza suena hueco para cualquiera que esté familiarizado con los acontecimientos en Israel, donde el gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu, respaldado por racistas antiárabes, ha violado de manera sistemática, cruel y persistente los derechos humanos básicos de la población árabe. Human Rights Watch, una ONG global con muchos líderes judíos, recientemente ha condenado a Israel por crímenes de lesa humanidad.

El comportamiento de Israel coloca bajo el foco a la administración del presidente norteamericano, Joe Biden, que profesa una política exterior basada en los derechos humanos. Si ese compromiso es genuino, la administración debería respaldar una investigación independiente por parte de las Naciones Unidas de las violaciones israelíes de derechos humanos contra la población árabe y suspender la ayuda militar a Israel hasta que la investigación se finalice y los derechos humanos de los palestinos estén garantizados.

Los antecedentes de los ataques israelíes aéreos y de artillería recientes en Gaza fueron amenazas por parte de Israel de expulsar a los palestinos de sus viviendas en el barrio Sheikh Jarrah en el este de Jerusalén y la violencia provocada por los israelíes en la Mezquita al-Aqsa, uno de los sitios más sagrados del Islam. Israelíes de derecha marcharon por el este de Jerusalén al canto de “muerte a los árabes”. Inmediatamente después vinieron los lanzamientos de cohetes desde Gaza, que bien pueden haber sido el objetivo de Netanyahu, que pelea por su vida política frente a un juicio por corrupción inminente. Fomentar y explotar un odio antiárabe le han servido durante mucho tiempo a la hora de perseguir el poder y aferrarse a él.

Como judío, estoy profundamente preocupado por la improcedente violencia antiárabe por parte de Israel, que va en contra de la esencia misma de la ética judía. El Talmud dice que “quien salva una vida es considerado por las Escrituras como si salvase a toda la humanidad”. El gran sabio Hillel célebremente observó que toda la Torah (ley judía) se podría resumir de esta manera: “No hagas a tu prójimo lo que no quieres que te hagan a ti”.


El bombardeo despiadado de Gaza por parte de Israel, que causó un sufrimiento inmenso y provocó la muerte de gente inocente, incluidos por lo menos 63 niños, viola ambos principios. Los políticos corruptos e interesados como Netanyahu muchas veces se envuelven en un manto religioso para esconder sus acciones malevolentes y, en el proceso, hieren profundamente la religión.

Netanyahu dice estar actuando en nombre del pueblo judío. Ciertamente no lo está. Muchos judíos en todo el mundo, entre quienes me incluyo, desprecian la política racista de Netanyahu.

Como norteamericano, también estoy profundamente preocupado por el respaldo irreflexivo de Israel por parte del gobierno de Estados Unidos. Afortunadamente, no soy el único que piensa así. Una cantidad creciente de congresistas demócratas, judíos y no judíos, han instado a Estados Unidos a dejar de respaldar la ilegalidad de Israel. La verdad es que el respaldo poco crítico de Israel que hace el gobierno de Estados Unidos ha llegado a depender más de los cristianos evangélicos, como el ex secretario de Estado norteamericano Michael Pompeo, que de los judíos norteamericanos, que están profundamente divididos ante las acciones de Netanyahu. Y el verdadero interés de los evangelistas en el sionismo no es la seguridad de los judíos, sino el Armagedón, el fin del mundo, que a su entender llegará cuando todos los judíos estén en Israel.

Asimismo, el cheque en blanco que el ex presidente Donald Trump le dio a Israel en los últimos años ha fomentado el racismo extremo al interior de la sociedad israelí, junto con una sensación entre los líderes israelíes de que ningún abuso que cometan o condonen hará tambalear el apoyo del gobierno norteamericano. El lenguaje de odio, exclusión racial y pogromos se invoca con demasiada facilidad entre la derecha israelí. Mi distinguido colega de la Universidad de Columbia Rashid Khalidi describe apasionadamente el dolor y la pérdida de los palestinos en su nueva historia del conflicto, The Hundred Years’ War on Palestine (La guerra de cien años contra Palestina).

El reciente informe de Human Rights Watch sobre la política israelí hacia los árabes de Israel y de la Palestina ocupada llega a una conclusión cruda y reveladora:

Las autoridades israelíes metódicamente privilegian a los israelíes judíos y discriminan a los palestinos. Las leyes, políticas y declaraciones de las principales autoridades israelíes dejan en claro que el objetivo de mantener el control israelí judío de la demografía, el poder político y la tierra ha guiado desde hace mucho tiempo las políticas del gobierno. En búsqueda de este objetivo, las autoridades han despojado, confinado, separado por la fuerza y subyugado a los palestinos en virtud de su identidad en diversos grados de intensidad. En ciertas áreas, como se describe en este informe, estas privaciones son tan graves que representan crímenes contra la humanidad de apartheid y persecución.

Si la administración Biden pretende cumplir con el derecho internacional en materia de derechos humanos, no puede apuntar con el dedo a China y luego darle un pase libre a Israel, que por cierto depende de las municiones y el respaldo financiero provistos por Estados Unidos. Los derechos humanos son derechos humanos, y son parte del derecho internacional bajo la Carta de las Naciones Unidas. Ya sea que se trate de Xinjiang y los uigures, Myanmar y los rohingya o Israel y los árabes palestinos, la manera correcta de defender el derecho internacional es a través de las Naciones Unidas, empezando por una investigación independiente bajo los auspicios del Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

Mientras tanto, también ofreceré un pequeño consejo económico: una manera poderosa de frenar un mal comportamiento en el futuro es aumentar el costo. En lugar de otra conferencia de donantes en la cual Estados Unidos, el Reino Unido, la Unión Europea y otros países prometan fondos para solventar la reconstrucción de Gaza, es hora de obligar a Israel a pagar por la reconstrucción de Gaza. Los escasos fondos de donantes internacionales deberían utilizarse para ayudar a los más pobres del mundo, no para subsidiar una destrucción repetida y deliberada.

*Jeffrey D. Sachs, profesor universitario en la Universidad de Columbia, es director del Centro para el Desarrollo Sostenible en la Universidad de Columbia y presidente de la Red de Soluciones para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Project Syndicate, 2021.


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