Participar en marchas ciudadanas, entregar medicamentos y víveres a los atrincherados en las universidades o el simple hecho de publicar en redes sociales críticas al Gobierno, fueron razones para que autoridades universitarias “levantarán listas negras de docentes opositores”, que luego se resumió en una barrida de maestros y personal administrativo en varias universidades.
Un total de 108 maestros y personal administrativo fueron despedidos en Nicaragua tras la Rebelión de Abril de 2019, según registra el “Libro Blanco: Las evidencias de un Estado totalitario: Violaciones de los derechos humanos en las universidades públicas de Nicaragua”. Estos “despidos ilegales” fueron a través de “investigaciones secretas y el trabajo de las estructuras partidarias dentro de las universidades públicas”, según detalla la investigación que también incluye la expulsión arbitraria de 147 estudiantes universitarios.
En febrero de 2020, la Revista Niú publicó una investigación sobre los estudiantes expulsados de la UNAN-Managua por atrincherarse en los recintos y participar en las protestas. La investigación documentó cómo una “Comisión de Seguridad” decretó su “muerte académica” con el apoyo de la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN) que entregó lista de los universitarios “golpistas”.
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CONFIDENCIAL conversó con tres docentes despedidos de la UNAN que narran, en primera persona, la otra “misa negra”, que fue el despido de los docentes. Los académicos relatan qué significa ser tachados como “docentes opositores” en tiempos de dictadura y el control del FSLN en los recintos.
Dos docentes de Matemática Aplicada y una docente laboratorista coinciden en que la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, es la “institución académica donde el FSLN tiene el mayor control de las decisiones a través de la UNEN”.
“Me dijeron que me iban a quemar
como a los del barrio Carlos Marx”
Soy Jairo José Morales Flores, doctor en Matemática Aplicada, tengo 21 años de ser docente y diez de ellos los ejercí en la UNAN-Managua, Farem-Chontales. En 2017 me premiaron como el mejor docente de toda la UNAN, pero eso no les importo: en 2018 me despidieron porque apoyé directamente a los estudiantes atrincherados en los recintos universitarios.
Yo expresé mi opinión a través de las redes sociales. Mis posiciones fueron claras con la masacre que estaba ocurriendo hacia los estudiantes y los campesinos. Y esto ocasionó el disgusto de las autoridades universitarias.
En agosto de 2018, tuvieron la desfachatez de reunir a todo el Consejo de la Facultad para entregarme la carta de despido. Pedí explicaciones, pero la única que me dieron es que era una orden que venía de arriba.
Después vino lo peor, recibí amenazas. Los operadores políticos junto con los CPC de mi zona me amenazaron con quemarme, me dijeron que me iba a pasar lo mismo que ocurrió en el barrio Carlos Marx. Cuando lo recuerdo me da ganas de llorar, saber el tipo de corazón que tienen esas personas en amenazar de quemar a tus hijos y como padre tuve que salir del país.
Vista del parque La Merced, un sitio concurrido todo el día, en especial por nicaragüenses. Muchos llegan esperanzados en encontrar algún trabajo. Foto: Wilfredo Miranda
Estuve dos meses y medio en Costa Rica, la situación es dura, vi a mis hermanos nicaragüenses en el Parque La Merced, de San José, prácticamente mendigando. Mi momento más duro en el exilio fue cuando mi hija se me acercó llorando y me dijo: “Papá yo no quiero estar aquí, quiero estar en mi casa con mi familia” y en ese momento nos acuerpamos y dijimos que sea lo que Dios quiera y regresamos a Nicaragua, aunque estaba circulado en las redes sociales.
Ser tachado como docente opositor al Gobierno es prácticamente ser sentenciado a una muerte laboral. No puedo conseguir trabajo, mi curriculum lo mande a todas las universidades, pero parece que hay una orden directa de no darme trabajo. Prefiere comer tierra o piedra, pero no vender mi dignidad. Me siento orgulloso de que mi dignidad la mantengo intacta. Mis recursos económicos se han aminorado, hemos pasado crisis bien duras, pero eso no se compara con el dolor que sienten madres por haber perdido a sus hijos.
Me allanaron mi casa, dijeron que tenía
documentación que dañaba al Gobierno
Soy la profesora “Ana” y trabajé por 15 años en la UNAN-Managua, lo único que yo hice fue participar en las marchas pacíficas, pero los CLS que trabajan dentro de la universidad se encargaron de vigilar a quienes participamos en las marchas, y levantaron una lista negra en la que iba mi nombre y me despidieron.
El día que me enteré de mi despido, llegué a mi trabajo y la directora me llamó para entregarme mi carta de parte de Recursos Humanos, en la que decía que a partir del día siguiente yo ya no laboraba más y que de acuerdo con el artículo 45 prescindían de mis oficios.
En las redes sociales me tildaron de asesina y criminal, en lo único que pensaba era en cómo le afectaría a mi mamá, en un momento me quise sentir culpable por haber participado y perder mi trabajo, yo amaba lo que hacía, hasta que me dije que no podía sentirme culpable, más bien me siento orgullosa.
Cuando te despiden por ser opositor al Gobierno, hay una muerte laboral, sos vigilado todo el tiempo. Te circulan en las redes sociales y, sin temor a equivocarme, esas amenazas vienen de mis propios familiares que simpatizan con el Gobierno. La mayor represalia de la que fui víctima fue en 2019, cuando allanaron mi vivienda. La oficial me dijo que yo tenía documentación que perjudicaba al Gobierno.
Estudiantes de la UNAN han sido perseguidos por protestar. En esta imagen luego de ser rescatados de la balacera contra los estudiantes atrincherados en la universidad y en la iglesia Divina Misericordia. Carlos Herrera | Confidencial
A pesar de todo, mucha gente me apoyó. Ahora trabajo en una universidad privada y estoy emprendiendo un pequeño negocio. Crisis como estas te muestran habilidades que antes ni sabías que tenías. Si a mí me ofrecieran regresar a dar clases a la universidad, les diría que no. No porque no quiera, sino porque bajo estas circunstancias no puedo.
Ser docente en una universidad pública bajo el poder del Frente Sandinista es sinónimo de adoctrinamiento tanto para docentes como estudiantes. En todo el recinto, en las actividades y en los lugares de trabajo están la bandera del Frente Sandinista y las consignas.
“Dos paramilitares me apuntaron con escopetas
cuando intente ingresar a la universidad”
Soy el profesor “José”, doctor en Matemáticas, tenía 18 años de trabajar en la UNAN, los últimos siete años ya como profesor titular con doctorado. Fui docente de unos 17 000 estudiantes, porque todas las carreras de la UNAN llevaban matemáticas. Mi participación fue como la de cualquier otro ciudadano nicaragüense: acudí a marchas azul y blanco y entregué medicinas a estudiantes.
Por mi participación presentía que me iban a correr. La universidad nos llamó para nuestro reintegro, estaba limpiando mi cubículo cuando me llamaron de Recursos Humanos para entregarme la carta de despido. Cuando regresé, la directora del departamento junto a la administradora, se plantaron y me dijeron “o se va ya o lo van a golpear”. Lo único que hice fue meter mis diplomas de maestrías y meterlas en una bolsa negra.
A la siguiente semana, regresé por mi carta de solvencia. En el portón por La Salle, una persona me atendió amablemente y me pidió mi identificación de la universidad. Le contesté que ya no tenía, luego me pidió mi clave y, cuando yo le dije que no tenía código, su actitud cambió y le hizo seña a dos paramilitares para que me sacaran. Los tipos se me pusieron enfrente del carro apuntándome con las escopetas, me dijeron que si no salía me iban a disparar.
Dos sucesos en sí, a mí me hicieron apoyar a los estudiantes: A mi hija casi la matan por brindar atención médica a los heridos de la UNI. Quedó atrapada dentro del recinto, cuando la Juventud Sandinista entró a quemar los laboratorios. Ese sentimiento es desesperante, y la masacre de los estudiantes también fue otro detonante que me hizo apoyar a los manifestantes.
El 19 de abril de 2018, la UNI, en Managua, fue una zona de combate entre antimotines y estudiantes universitarios. Se levantaron varias barricadas. Foto: Carlos Herrera | Confidencial
Nosotros los maestros despedidos somos usados como ejemplo para los maestros que están dentro. Le dicen que los que no obedezcan van a ser despedidos y que nosotros deberíamos estar agradecidos de que no estamos presos. Esas son las amenazas que ejercen en las universidades.
El ambiente en la universidad después de esta barrida de despidos es tenso. Algunos docentes que aún están en la universidad me han comentado que en los auditorios los decanos decían sin ningún reparo que ellos se habían puesto las capuchas, lo han dicho en los auditorios con orgullo.
Los docentes fueron obligados a quedarse una o dos noches al mes cuidando los portones de la universidad, y quienes no quisieran cumplir fueron amenazados con despidos. También despidieron a los docentes por oponerse a esta imposición.
Los maestros no solo fuimos despedidos, fuimos fichados, no podemos trabajar en ninguna universidad del Consejo Nacional de Universidades (CNU), fuimos perseguidos, etiquetados y no hemos tenido oportunidad de empleo. Muchos hemos caído en depresión, hemos sido lastimados. Nos dedicamos toda una vida a lo académico. Ahora vienen y te quitan tu sueño y te quitan la posibilidad de alimentar a tu familia.
Los docentes despedidos ilegalmente exigimos, para todas las víctimas: justicia, reparación y no repetición. Estudiantes, docentes, médicos y demás deben ser reintegrados a sus recintos y a sus labores.