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Desborde de la peste exige medidas extraordinarias

¿Cómo no comprender que cuando la vida humana está de por medio, los países que lo tienen todo, están llamados a asistir a los pobres de inmediato?

Foto: EFE | Confidencial

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La crisis sanitaria exige medidas extraordinarias, no puede haber retrasos en la entrega de la ayuda que anhelan los países pobres, única alternativa a su alcance para enfrentar el coronavirus. Con la pérdida de millones de vidas, contagios, desempleo, cierre de empresas y falta de vacunas, el camino debería quedar despejado. Luchan por salvar tropiezos, en la búsqueda de respuestas efectivas. La solicitud de 170 premios Nobel y exjefes de Estado, al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, insistiéndole suspender temporalmente las patentes de las industrias farmacéuticas, resulta lo más apropiado. En esta hora de dolor que ensombrece a las naciones, la vida de los seres humanos debe primar sobre cualquier consideración. Especialmente tratándose de salvar el planeta.

La desesperación que abate a los países empobrecidos, incluso a potencias emergentes —Brasil, India y Sudáfrica— una prueba adecuada para medir la intensidad de la crisis que estremece al mundo. Hay momentos en la historia de la humidad —y este es uno de ellos— que se necesita del concurso de todos los países que tienen recursos para librarse de la tragedia que sacude a los pueblos. Estados Unidos está a un paso de concluir la vacunación de la segunda dosis, razón suficiente para atender el llamado que le hacen no solo premios Nobel y exjefes de Estado, el grito de alarma proviene de distintos rumbos. El clamor generalizado es nunca anteponer las ganancias de los grandes emporios farmacéuticos, frente a la conservación de la vida humana. Es un horror.

No hay tiempo que perder, el presidente de Estados Unidos, está llamado a crear condiciones que permitan la celebración de acuerdos con los dueños de las patentes. Mientras los medios internacionales registran grandes ganancias obtenidas y consecuentemente el enriquecimiento de las farmacéuticas, cualquier tardanza resultaría obscena. No es momento para especular con el destino de la humanidad. El trance no puede verse como una cuestión de pesos y centavos. Me niego a creer que el ser humano, ni en momentos dramáticos, pueda mostrarse sensible ante el tormento de los demás. A la lógica de las ganancias hay que oponer la emergencia sanitaria para evitar el contagio y salvar de la muerte a millones de seres humanos. Eso es lo esperado. ¿Lo harán?

Para muestra un botón, AstraZeneca, una fusión de la empresa sueca Astra y la inglesa Zeneca, sometida a cuestionamientos por diversos países, encontró en la producción de las vacunas contra el coronavirus, un nicho para incrementar de manera asombrosa sus ganancias. El País de España, lo registra en un despacho fechado en Londres, el 30 de abril, 2021: “La farmacéutica AstraZeneca, uno de los laboratorios que han logrado poner en marcha una vacuna efectiva contra el coronavirus, obtuvo un beneficio neto de 1.562 millones de dólares (1.288 millones de euros) en el primer trimestre del año. Esa cifra supone más que duplicar las ganancias de 780 millones de dólares cosechadas del mismo periodo de 2020”. No hay exageración en los reclamos y solicitudes de los países empobrecidos.


A través de ese enorme espejo que son medios y redes sociales —con sus debilidades y virtudes, cuando ya nada pasa desapercibido— nos enteramos de la conversación sostenida entre el presidente Biden y el primer ministro de la India, Narendra Modi. Era de suponer que abordarían el tema de las patentes. El mandatario estadounidense se comprometió a encontrar salidas. El mundo vio horrorizado las imágenes reportadas por los medios, las piras humanas perturbaban nuestro ánimo y encogían corazones. ¿Se volvía necesario contemplar esa mortandad, para que gobernantes y propietarios de empresas farmacéuticas pudieran sentirse interpeladas y conmovidas? ¿Será que tienen adormecidos sus resortes éticos y morales? Tendremos ocasión de comprobarlo.

En Nicaragua la preocupación aumentó, una vez que el Observatorio Ciudadano de covid-19 lanzara una alerta, al establecer que el número de fallecidos llegó a 46 en el lapso de siete días —entre el 22 y el 28 de abril—. Algunas universidades privadas congelaron las clases presenciales y diferentes colegios tomaron igual decisión. El Colegio Centro América estableció que, durante las dos próximas semanas, sus estudiantes recibirán sus clases en línea. El Colegio San Luis de Gonzaga, de Matagalpa, La Asunción de León y el Instituto Loyola de Managua, hicieron lo mismo. Creció la zozobra entre padres de familia y el personal de salud. Siguen expectantes. Ninguna medida está demás. Proteger nuestra salud es lo primero. Sigue siendo recomendable evitar las aglomeraciones.

Es un contrasentido que la India, uno los mayores productores de vacunas en el mundo, siga atada de pies y manos. ¿Cómo es posible que no puedan hacer uso de su infraestructura para producir medicamentos? Los dueños de las patentes deben acceder a las peticiones desesperadas por erradicar el mal. Su indiferencia causa indignación y perplejidad. La Casa Blanca se comprometió a enviar concentradores de oxígeno, vacunas y medicamentos, una medida importante, pero insuficiente. El viernes 30 de abril, 45 países le enviaron ayuda con carácter de urgencia. El país asiático pretende que los dueños de patentes las dejen sin efecto por un momento, eso permitiría fabricar sus propias vacunas. Algo que resulta comprensible hasta para las mentes más obtusas.

La misma petición ha venido formulando Sudáfrica, desde hace muchísimos años. Hoy vuelven a plantearla. Una situación límite invita a proceder con la premura de los requemientos. El estallido de la crisis puso en evidencia —otra vez— las brechas indignantes que separan a los países ricos de los países empobrecidos. La concentración de recursos en pocas manos (financieros, médicos, logísticos, equipamiento, etc.), se revierte contra quienes tienen todo, frente a quienes no tienen nada o muy poco. Las desigualdades de todo tipo son un valladar. La poca conciencia generada por la pandemia, ratifica que algunas empresas y los países ricos, perpetúan la sentencia de Hobbes, la funesta afirmación vertida en 1651: “El hombre es un lobo para el hombre”.

Mientras la mezquindad subsista, continuaremos metiéndonos en callejones, sin otra salida que la protesta en sus distintas formas. Nadie las desea, son impuestas desde fuera. ¿Cómo no comprender que cuando la vida humana está de por medio, los países que lo tienen todo, están llamados a asistirlos de inmediato? Para Katherine Tai, representante de Comercio Exterior de Estados Unidos, la brecha entre países ricos y países empobrecidos, “es completamente inaceptable”. En concordancia con su posición, dijo que las industrias farmacéuticas están llamadas a hacer concesiones para solucionar la crisis. El presidente Biden debe acelerar el proceso de respuesta. Entre más tarde se decida, mayor será el número de contagiados y fallecidos. No debería haber tardanza.

No cabe duda que la postura que asuman Biden y los mastodontes farmacéuticos, marcarán el rumbo de la humanidad. Durante los últimos once años las naciones no habían enfrentado un padecimiento igual. Su posición servirá para conocer las respuestas a las que vamos a enfrentarnos, cuándo en el futuro ocurran situaciones como la que hoy mantienen en vilo a la sociedad. Bill Gates, convertido en oráculo, pronosticó que pronto vamos a enfrentar mayores problemas que los presentados por el coronavirus. Un anuncio apocalíptico. Vinculado con la producción de medicamentos, ¿por qué lo dirá? ¿Será que los científicos a su servicio le soplan al oído los días aciagos que se avecinan o son puras especulaciones? Todo es posible en el intrincado mundo de los negocios.

A la presión de los premios Nobel y exjefes de Estado, solicitando a Biden que “anteponga el derecho colectivo a la seguridad de todos a los monopolios comerciales de unos pocos”, habrá que sumar la solicitud de 10 senadores del ala progresista del Partido Demócrata, entre los que destacan Bernie Sanders y Elizabeth Barren, pidiéndole que respalde el llamado dela India y Sudáfrica a la Organización Mundial de Comercio (OMC), para que suspenda por un tiempo, las normas que rigen el funcionamiento de la propiedad intelectual. Hay que recordar que Washington mantiene bloqueada la petición. En la hora definitiva, ¿Cómo representante de una nación con responsabilidades históricas en todo el planeta, Biden actuará con la diligencia esperada? Todo pasa por responder la solicitud.


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Guillermo Rothschuh Villanueva

Guillermo Rothschuh Villanueva

Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.

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