19 de abril 2021
Aquel abril del 2018, se convirtió instantáneamente en una nueva y seguramente más resonante y significativa fecha histórica. En la lucha por respirar libertad en este país tan desventurado, como dice García Márquez en su Otoño del Patriarca, “los gallinazos se metieron en los balcones de la casa del poder” y picotearon furiosamente todos los rincones donde se almacenaban junto con el tiempo estancado, los abusos, las arbitrariedades, y todo tipo de atropellos, que se balanceaban cómodamente en la hamaca de la impunidad, encima de un sometimiento que garantizaba una tranquilidad supuestamente sin fin.
El estallido del 18 y 19 de abril del 2018, lo cambió todo. Y desde entonces, en las esferas del poder, no han podido ni podrán regresar a su “Paraíso”, ni dormir. “El país despertó de su letargo de siglos”, dice García Márquez en su Otoño, y exactamente eso es lo que ocurrió en aquel abril. Las marchas, cuyo recuerdo tanto atormentan a una dictadura severamente debilitada, que ha quedado imposibilitada de gobernar, viéndose obligada a recurrir a una represión sin medida, le dieron forma a una resistencia heroica y granítica frente a las bayonetas y la multiplicidad de abusos.
¿Qué no han intentado desde el poder en el transcurso de los tres años más tenebrosos de nuestra historia, los responsables del caos imperante, no por volver a ser lo que fueron, algo que sensatamente deben haber descartado, sino por conseguir alcanzar algunos puntos de equilibrio que les permitan un sostenimiento tolerable? Frente a una resistencia tan firme, solo alterada por candidaturas que confunden pero no distorsionan el objetivo, ha sido imposible. Desde el poder, gritan, rugen, amenazan, pero no hay forma de ocultar que se sienten derrotados.
Armados hasta los dientes y con todos los excesos imaginables disponibles, presionando al máximo a la población y manipulando las leyes, este régimen ha sido incapaz en ese trayecto, de encontrar una salida, mientras las condenas de la Comunidad Internacional adquieren la forma de una montaña de dificultades insuperables. El paralelogramo de posibilidades se ha ido estrechando frente a sus narices inutilizando todos sus intentos, reducidos al manejo de mentiras, demostrándoles que nunca podrán sujetar esta rebelión, ni manejando el proceso electoral a su antojo.
“No puede alcanzarse la paz sin justicia”, han expresado tantos líderes, y ese es el tranque que no se puede demoler. ¡Qué tirano no le ha temido a la aplicación de la justicia, a la entrega de cuentas, a sentarse en el banquillo! Los hechos, siempre testarudos, intentando sepultar las esperanzas de un pueblo ansioso de respirar sin dolor, recordando las frases de Alvarito Conrado, son los que grafican a un dictador, y lo condenan en cualquier tribunal, aunque como Pinochet, diga que “las críticas contra mí se refieren muchas veces a cosas que desconozco”. Ese alarde de cinismo, que fácilmente erosionado, no tiene la menor utilidad.
En su libro de cartas titulado La Resistencia, escrito por Ernesto Sabato en el año 2000, hace un llamado a resistir para poder cambiar nuestras vidas, y cambiar al mundo en el que fatalmente vivimos. “Sin sacrificio, no podemos vivir. Solo el sacrificarse produce cambios. Mientras se resiste no hay comodidad, pero se fortalece la esperanza” dice Sabato. Esas son las huellas que tenemos que seguir. Podremos ser sacudidos por terremotos y tempestades batallando contra una dictadura, pero debemos insistir. Abril del 2018 siempre estará frente a nosotros como un factor de estímulo.
Cuando dentro de unos 40 años, los nicaragüenses del futuro lean sobre lo que ocurrió después del 2018, batallando contra una dictadura nunca vista en el país, no lo podrán creer. ¿Cómo fue posible resistir con tanta perseverancia y sacrificio hasta lograr la liberación, y como se pudo, inutilizar la barbarie? La historia, desde siempre, es implacable cuando se trata de juzgar el pasado. Las nuevas generaciones van a encontrarse con un cartel elaborado con gruesas letras: “Aquí yace un sistema destructivo, que no pudo, pese a disponer de armas, abusos y recursos, seguir haciendo daño”.