18 de abril 2021
SAN JOSÉ, COSTA RICA.- “Yo recuerdo que teníamos una consigna que decía Daniel y la Chayo no pasan de mayo, pero aquí estamos a tres años”, reflexiona el joven nicaragüense Gender Sotelo, exiliado en Costa Rica desde agosto de 2018. Se refiere a una de las decenas de consignas durante la Rebelión de Abril de 2018 en Nicaragua, cuando se involucró en aquellas protestas y debido a la represión y persecución política tuvo que exiliarse meses después.
Para Carlos Andrés Monterrey, otro joven exiliado en San José, “esta fecha (el tercer aniversario de la Rebelión de Abril) implica un renacer de emociones, un revoltijo de emociones”, y también, afirma: “Las vueltas que ha dado, las frustraciones, porque no hay cambio”.
Al igual que Gender y Carlos Andrés, Dulce María Porras y Mayela Cruz, también exiliadas en Costa Rica, fueron parte de los autoconvocados identificados como “los azul y blanco” que se unieron a las calles a protestar contra el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
Cada uno se sumó a plantones, tranques y marchas contra el régimen de Daniel Ortega en Managua, Matagalpa, Madriz y Carazo, y salieron del país por la persecución que el régimen emprendió contra quienes protestaron.
Los cuatro exiliados cuentan a CONFIDENCIAL qué significó el 18 de abril en sus vidas y sus posturas ante el contexto político en Nicaragua.
El despertar de abril
En Jinotepe, Carazo, vivía Dulce María Porras, de 69 años. Es presidenta departamental y miembro de la junta directiva del MRS (ahora Unamos), pero aclara que su lucha fue a título personal.
“Yo el 18 de abril estaba frente a la televisión impactada. El 19 que hubo heridos y muertos, sentí que se me retrocedió el casete a los años 60 y 70, cuando perdí a un hermano y que nunca encontramos el cadáver”, dice, refiriéndose a la represión de la dictadura somocista y la lucha que buscaba derrocarla.
Las poblaciones de Jinotepe, Diriamba y Dolores salieron a las calles el 19 de abril, desde entonces Dulce se involucró.
Carlos Andrés Monterrey, originario de Bluefields, de la Región Autónoma del Caribe Sur, vivía en Managua en 2018. Era estudiante de Comunicación y residía en la Colonia Miguel Bonilla, una colonia aledaña a la Universidad Nacional Autónoma (UNAN- Managua) recinto que jóvenes estudiantes se tomaron en forma de protesta. El joven decidió apoyar llevándoles provisiones.
A los dos días, se integró de lleno y se atrincheró junto a los cientos de estudiantes. Es, además, sobreviviente del ataque a la Iglesia Jesús de la Divina Misericordia el 13 de julio de ese año.
En el municipio de Yalagüina del departamento de Madriz, Mayela Cruz tenía una empresa de rosquillas en la comunidad de Salamasí, en la que empleaba a siete familias. Fue una de las dirigentes en las protestas de su municipio. “Nosotros decidimos levantar allá un tranque, el único que hubo entre Madriz y Nueva Segovia”.
Se refugió en Costa Rica en 2018 y, un año después regresó a Nicaragua confiada en el anuncio del retorno seguro que prometía el Gobierno a quienes se habían manifestado. La encarcelaron al quinto día de su regreso, salió a los dos meses con medidas cautelares y decidió volver a exiliarse.
Gender Sotelo es de origen matagalpino, estudiante de Medicina en la UNAN- Managua y realizaba sus prácticas en la Facultad Regional Multidisciplinaria de Matagalpa. A raíz de las agresiones hacia los estudiantes y autoconvocados decidió integrar brigadas médicas para atender a manifestantes heridos por la represión en los puestos médicos improvisados de Matagalpa y en la Universidad Politécnica, UPOLI, en Managua.
La represión que les marcó
A medida que crecían las manifestaciones, la represión gubernamental arreció. Los cuatro desconocían el nivel de saña al que se enfrentarían.
El 11 de junio de 2018 comenzó el desalojo del tranque de Salamasí-Madriz. Policías y paramilitares rodearon el lugar para atacar por casi cinco horas “Siguieron a cada uno de los chavalos de mi lugar los paramilitares” cuenta Mayela. Ese día murió una mujer, hubo siete heridos y doce personas detenidas. Mayela logró salir y resguardar su vida.
El 8 de julio de 2018 Carazo amaneció bajo ataque. Grupos paramilitares con armamento militar ejecutaron un brutal operativo que dejó unos 32 muertos.
Dulce se refugió en la iglesia Santiago junto con seis personas más, dos de ellas heridas. “Esa masacre del ocho de julio me marcó para toda la vida y el ataque a la Parroquia Santiago Apóstol me terminó de aplastar”.
Carlos Andrés recuerda el ataque de la Iglesia Jesús de la Divina Misericordia y los Facebook Live que realizó para evidenciar y pedir ayuda. “Yo al inicio tuve un grado de exposición público que hoy me arrepiento, pero tampoco entendía la escalada de la represión”.
El ataque duró más de 15 horas, las balas arrebataron la vida de dos estudiantes y dejaron 12 heridos.
El exilio, la única opción
Tras la muerte de más de 300 personas, el encarcelamiento de centenares de manifestantes, y los ataques y agresiones de la Policía, paramilitares y simpatizantes sandinistas, estos cuatro nicaragüenses no tuvieron más opción que salir del país en circunstancias adversas.
“Me vine por punto ciego por la falta de pasaporte… Yo digo que esta situación se controla más o menos en tres meses y luego me regreso, pero la verdad es que no fue así”, cuenta Gender.
“Vine con un asma espantosa porque me tocó cruzar bajo la lluvia, en unos lodazales… Reacomodarme y acostumbrarme a esta vida fue difícil para mí, mi vida era bien cómoda en Nicaragua”, recuerda Dulce.
Mayela no quería vivir fuera de su municipio y sin su negocio. “Soy una persona que en vez de andar buscando empleo, yo generaba empleo... Jamás me imaginé venir a dar lástima a otro país”.
Desde su exilio continúan involucrados en activismo, apoyando a otros exiliados y refugiados, en grupos y organizaciones políticas.
Carlos Andrés forma parte del proyecto Exilia D.O.S, una miniserie donde reflejan, a través de la comedia, las vivencias de los exiliados nicaragüenses en Costa Rica.
Dulce forma parte de “Dale una mano a tu hermano”, una ONG que ayuda a migrantes y familias que se encuentran en situación de vulnerabilidad.
Gender realiza activismo enfocado en proyectos de salud psicoemocional para jóvenes desplazados y denunciando en foros internacionales la crisis de derechos humanos en Nicaragua.
Con la mente en Nicaragua
Los exiliados siguen de cerca lo que ocurre en su país, en especial el escenario previo a las elecciones y el estado policial.
“En Nicaragua no podemos ni opinar, no podemos ni sacar la bandera de nuestra patria porque es un delito”, comenta Mayela. Exige a los precandidatos de la oposición que velen por la libertad de los presos políticos antes de ir a elecciones y pide garantías para un retorno seguro.
Dulce no cree que algún candidato represente a los Azul y Blanco. “Yo tengo mucha fe en que nuestra lucha va a dar su fruto, yo no creo que de manera electoral lo logremos... ¡ojalá!”.
En Carlos Andrés afloran muchos sentimientos para estas fechas, asegura. Algunos le motivan a seguir incidiendo, pero le desanima la poca voluntad política que ve en la oposición y la creciente represión del régimen.
Gender cree que el proceso electoral puede ser llevar a una transición pacífica que acabe con la crisis sociopolítica en Nicaragua, pero solo si cumple ciertas condiciones.
Convicción y compromiso
Desde su exilio siguen firmes en las convicciones y compromisos que adquirieron en ese abril. Mayela quiere que el sentir de los exiliados y de las víctimas no se olvide.
Dulce piensa que la demanda de abril sí se va a cumplir. “Aquí seguimos, resistiendo, persistiendo y sobreviviendo... Siento que me mantiene viva la esperanza de que Ortega va a salir del poder”.
Para Carlos Andrés la insurrección de abril sigue significando la apuesta de la juventud nicaragüense por un cambio estructural.
Gender confía en que hay aún mecanismos para ejercer presión y denuncia al régimen. “A pesar de que ya pasaron tres años, sigo creyendo en que todavía se puede. Ortega y Murillo no tienen ninguna victoria, definitivamente. No han conseguido ninguna victoria en Nicaragua, porque su poder lo mantienen sobre la violencia y sobre la represión. Y eso- dice Gender- no es un logro”.