5 de abril 2021
El sábado 3 de abril, un pequeño Grupo Ad hoc de reflexión ciudadana, en lo que parece ser la víspera del ‘humo blanco’ respecto a que si habrán o no las condiciones necesarias para que las programadas elecciones nicaragüenses de noviembre del 2021 sean de carácter competitivo, exploró, bajo el acompañamiento de expertos en la materia, posibles escenarios, tomando en cuenta antecedentes históricos que se remontan a los dos referentes de que han de hecho Nicaragua un país de interés, la revolución sandinista que dio fin a la dictadura de los Somoza en 1979 y la victoria electoral de Doña Violeta Chamorro en 1990 que a su vez dio fin al experimento socializante de la revolución sandinista.
Ambos referentes históricos han sido de naturaleza fundacional, el de 1979 comenzando ‘anew’ un nuevo estado, un nuevo marco legal, el cual produjo la Constitución de 1987, la cual, a pesar de múltiples reformas sigue vigente.
Por su parte la victoria electoral de Doña Violeta, sin tener la profundidad del cambio revolucionario de 1979 produjo un cambio de régimen con consecuencias duraderas, o al menos relativamente estables en su gobierno, y en los dos subsiguientes, los tres en el período de 1990 al 2006.
El regreso de Daniel Ortega y el FSLN en el 2007 sin ser el único en la región presenta aspectos singulares que han venido y sigue siendo objeto de análisis por parte de los cientistas políticos. A pesar de que su regreso fue por la vía electoral, a diferencia del que fue una victoria armada en 1979, ha venido a suponer un sustancial cambio en el régimen político del país.
De manera general aquellos que han hecho de Nicaragua una parte sustantiva de sus carreras académicas, y que han producido invaluables productos investigativos resumen éste proceso dialéctico que ha vivido Nicaragua desde 1979 hasta el presente, como un producto de flechas direccionales encontradas, la primera apuntando hacia la democratización, y la segunda en sentido contrario, hacia la de-democratización (regresión democrática).
La regresión democrática contó durante los primeros años con el generoso financiamiento de los petrodólares del ALBA, y avanzó al parecer de manera indetenible en el desmontaje de la institucionalidad democrática, invocando o intentando darle una justificación ideológica a un proyecto de carácter familiar, presentándolo como la II, e incluso la III etapa de la revolución sandinista de 1979.
Y luego vino Abril del 2018, a manera de parteaguas, considerado por algunos, como el principio del fin del modelo iniciado en el 2007 con el regreso de Daniel Ortega al poder.
La exposición del experto en la Nicaragua contemporánea en cierto sentido puso en evidencia el vacío conceptual por parte de las élites políticas y académicas en cuanto al ‘pensar, o repensar’ la Nicaragua contemporánea, o al menos, pensarla en términos dialécticos de ‘diagnóstico y prescripción’. He aquí lo invaluable que resulta el input de los que de manera generosa han hecho de nuestra Nicaragua uno, e incluso el central, objeto de sus investigaciones sociales.
A semanas que entre en vigencia lo perentorio que estipula la resolución de la OEA de octubre del 2020, tres aspectos resaltan de la reflexión del grupo ad hoc:
- La impronta del cambio revolucionario de 1979 sigue permeando los aspectos sustantivos de la vida política del país.
- Hay quienes centran su atención en prepararse para participar en las elecciones del 2021 bajo las condiciones del Gobierno, dejando abierta únicamente la posibilidad de que el mismo al menos flexibilize los términos y condiciones, digamos, optan por participar bajo condiciones mínimas.
- Otros por el contrario van más allá, y su propuesta es que no es posible participar al menos que hayan ‘condiciones habilitantes’, las cuales suponen una restitución plena de los derechos políticos de la ciudadanía, que aunque tutelados por la constitución política, han sido de facto suprimidos por el régimen, un estado policial que incluye la no liberación de los presos por causas políticas.
Esta reflexión del grupo ad hoc afecta la vida del conjunto de la sociedad nicaraguense y es imperativa preguntarse si la misma no debería ser objeto de reflexión ciudadana a todos los niveles, y no reducida a una reflexión y decisión de las élites políticas.
Las cartas están sobre la mesa, el tiempo apremia, el futuro se decide hoy, y está por verse si el pueblo nicaraguense será sujeto o no en las decisiones que afecten su destino.
*Economista nicaragüense. Exprofesor de la UCA. Residente en California desde finales de 1993.