3 de abril 2021
Los precios de las gasolinas súper y regular, subirán 1.20 y 0.94 córdobas por galón, respectivamente, con lo que el respiro de Semana Santa duró apenas lo necesario para apuntalar el discurso oficial de que todo –incluyendo la economía- está normal en el país.
En las 19 semanas transcurridas entre principios de noviembre y finales de marzo, los precios de los combustibles experimentaron una incontrolable espiral alcista que incrementó su precio hasta en 35%, lo que generó inquietud entre los gremios de empresas grandes y pequeñas dedicadas al transporte de pasajeros y mercaderías.
El diésel y el kerosene también bajarán, a razón de C$0.78 y C$0.51 por galón.
“Ambas gasolinas subirán un poquito, y el diésel baja”, dijo a CONFIDENCIAL, el abogado César Aróstegui, experto en legislación energética. “Creo que si bajó la semana pasada, fue por presiones políticas, porque se estaba manifestando mucha molestia”, desde cooperativas de buses urbanos generalmente asociadas al régimen, hasta caponeros en pequeños municipios, “así que les resultó evidente que esa inconformidad iba a seguir creciendo”, aseguró.
En paralelo, hizo notar que “ellos están fomentando la salida a las playas, y si el combustible seguía caro, los transportistas iban a subir el precio, y el público no se iba a mover. Necesitan que haya compra de combustible, y gente consumiendo en los balnearios. Por eso le bajaron como cinco córdobas, y ahora que termina la Semana Santa, le suben C$1.50”, añadió.
Patricia Rodríguez, también experta en temas de energía, dice que “no creo que los precios hayan bajado por razones políticas”.
“Si hacemos un análisis objetivo, sin interferencias de ningún tipo, vemos que no debería haber bajado por consideraciones políticas, porque el precio lo manejan las petroleras, que son privadas”, aunque “ya ha ocurrido que hay presiones para que suban o bajen, dependiendo de los intereses, así que no es imposible”, concedió.
“Mientras no se regulen los derivados”, es difícil saber cuál será su comportamiento en las semanas por venir, dijo. Aquí “le suben rápido el precio cuando sube, pero le bajan poco, y por poco tiempo, cuando baja en los mercados internacionales”, dijo coincidiendo con la apreciación popular.
El incremento suave
Las 19 semanas de incremento consecutivo en el mercado local, no guardan correlación con lo observado en el mismo período en las plazas internacionales, opinan Aróstegui y Rodríguez.
La experta señaló que “desde fines del 2020, el precio [internacional] ha estado subiendo de forma paulatina, y aunque bajó hace poco, la racha alcista local le supera con creces, porque fue consecutiva y súper alta, dejando el precio arriba de un dólar por litro. Si hubiera correlación, debimos haber visto un incremento suave, y no uno de 19 semanas consecutivas”.
Aróstegui tampoco encuentra “relación alguna que justifique esa racha, más que la política interna. El hambre de dinero que tiene esta gente; la necesidad de recaudar, ante la crisis económica provocada por la crisis político social”, detalló.
Opina que “el Gobierno está buscando como recoger dinero de donde sea. Los impuestos a los combustibles son carne fácil, porque es difícil que alguien diga ‘dejaré de comprar combustibles’ siendo que incluso los que no tienen vehículo, consumen combustible, en la forma de otra fuente de energía”.
“Si comparás el precio del combustible en Nicaragua, con el de cualquier país de Latinoamérica que sea consumidor, ves que estamos pagando más de un dólar el litro”, señaló.
Sus datos indican que “alrededor del 50% del precio de la gasolina es impuesto, (los combustibles, junto con cigarrillos, licores, cervezas y gaseosas, son parte de la llamada industria fiscal); otro 25% es costo de comercialización, que está controlada por personeros allegados al Gobierno, y el 25% restante, es lo que cuesta el producto en sí. Es una masacre”, opinó.
Aróstegui cree que para crear una cadena local de suministro de combustibles que sea efectiva, se requiere una política energética “honesta, justa y equitativa”, que vea los requerimientos energéticos del país “como una necesidad nacional, y no como un negocio o una lavandería de dinero”.
“Si la meta fuera promover el desarrollo económico de la población y el acceso a las fuentes de energía, el precio del combustible debería ser la mitad de lo que es en este momento, pero las motivaciones son otras”, recalcó.
Para Rodríguez, la clave para lograr un sistema eficiente y transparente, es regresar a la vieja regulación que aplicaba una ecuación que incluye el precio FOB más gastos de internación, fletes, impuestos, y el costo de comercialización, para definir el precio al consumidor.
“Tenemos que presionar y solicitar que se regulen. En este caso no es malo regularlo -aunque sea un negocio privado- porque se trata de bienes básicos para el transporte. Esto no afectaría al libre mercado, sino que establecería un balance entre los intereses de cada parte. Sería mejor retomar la ecuación que usan muchos países, para controlar los márgenes de las petroleras”, propuso.