Guillermo Rothschuh Villanueva
28 de marzo 2021
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Mi respuesta a preguntas de un joven periodista: El periodismo pasó a ocupar la primera fila en defensa de las libertades ciudadanas y derechos humanos
"La cultura del secreto impide entregar toda clase de información oficial a los medios independientes"
Para los estudiantes de periodismo, quienes,
frente a toda adversidad, escogieron estudiar,
el mejor oficio del mundo.
El joven periodista Helmut Canales Hernández, me presentó un cuestionario y contesté todas sus preguntas, excepto una referida a la forma en que deberían comportarse los periodistas en la crisis que vive Nicaragua. Mi respuesta sobraba, basta asomarse a las páginas de diarios y periódicos, como a las diferentes plataformas digitales, para comprobar la manera beligerante con que asumen los desafíos que impone una situación política crítica y adversa. En esta ocasión, abordo sus preguntas de manera más amplia sin sacrificar su esencia. Sentí que era una obligación.
En un país como el nuestro, con más de un centenar de presos políticos; entrampado por falta de respuestas a las peticiones formuladas por distintos sectores sociopolíticos sobre la urgencia de liberarlos y la necesidad de realizar reformas electorales antes del mes de mayo, garantizando un proceso de votación limpio y transparente, con observadores nacionales e internacionales, el periodismo pasó a ocupar la primera fila en defensa de las libertades ciudadanas y derechos humanos. Son la avanzadilla. Debido a su terquedad, sobre los periodistas recae mayor peso de esta lucha.
Una de las preguntas formuladas estaba vinculada con la incidencia de la lectura en el ejercicio profesional del periodismo. Pienso que es difícil, cuando no imposible, que alguien pueda destacar en un mundo poblado de luminarias, si no le gusta leer. La materia prima básica de todo periodista es la lectura y aludo a la lectura de grandes obras. Esas son las que en verdad enseñan tanto como cualquier curso universitario. Lectura para apreciar las diversas caras del sol y distintas fases de la luna. Todavía hay quienes descreen la primerísima importancia de una vasta cultura para el periodismo.
En un campo tan exigente como el periodismo, sin una base cultural sólida no puede haber un buen desempeño profesional. Una recomendación proveniente de los mejores cultores del oficio. Algunos despistados sostienen que en la era de las tecnologías digitales, solo es cuestión de técnicas y destrezas. ¡No! Se necesita disponer de un amplio bagaje cultural. En los cursos de formación académica ninguna materia es sobrancera. No hay asignaturas de relleno en el proceso de formación académica de los periodistas. Nada sobra. Más bien hace falta ampliar su horizonte cultural.
Otra pregunta estaba referida al afán de algunos medios por ofrecer primicias a cada instante. Obsesión de novatos o de embusteros. No hay duda que cuando las tienen a mano resulta formidable. Eso no ocurre siempre. Uno de los grandes males del periodismo consiste en continuar creyendo que lo fundamental para un medio de comunicación es ofrecer primicias a toda hora. Esto es casi imposible. En el caso de los medios impresos, debemos estar conscientes de que no pueden competir con la inmediatez de las redes sociales, ni de la radio y la televisión.
Sería bueno que los jóvenes tomaran en cuenta las recomendaciones de Umberto Eco y Giovanni Sartori, ambos prescriben que a los medios escritos corresponde ofrecer la crítica de las redes y la televisión. Su experiencia y sabiduría los condujo a esta conclusión. Es lo que hicieron The Washington Post y The New York Times, en relación con las mentiras que difundía a diario el expresidente Donald Trump, a través de Twitter y canales televisivos. La ciudadanía espera análisis y más análisis para orientarse en un mundo donde las noticias pululan por millones.
Para no perder la brújula, los periodistas deberían tener presente la sentencia de Gabriel García Márquez: “La mejor noticia no es la que se da primero, sino la que se sirve mejor. Obnubilados por la primicia, muy pocos lo toman en cuenta. Los medios impresos deberían centrar sus esfuerzos en examinar de forma exhaustiva noticias presentadas como más sobresalientes por la televisión o a través de las redes sociales. Son los más indicados para presentar el contexto y posibilitar a los lectores una visión más acabada de los hechos. Una necesidad apremiante en los tiempos que corren.
Canales Hernández indagó quién era para mí el mejor periodista de Nicaragua. Una pregunta de cajón. Como si se tratara de un juego de béisbol, quieren saber quién ocupa el primer lugar de bateo. En nuestro país hay muchos y se destacan en diversos campos. Octavio Enríquez es excelente en periodismo investigativo. Wilfredo Miranda se ha convertido en reportero experimentado. Carlos F. Chamorro, un periodista de primera, un articulista como pocos y sabe conducir a su equipo. Fabián Medina es un columnista consistente y Edgar Tijerino sigue siendo un gran cronista deportivo.
Leonor Álvarez cubre de manera formidable las noticias políticas, Jennifer Ortiz ha desmostrado una enorme capacidad para reinventarse. Xavier Reyes se ha desarrollado como comentarista político en la radio y redes sociales. Podría nombrar a otros más. En Nicaragua no es uno, son varios los periodistas destacados, especialmente ahora que las circunstancias plantean enormes retos a quienes ejercen una profesión que en nuestro país se ha vuelto letal. Muchos periodistas nicaragüenses, forzados por las circunstancias, lo hacen con solvencia y rigurosidad desde el exilio.
En su entrevista también preguntó sobre las razones por las cuáles, a mi juicio, las redes han cobrado notoriedad e importancia. El motivo obedece a que mudaron de piel, se transformaron en dispositivos digitales con muchísimos atributos: permiten debatir, son foros de debate y cumplen múltiples funciones, informar, escribir artículos, hacer comentarios, hasta presentar reseñas de libros. Una de las virtudes de las redes es que poseen gran capacidad de movilización. Son los mejores artefactos para crear estados de opinión, generar animadversiones y por demás, permiten el enmascaramiento.
Las redes se prestan para canalizar torrentes de emociones y burlar el filtro que imponen los medios de comunicación. Twitter fue convertido en una prodigiosa máquina para gobernar por el expresidente Trump. Se asistió de ellas a sabiendas de que no tenía que rendir cuentas a nadie. Saltarse los filtros de la prensa ha sido el sueño anhelado de los políticos. Aunque a su vez plantean enormes malestares. Su ductilidad torna difícil la censura. Constituyen un dolor de cabeza permanente.
Canales Hernández elaboró un listado de periodistas que han escrito libros y se han destacado en el campo internacional. Los consagrados han convertido la profesión en auténtico género literario. Entre ellos aludió a Martín Caparrós, Gabriel García Márquez, Juan Villoro, etc. En su listado omitió a Ryszard Kapuscinski, Oriana Fallaci, Tom Wolfe, Gay Talese, Julio Scherer García, Javier Darío Restrepo, Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, Rodolfo Walsh, etc. Sus libros son firmes puntales para transitar por el desafiante universo del periodismo contemporáneo.
Sus textos deberían convertirse en libros de cabecera en las escuelas de periodismo. Su legado tiene enorme vigencia. Pusieron las primeras piedras de lo que, en la jerga de muchos países, llaman nuevo periodismo, periodismo literario o periodismo de no ficción. Deberían asomarse cada vez y cuando a las páginas de A sangre fría de Truman Capote. La trascendencia del periodismo de no ficción se constata leyendo Una novela criminal de Jorge Volpi, merecedora del prestigioso Premio Alfaguara de Novela 2018. Como afirma el antologista, Jorge Carrión, las crónicas son “más que ficción”.
Kapuscinski, siendo corresponsal de una agencia oficial de prensa, adjuraba de las fuentes oficiales, descreía de ellas, algo que los periodistas nicaragüenses no han querido entender. Siguen medrando alrededor de lo que hacen los funcionarios estatales. El libro Entrevista con la historia de la Fallaci se convirtió en un clásico, maneja el arte de la entrevista como pocos. Tom Wolfe pergeñó El nuevo periodismo, un libro que resume la experiencia del periodismo estadounidense. Las crónicas de Gay Talese, sirven a Wolfe para caracterizar lo que él denomina “nuevo periodismo”.
En Retratos y encuentros, Talese nos introduce en ese mundo exultante hacia a donde apunta este libro embriagador. Debería ser leídos por los jóvenes aficionados a la crónica. Scherer García ofrece un baño de periodismo inclaudicable, en una época que en México, pocos escapaban a los halagos de los gobernantes. En esa misma dirección apunta El zumbido y el moscardón, del recién fallecido, Javier Darío Restrepo. Su consultorio sobre ética periodística de la Fundación Gabriel García Márquez, un faro para orientarse en un campo donde los dilemas éticos son el pan de todos los días.
En el caso de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, los periodistas nicaragüenses —y no solo ellos— deberíamos sentirnos orgullosos por haber sido uno de los fundadores de la crónica contemporánea. Un acontecimiento que no debería pasar desapercibido. Su condición de pionero merece ser destacada en nuestro país. Alternó el ejercicio del periodismo con la escritura de cuentos y novelas. Estirpe sangrienta: los Somoza, fue publicado en 1957, el mismo año que salió a luz Operación masacre, del argentino Rodolfo Walsh. Se adelantaron a los que muchos creían precursores.
Deseaba saber cómo percibía a la nueva generación de periodistas deportivos y la importancia del programa Doble Play. Todos sabemos que el periodismo deportivo en Nicaragua goza de buena salud. En los últimos diez años irrumpió un grupo de jóvenes deseosos de mostrar su versatilidad y calidad, en un ámbito exigente como son los deportes. Sobresalen por decenas. Sienten necesidad de expresar su valía. Su pasión se ve traducida en crónicas y reportajes, decantados por una prosa elogiable. En este contexto Tijerino ha contribuido como pocos en el desarrollo de la crónica deportiva.
Edgar se encargó de ratificar que cultura y conocimientos son indispensables para abrirse espacio en esta jungla. A la par de su biblioteca de deportes, de manera paralela dispone de una biblioteca literaria. Doble Play ha servido para que muchos jóvenes empezaran a forjar su propia voz y estilo. Tijerino tuvo conciencia desde el inicio, de la necesidad de leer a los grandes cronistas deportivos de México, España, Argentina y Chile. Abierto al aprendizaje de diversos estilos y técnicas narrativas, no se encasilló en la lectura de revistas y libros deportivos. Se asomó a grandes autores de literatura.
Por donde se examine, el periodismo nicaragüense, contrario a lo que podría pensarse, no ha sido debilitado, ni por las agresiones, exilio, confiscaciones, cárcel, asesinato y aprobación de leyes que apuntan a su silenciamiento y autocensura. Ninguna de estas acciones ha logrado arrebatarles la voz. Son continuadores del periodismo beligerante que ha caracterizado a Nicaragua durante casi un siglo. No ha habido manera que transijan ni depongan su actitud, en la búsqueda de la democratización de Nicaragua. Son actores lúcidos y persistentes, mérito reconocido por la sociedad nicaragüense.
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Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
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