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Los objetivos de la unidad de la oposición frente a la dictadura

La unidad no debe darse en torno a los objetivos y condiciones que ha puesto de relieve la Alianza Ciudadana, ni de casillas que la dictadura controla

Miguel Mora asegura que "CxL debe abrirse a Cristiana Chamorro

Juan Diego Barberena

25 de marzo 2021

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En poco menos de un mes se cumplen tres años del estallido insurreccional de abril de 2018 que marcó un antes y un después en la historia de nuestro país y cuya llama sigue vigente en la demanda de justicia sin impunidad, libertad, democracia y de transformación estructural del país. Abril denotó una inconformidad no solo con el régimen en el poder, sino también con el sistemas de partidos políticos tradicionales desenfocado de las demandas ciudadanas, y en contra de un sistema económico y social que ha marginado y excluido absolutamente a los sectores sociales populares desprovistos de todo tipo de derechos. Este aniversario coincide con el proceso electoral a puertas en el cual, en dependencia de las condiciones del mismo, se tiene la oportunidad de encarar a la dictadura Ortega-Murillo, sin embargo para que ese enfrentamiento se libre, ya sea en el plano electoral o no -dentro de los cauces de la lucha no violenta-, la oposición debe estar unida y cohesionada.

Cuando se hace referencia a la unidad de la oposición, se toma como ejemplo, las elecciones del 25 de febrero de 1990 en las que la UNO, que aglutinaba a las principales corrientes de oposición del país, derrotó al Frente Sandinista, sin embargo los procesos históricos no se repiten nunca cabalmente, y se debe tener en cuenta que el FSLN del 2021 no es el FSLN de 1990, han acumulado más experiencia, están organizados criminalmente, estructurados, con una maquinaria estatal que funciona a su favor, y con una gran liquidez económica fruto de los más de cinco mil millones de dólares que entraron a las arcas de la familia Ortega-Murillo en virtud de la ayuda venezolana, lo que hace la coyuntura más compleja aún para la oposición que la obliga a plantear la unidad como una forma de cambiar la correlación de cosas inmediatas y no solo hacia el 7 de noviembre.

Desde 2019, luego que la dictadura logró mantener la correlación de fuerzas a su favor con la imposición del estado de sitio de facto en la calles, se ha estado discutiendo la unidad de las fuerzas opositoras, primero con las negociaciones de la Coalición Nacional, las rupturas internas de esta, causadas por la Alianza Cívica y su pre acuerdo con el partido Ciudadanos por la Libertad; y ahora con la demanda nacional e internacional de que se materialice la unidad en este contexto crucial entre la Alianza Ciudadana y la Coalición Nacional. Las diferencias que impiden esa unidad parecen ser no de forma, como se observa, sino más bien de fondo. El problema que se ha planteado, a raíz de la propuesta de acercamientos de la Alianza Ciudadana, no es la forma en la que deben darse las negociaciones de unidad, sino los objetivos que se persiguen.

Los objetivos de los sectores políticos y económicos tradicionales integrados en la Alianza Ciudadana son:

  1. Unidad alrededor del programa político de esta.
  2. Unidad alrededor de la casilla electoral de CxL.
  3. Constitución de una alianza electoral atemporalmente.

Estos objetivos que en los hechos se manifiestan, no se dirigen a enfrentar al enemigo a derrotar: Daniel Ortega, por el contrario apuntan a encarar la coyuntura con una posición favorable para el tradicionalismo político y que en el concurso electoral daría al traste a la cohabitación de la que tanto habla Humberto Ortega y al “aterrizaje suave” o despegue, disfrazado de “estabilidad” que acuña un pre candidato presidencial.

La unidad de las fuerzas opositoras es un imperativo moral del cual somos deudores frente al pueblo que sufre la opresión de la dictadura, sobre todo son deudores los grupos políticos tradicionales y el gran capital tras los arreglos, componendas y pactos políticos y corporativistas del pasado, y  la negativa de parar el país en el momento más álgido de la sublevación popular.

La unidad no debe darse en torno a los objetivos y condiciones que han puesto de relieve en la Alianza Ciudadana, ni alrededor de casillas que la dictadura controla; dicha unidad debe materializarse sobre objetivos políticos concretos, cuya consecución debe ser inmediata:

  1. Libertad de presos y presas políticas;
  2. Reconquista de las Libertades Públicas; y
  3. Reformas electorales.

Todo acuerdo político de unidad debe abrazar estos objetivos enfocados a combatir a la dictadura y que la emplaza a que cumpla tales exigencias. Si dichos objetivos no están escritos en el papel sobre el que se acuerde la cohesión de las fuerzas opositoras nos habremos  disparado en el pie, pues nos someteríamos per se a las reglas de la dictadura, constituyendo una alianza electoral sin haberle arrancado a esta las condiciones habilitantes y las reformas electorales.

La unidad al amparo de esos objetivos que intempestivamente están llamados a cambiar la correlación de fuerzas nos llevará a derrocar a la dictadura y a generar arraigo popular, de lo contrario, si prima la unidad alrededor de casillas la tiranía terminará detentando el poder material aunque formalmente esté fuera del mismo.

Los objetivos a los que hemos hecho referencia abrazan las demandas y clamores populares insurreccionales, demandas únicas que deben estar sobre la mesa de los grupos opositores, y que difieren del contenido de las teorías del aterrizaje suave y despegue que apuntan a dejar al grupo que detenta el poder con las cuotas de poder suficientes para impedir las transformaciones sociales que el país necesita. La unidad debe ser con un fin inmediato: obtener las condiciones para ir a noviembre, no ir a noviembre sin condiciones como se plantea desde los grupos hegemónicos cuyo principal acreedor es el pueblo que ha sufrido las consecuencias de sus componendas con la dictadura.

*Abogado. Miembro del Consejo Político de la Unidad Nacional Azul y Blanco


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