18 de marzo 2021
La escasez global de materias primas, y un sistema impositivo asfixiante, que les hace perder competitividad de cara a sus similares de Centroamérica, tiene a la industria local del plástico en situación de emergencia, tratando de conseguir resina para operar, a la vez que intentan cumplir sus compromisos con sus clientes internos, sin tener que despedir más personal.
El plástico es un producto industrial omnipresente en la vida diaria, que se usa para empacar la producción exportable, o los granos básicos en su traslado a las ciudades; para envasar leche, gaseosas, o jugos; para embolsar las compras que se hacen en las pulperías, mercados o tiendas; para guardar monedas en los bancos, o hacer almácigos. Hay plástico en los invernaderos, en las salineras, en las bananeras, mataderos, camaroneras, y en las obras de construcción.
“Todas esas industrias, y los consumidores a los que atienden, están en peligro ante esta alza en los precios de la resina”, asegura a CONFIDENCIAL, el presidente de la Asociación Nicaragüense de Industrias del Plástico, (Aniplast), José León Arrieta.
El año pasado, “el incremento abrupto en la demanda de insumos médicos plásticos por la pandemia… y el cierre de plantas de países productores de materias primas, por la cuarentena, generó una disminución en la oferta a nivel mundial, e incremento en los precios, a partir de septiembre de 2020”, aseguró la Cámara de Industrias de Nicaragua (Cadin), en un comunicado.
Eso hizo que la tonelada de Resina Lineal Buteno, que en septiembre del 2020 costaba 1050 dólares, hubiera más que duplicado su precio al 12 de marzo, al pasar a 2350 dólares, con el anuncio, hecho por los proveedores, de que a partir de primero de abril subiría a 2548 dólares.
Otra materia prima de capital importancia para el sector, como es la llamada Resina Fraccional, se compra en 2880 la tonelada métrica y pasará a costar 3100 dólares a partir de abril, lo que implica un aumento de 7.6%, en menos de un mes.
Esos números grafican el Niágara que han tenido que sortear los empresarios de este sector, al verse agobiados por problemas específicos de los mercados en que operan sus proveedores: desde roces con sus respectivos gobiernos, hasta las afectaciones del clima.
Industria en emergencia por culpa de China, del clima, y de México
Según narra Arrieta, también gerente de una empresa del sector, a partir de octubre comenzaron a sufrir alzas en el precio de las resinas, a las que define como un derivado del gas etileno, subproducto del petróleo. La razón de esas alzas es que “las principales productoras estadounidenses de plástico, vendieron altos volúmenes de resina a China”, lo que dejó desabastecida a toda América Latina, incluyendo a Centroamérica.
El panorama empeoró a finales del año pasado, y al inicio de este. En diciembre del 2020, la empresa Braskem, de México, cerró operaciones por falta de acuerdos con el Gobierno mexicano, lo que significó la disponibilidad de menos resinas, mientras empresas estadounidenses de ese mismo rubro, entraban en períodos de mantenimiento.
Luego, los fríos que se experimentaron en Texas en febrero, afectaron a las fábricas de resinas que operan en ese estado, generando gran escasez de ese producto, cuyo precio se incrementó entre 60% a 80%.
“No poder conseguir resina nos afecta mucho, pero también afecta a nuestro flujo operativo: si antes podíamos comprar diez contenedores, ahora quizás podamos cuatro, por un tema de disponibilidad de materia prima, y por los mayores precios que tenemos que pagar”, explicó.
La situación fue de ‘tras cuernos, palos’, para los industriales nicaragüenses, que están sufriendo las cargas que les asignó la reforma tributaria de marzo del 2019, al imponerles un pago adicional de 5% en concepto de ISC por cada contenedor (más el 15% de IVA, que ya existía), solo que ahora, sobre un monto mayor.
Arrieta explicó que ellos compiten contra las empresas del triángulo norte de Centroamérica, pero estas “no tienen esa carga tributaria del 5%, además que la Aduana nos impone dudas de valor que tenemos que pagar sí o sí. Eso nos pone en desventaja, y hace que al comercio nica le resulte más barato comprar a nuestros competidores en Centroamérica.
“La ventaja nuestra es que podemos vender por volúmenes menores, mientras que los extranjeros solo les venden el contenedor completo”, detalló.
Al tema impositivo se le suma la facilidad de crédito que les daban las empresas fabricantes de resina, que les ofrecían 60 a 90 días de plazo para pagar, pero por la pandemia y el aumento del riesgo país, tal como se les comunicó a finales del 2018, hizo que les cortaron los créditos y les exigieran pagar del 15% a 30% por adelantado, y el resto contra BL (Bill of Lading, llamado también conocimiento de embarque).