13 de marzo 2021
Una de las principales trincheras en la lucha contra la dictadura es la comunicación política. El aparato de propaganda del régimen machaca una y otra vez sus embustes con el propósito de engañar, confundir, desinformar o distraer. Aunque cada vez son menos los incautos, no podemos dejarles pasar nada.
Debo confesar que me resulta un sacrificio insufrible escuchar los discursos del dictador, así que espero a que los medios oficialistas los publiquen por escrito para leerlos y así que el trago amargo pase más rápido. Por esta razón el presente comentario viene con unos días de retraso.
Ortega se apareció con ocasión del día internacional de las mujeres y esta vez superó ampliamente sus anteriores presentaciones en materia de disparates, descaro y patrañas. Si bien no faltaron William Walker, los esclavos africanos y sus berridos presumiendo de liderazgo mundial con diatribas desempolvadas de la guerra fría, llama la atención que dedicó buena parte de su perorata a la historia reciente del país. Por supuesto, haciendo alarde de falsedades.
Tenía rato de no escuchar al dictador referirse a la tragedia de la década de los ochenta. Esta vez, “de pasadita” afirmó que entre 1979 y 1990 se produjeron más de cincuenta mil víctimas. Aunque solo fue una frase, no podemos dejarla pasar. La mayor tragedia de la historia de nuestro país. La lucha fratricida más sangrienta, dolorosa y funesta. Una tragedia que tuvo como uno de los principales responsables al propio Daniel Ortega, ahora pretende lavarse las manos y nos viene con el cuento del terrorismo imperialista.
Decenas de miles de jóvenes campesinos fueron a esa guerra. No eran mercenarios. Ni guardias somocistas. No eran bestias. Eran nicaragüenses que luchaban por los derechos y las ideas en las que creían. Igualmente, decenas de miles de jóvenes del servicio militar fueron obligados y enviados a matar y a morir en una guerra que no era su guerra. Las potencias, ciertamente, ponían las armas. Los nicaragüenses poníamos los muertos. Pero si algo tenemos que enrostrar una y otra vez al dictador es su responsabilidad en esa tragedia. En esas más de 50 mil muertes.
Pasando a otro tema. El dictador quiso presumir de protector de las mujeres y se adornó con una bonita frase: “A la Mujer no hay que maltratarla ni con el pétalo de una rosa”. Imagínense. El mismo personaje acusado de un repugnante delito, en su propia familia, en su propia casa, quiere aparecerse ahora como abanderado de la lucha en contra del machismo.
Y como estamos hablando de historia, también hay que recordar cómo Ortega evadió la responsabilidad penal por ese delito. No fue declarado inocente. Como gozaba de inmunidad parlamentaria pues ejercía el cargo de diputado, con la complicidad de la bancada del PLC congelaron el trámite de desaforación. Ortega esperó a que se cumplieran los años necesarios para la prescripción de la acción penal y así evadió la justicia. Lo siguiente también hay que remarcarlo: Junto con el pacto que redujo al 35% el porcentaje de votos para ser electo presidente, Alemán le otorgó esta gracia judicial que ahora nos toca pagar bien caro. Las ironías de la vida: La jueza que declaró la extinción de la acción penal en favor de Ortega, fue la misma que encarceló a Alemán. Ahora goza de su premio como magistrada de la Corte Suprema de Justicia.
Ortega, en el colmo del descaro y del cinismo, no tuvo empacho en afirmar que en Nicaragua se respeta la libertad de prensa. Como si nadie recuerda el asesinato de Ángel Gahona, o como si nunca hubieran estado presos Miguel Mora y Lucía Pineda.
O como si no fuera noticia reciente el enjuiciamiento de varios periodistas, entre ellos Kalúa Salazar, de Radio La Costeñísima, quien precisamente esta semana presentó su recurso de apelación ante la condena de que fue víctima.
Además, hace unos pocos días fue noticia internacional la exhibición de venganza, odio y soberbia con las propiedades ilegalmente confiscadas a Cien por Ciento Noticias y Confidencial. En un acto de sadismo colocó rótulos a la entrada de los edificios donde él aparece sonriente y aplaudiendo.
Y es el mismo personaje que impuso la ley de ciberdelitos para amordazar medios de comunicación y redes sociales.
Tampoco tuvo empacho en acusar de lavado de dinero a las organizaciones no gubernamentales.
¡Qué clase cáscara!
Habló de lavado de dinero, el mismo personaje que encabeza un régimen que figura en la denominada “lista gris” del organismo intergubernamental conocido por sus siglas GAFI, el Grupo de Acción Financiera Internacional. Aparecer en esa lista significa estar señalado internacionalmente como un riesgo en materia de lavado de dinero. Y en eso nada tienen que ver las ONGs, sino los sirvientes del dictador en la Superintendencia de Bancos, la Fiscalía, la Contraloría, la UAF y el aparato judicial.
También el Instituto de Basilea, una organización de prestigio especializada en lavado de dinero y flujos ilícitos de capitales colocó al régimen de Ortega como uno de los más riesgosos del mundo en materia de lavado de dinero. También aquí aparecen cuestionadas las instituciones públicas comandadas por sirvientes de Ortega, y no las ONGs. Si algo faltara podemos agregar la reciente publicación de Transparencia Internacional que coloca al régimen como el más corrupto de Centroamérica.