14 de febrero 2021
Managua es un gran escaparate al aire libre. En los últimos meses, sus andenes, avenidas y semáforos son usadas por decenas de ciudadanos para vender nuevos productos, que van desde una bolsa de pan hasta una pesada puerta de madera. La crisis sociopolítica y económica, producto de la brutal represión contra las manifestaciones pacíficas en 2018, y la pandemia de la covid-19 que llegó en 2020, han sacado a los managuas a las calles.
Vender en las calles “es duro”, dijeron a CONFIDENCIAL varios de los nuevos vendedores callejeros.
Su estrategia de supervivencia, en medio del desempleo que desde 2018 ya ha dejado a más de 700 000 nicaragüenses sin ingresos fijos, consiste en escoger un punto transitado, ofertar un producto que la gente lo compre y crear clientela desde “cero”, coincidieron un panadero, un carpintero, un librero y una vendedora de queso, que han soportado sol, lluvia, falta de clientes y el crecimiento de la competencia.
La crisis sociopolítica y sanitaria han provocado estragos económicos en los bolsillos de los nicaragüenses. Sin embargo, algunos han encontrado en esta situación adversa una oportunidad para iniciar su negocio propio, como es el caso de Ismael Cortez, de 24 años, quien recorría hasta cinco kilómetros por día ofreciendo pan, de casa en casa. Meses después de la llegada del covid-19, renunció a su trabajo e invirtió el dinero de su liquidación en vitrinas y trajes de reposteros para vender pan en los semáforos, hoy en día da trabajo a unos 11 jóvenes, todos menores de 22 años.
A partir de las siete de la mañana sus trabajadores —vestidos de pasteleros: con gorros y delantal— se instalan con vitrinas abastecidas de galletas y tortas en tres de los semáforos más transitados de Managua: los de la villa Miguel Gutiérrez, el Memorial Sandino y la Centroamérica. En cada uno de los puestos, las ganancias diarias van desde los 150 hasta los 300 córdobas.
Cerca de uno de los puestos de pan y repostería, sobre la avenida principal que va a los semáforos de la Colonia Centroamérica, Enmanuel Mendoza, de 22 años, ha instalado una caseta que le sirve de carpintería, llamada “Aburto”. Al momento de la entrevista, barniza una puerta.
Desde hace meses decidió junto a su familia, alquilar ese espacio para vender puertas como si fueran “pan”. La idea le ha funcionado: “De dos a tres puertas que vendíamos (por encargo) en el barrio donde estábamos antes, hoy llegamos a vender hasta cuatro puertas por semana”, afirmó Mendoza, que inició a trabajar en este negocio para costear los gastos de su segundo año universitario.
El joven subrayó que invirtió unos 20 000 córdobas en el alquiler del local, la construcción de la caseta y los primeros materiales para elaborar unas cuatro puertas. Ahora, genera cuatro fuentes de trabajo.
“Todo comienzo es duro”
La pequeña comerciante Patricia Urbina Cano decidió instalar una mesa y unos cinco maniquíes para vender ropa; actividad que meses atrás hacía en su casa, pero con el avance de la pandemia y el autoconfinamiento de los nicaragüenses, “no vendía ni una sola pieza de ropa”. A unas cuadras de su casa, vio un espacio vacío en un andén y decidió mover su negocio a la calle principal del Barrio Primero de Mayo.
“Salí a la calle porque (en la casa) no se vende, no hay afluencia de personas. Todo comienzo es duro, hubo días en que no vendía nada, pero ahora en un día bueno puedo vender 1200 córdobas. Estoy desde las 07:30 de la mañana hasta las 05:30 de la tarde”, relató Urbina.
Libros y gabachas medicas en los semáforos
En los semáforos de Managua lo que más se ofertan son los alimentos, pero el aumento de los vendedores ambulantes ha obligado a otros vendedores a buscar productos diferentes que vender, tal es el caso de Geovani Fornos, que instaló tres mesas repletas de libros escolares y clásicos —nuevos y usados—. Este mes salió a la orilla de las calles a ofrecerlos en los semáforos del mercado Roberto Huembes, y ahora vende al menos unos 50 o 100 libros en buen día de venta.
Mateo Mendoza es un jubilado que desde hace 21 años vende mangos y jocotes en las afueras del Hospital Manolo Morales, pero la crisis económica lo hizo agregar un perchero donde oferta gabachas y pijamas medicas usadas.
La venta de estas gabachas le da una ganancia de 400 a 600 córdobas en un día, especialmente “los días de pago del personal médico” del Manolo Morales, aunque en ocasiones vende las prendas al crédito.