La alarma se enciende en la comunidad indígena de Tasbapounie cuando el radio comunicador o el celular suenan. Las miradas de los comunitarios se clavan de inmediato en las aguas turquesas contenidas por ese triángulo oceánico conformado por los Cayos Perlas, Corn Island y Little Corn Island, en el Caribe Sur de Nicaragua, donde 41 personas han perdido la vida en naufragios en los últimos cinco años. Una especie de Triángulo de las Bermudas caribeño.
Las postales idílicas que brinda este trozo de Caribe son sinónimo de un encuentro con la muerte para los de Tasbapounie, un poblado de pescadores. Troy Hayman conoce muy bien de los peligros y las inclemencias de alta mar. En varias ocasiones ha estado a punto del naufragio, varado, ya sea por el mal tiempo o un desperfecto del motor a bordo.
“Si el daño es en el motor, lo primero que hacemos es anclar la embarcación; sacamos bandera, hacemos señal para avisar y pedir ayuda a quienes pasen cerca... si nadie nos ve, la otra esperanza es que llegue la hora del retorno, y que al no ver la embarcación la alarma se encienda”, dice Hayman.
Lo que este pescador explica es parte de un proceso de búsqueda y salvamento que la comunidad de Tasbapounie ha desarrollado a través de la experiencia de repetidos naufragios. Una necesidad que ha surgido debido a las altas vulnerabilidades para el tránsito de personas en la Costa Caribe Sur, una región inhóspita y dispersa en comparación al resto de Nicaragua. El 90% de la comunicación entre municipios y la actividad productiva en el Caribe Sur se realiza por la vía acuática.
Apenas hace un par de años se finalizó la carretera que conecta la cabecera departamental del Caribe Sur, Bluefields, con el resto del país. Igualmente sucedió con la construcción de la carretera El Rama-Kukra Hill- Laguna de Perlas, la única otra alternativa de acceso terrestre a esta región. De modo que la comunicación por vía acuática ha sido, y continúa siendo, el medio predominante para el transporte y la comunicación de siete de los 12 municipios del Caribe Sur ubicados en el litoral costero.
Entre esos municipios costeros sobresale Corn Island y Little Corn Island, un paraíso enclavado en el Caribe Sur. Las islas del maíz son uno de los destinos turísticos más deseados en Nicaragua. Es decir, que el tráfico marítimo no solo responde a las necesidades de los locales, sino al movimiento turístico que tampoco ha escapado de los naufragios.
Baja prevención estatal
Pese a que la navegación acuática es la norma en esta región, todavía es rudimentaria y, por ende, insegura, arriesgada y fatal ante la poca asistencia Estatal. El artículo 6 de Ley de Transporte Acuático (número 399) establece que uno de sus objetivos es la “protección de la seguridad de la vida humana en las vías navegables y en los puertos”, pero es papel mojado.
“Difícilmente, nosotros podemos detener la salida de una embarcación”, dice Anthony Simon, delegado de la Dirección General de Transporte Acuático (DGTAN-MTI) en Bluefields. El funcionario señala que esta entidad procura que las embarcaciones realicen sus viajes con las medidas de seguridad básicas, como el uso del chaleco salvavidas, no rebasar la capacidad de carga y pasajeros; también que los capitanes o la tripulación no estén en estado de ebriedad, y tengan autorización por la naval (zarpe)”.
Según el funcionario de la DGTA-MTI, los accidentes ocurren cuando no se acatan las órdenes de no navegación que emite la Fuerza Naval del Ejército de Nicaragua. “O algunas veces sucede porque se van por puntos ciegos, nadie sabe que salieron y luego vienen los problemas”, dice Simon. Cuando ocurre un accidente, la DGTA-MTI solo aplica sanciones administrativas.
Existe una Comisión Interinstitucional para prevenir naufragios en la que participan varias instituciones. Sin embargo, es el Ejército de Nicaragua, a través de la Fuerza Naval, quién se encarga de investigar y hacer un informe técnico de los accidentes. La Ley No. 399, en su artículo 4, señala que le corresponde a la Dirección General de Transporte Acuático coordinar con los Distritos Navales, las operaciones de búsquedas, salvamento, rescate y la investigación de siniestros acuáticos, pero no hay datos disponibles sobre los naufragios registrados, sin importar que suceden a menudo en el Caribe Sur.
La Fuerza Naval se rehusó a facilitar a este equipo periodístico los informes oficiales sobre los accidentes acuáticos en los últimos años. Una base de datos soportada en reportes periodísticos de naufragios revela que en los últimos cinco años ocurrieron ocho naufragios considerables, en los que perecieron 41 personas.
De todos estos accidentes, sólo uno se judicializó. Hilario Blandón, propietario y capitán de la embarcación “Reina del Caribe”, fue condenado por homicidio imprudente por el naufragio de su nave, que trasladaba turistas entre las islas del maíz (Little y Corn Island): 13 ciudadanos costarricenses se ahogaron. Blandón zarpó pese a las advertencias del mal tiempo.
En esa ocasión, la Fuerza Naval dijo que tenía suspendidos los viajes por el mal tiempo. Sin embargo, los militares no mantenían ningún tipo de vigilancia cuando la “Reina del Caribe” zarpó, según testigos. Esta falta de vigilancia estatal propicia en parte los naufragios en el Caribe Sur.
Tasbapounie se auto organiza ante los naufragios
En el centro del triángulo conformado por los Cayos Perlas, Corn Island y Little Corn Island está Tasbapounie. La geografía de la comunidad indígena es privilegiada: tiene accesos acuáticos a través de Laguna de Perlas y por el Mar Caribe, cerca de los cayos y arrecifes que favorecen la pesca. Desde esa ubicación los comunitarios ven naufragios a menudo.
No solo porque los locales se accidentan, sino por los naufragios como el de la “Reina del Caribe” que transportan turistas. Como la respuesta oficial a este problema es intermitente, los de Tasbapounie se han auto organizado para reducir la mortalidad de los accidentes acuáticos. Todo empieza en el caserío sobre la costa.
La comunidad se divide en dos sectores, pero a la orilla del mar están asentados los pescadores y pangueros. Allí es donde guardan sus embarcaciones, ubican sus acopios, hacen mantenimiento y reparación de sus aperos de pesca. Troy Hayman ha sorteado varias veces el mal tiempo y desperfectos mecánicos en altamar que lo han dejado a la deriva por horas, incluso días. Sin embargo, gracias a la organización comunitaria, ha sido rescatado. A partir de sus experiencias cercanas a la muerte en el mar, Hayman se unió a la red local para dar auxilio a cualquiera que lo necesite.
Usualmente, los pescadores zarpan durante la madrugada. Dirigen las pangas a las zonas de pesca en los cayos. En este trayecto suceden la mayoría de los accidentes. Una de las primeras señales de alerta diseñadas por los comunitarios es el control del tiempo. Si una embarcación tarda más de 55 minutos en hacer el trayecto antes mencionado, en un punto de control se registra la anomalía. Si al final la lancha no llega al cayo o retorna a la comunidad, se activa la segunda alerta. El radiocomunicador y el celular suenan en Tasbapounie
“Tenemos confianza en la comunidad y nuestros líderes que, al no recibir el aviso, organicen una búsqueda en la zona. Así hemos logrado rescatar a pescadores, e incluso en varias ocasiones me han rescatado”, dice Hayman.
Marlon Wilson es otro de los pescadores de Tasbapounie sobreviviente. Ha vivido dos naufragios, uno por desperfectos en el motor y otro por mal tiempo. En ambos ha logrado sobrevivir gracias a la cooperación comunitaria.
“Me dedico a pescar langostas y pescado. Cuando hemos tenido problemas en alta mar, o desaparece una panga, nos unimos con el pueblo. Los pescadores ponemos el medio de transporte y los líderes ponen el combustible. Si en ese momento no hay suficiente gasolina en la comunidad, vamos a la casa de cada pescador para que cada uno ponga un poco de combustible. Luego 4 o 5 hombres experimentados salen a buscar a la gente que está sufriendo en el mar”, explica Wilson el proceso.
Rescate para otras comunidades
Esta experiencia ganada en Tasbapounie ha permitido desarrollar un mecanismo para atender naufragios, incluso a embarcaciones de otras comunidades en aprietos. De igual forma se activa la comunicación y coordinación que involucra a empresas acopiadoras de mariscos, líderes, iglesias, familiares y marinos para atender la emergencia.
“Hemos recibido llamados de auxilio de personas de Sandy Bay o La Barra, diciendo que hay pescadores perdidos en el mar”, asegura Gregory Carlos, pastor de la Iglesia Anglicana y miembro del Comité de Emergencia de Tasbapounie. “Nos dan los datos de la embarcación y desde aquí, en coordinación con los pescadores, apoyamos en la búsqueda y rescate. Además avisamos a todos para que estén alerta por si localizan a los náufragos durante su faena de pesca”.
La tarea es de todos, asegura por su parte la profesora Karensa Wilson, quien además es secretaria del Gobierno Comunal de Tasbapounie. “Cuando ocurren estos accidentes, la comunidad entera se dispone apoyar en todo, sin importar quién es la persona. Así hemos podido salvar la vida a muchos… aunque otros no han corrido con suerte. El mar desaparece a muchas personas”, lamenta la docente.
Los equipos de rescate
Los pescadores son los que están en la primera fila de los rescastes. No solo porque dominan de cierta manera las aguas, sino porque saben nadar, bucear y tienen un instinto para la búsqueda. Son ellos quienes discuten estrategias de rastreo.
“Cuando el rescate es exitoso, lo primero es verificar si los náufragos necesitan atención médica. De ser positivo, los trasladan a la ciudad de Bluefields, a unos 76.5 kilómetros de distancia del triángulo marítimo conformado por los cayos. Es el único hospital en el Caribe Sur. “Cada persona que ayuda en los rescates asume personalmente y con voluntad los gastos de la búsqueda”, enfatiza el líder religioso de la comunidad, Gregory Carlos.
Uno de los naufragios más recientes ocurrió en agosto de 2020. El radiotransmisor y el celular sonaron en Tasbapounie. Una panga con turistas nacionales se hundió en la zona cercana a Setnet Point debido al mal tiempo. “Varias pangas salieron desde la comunidad para ayudar a rescatar a las personas, pero aun así murieron dos señores”, recuerda la profesora Wilson.
Denuncian negligencia de la Fuerza Naval
“Si no sacaron zarpe (permiso), no vamos a realizar búsqueda”. Esta es la respuesta que varias familias han recibido por parte de la Fuerza Naval en el Caribe Sur cuando han reportado el naufragio de algún familiar.
Cuando Dean Monroe salió de pesca la mañana del mes de agosto del año 2016, había buen tiempo. Estaba soleado y el oleaje era tranquilo. Junto con dos amigos, Monroe zarpó desde la bahía de Bluefields hacia los Cayos Perlas. Para ahorrar algo de dinero, decidieron no pagar el trámite de zarpe. “En alta mar nos quedamos sin gasolina, permanecimos seis días a la deriva, hasta que otros pescadores nos rescataron”, recuerda Monroe.
La panga con pescadores que rescataron a Dean sabían que un grupo de muchachos estaban perdidos. Los rescatistas escucharon por la radio y redes sociales la denuncia de los familiares de que la Fuerza Naval no les había ayudado a buscarlos. En sus zarpes andaban atentos, hasta que los divisaron y rescataron.
“Cuando nos dimos cuenta lo que pasaba con mi hermano, fuimos a la Fuerza Naval y les expusimos el caso. Los militares nos dijeron que, como ellos andaban sin zarpe, no podían ir a buscarlos. Regresamos todos los días a suplicar que fueran a rescatarlos, pero como miramos que no hacían nada, fuimos a poner denuncia también a los Derechos Humanos y los periodistas”, relató Neysi Monroe, hermana del Dean.
“Sinceramente creo que es inhumano que los navales no vayan a rescatar a los que tienen accidentes en el mar, porque es un ser humano el que está en peligro de muerte, tengan zarpe o no” dice la mujer.
Naufragios mortales: 41 fallecidos en cinco años
Aunque no hay cifras oficiales disponibles, en los últimos cinco años 41 personas han muerto en naufragios en la Costa Caribe de Nicaragua. Estos son algunos de los accidentes marítimos que más han conmocionado:
- Septiembre de 2015. El barco Lucky II náufrago a 4 millas de Corn Island. El marino Noel Francis murió atrapado en la cabina después del accidente, mientras otros dos integrantes de la tripulación continúan desaparecidos.
- Enero de 2016. Trece turistas costarricenses perdieron la vida cuando la lancha en la que viajaban regresaba de Little Corn Island. La embarcación naufragó debido al mal tiempo en la zona. El accidente fue provocado por el sobrepeso y la falta de medidas de protección. El capitán del barco, Hilario Blandón, y su ayudante Carlos Prack, fueron señalados como responsables del naufragio.
- Junio de 2017. El pesquero Miss Johana Betsey’ naufragó con 13 marineros a bordo a 23 millas náuticas al norte de Corn Island. Después de una exhaustiva búsqueda, solo se encontró el barco en el fondo del mar. Tres años después del incidente, aún no se conoce con certeza qué fue lo que ocurrió.
- Abril de 2018. Efectivos navales ubicados en el puesto de tropas navales en la barra de Río Maíz recibieron información de los ciudadanos identificados como Kevin Andrés Mcroy y Tienda Downs Hill, habitantes de la comunidad, sobre el hallazgo de tres cuerpos y el casco de la panga de un posible naufragio.
- Agosto de 2019. Dos hombres y un bebe murieron tras el naufragio de su embarcación en el río Tuma, cuando viajaban de la Comunidad de San Pedro del Norte hacia Kaskita de Betaní, La Cruz de Río Grande. Se registraron tres desaparecidos: Porfirio Pérez, Ricardo Angulo, y un niño de tres meses. El bote en el que viajaban se volcó.
- Julio de 2020. Una panga con 7 personas, algunos de ellos comerciantes de mariscos de Managua, iban de regreso de los Cayos Perlas hacia Tasbapounie. Sin embargo, la embarcación presentó desperfectos mecánicos y se dio vuelta. El joven Wilber Lacayo fue encontrado sin vida.
- Agosto de 2020. Una panga con 12 personas (el capitán, su ayudante y 10 turistas nacionales) regresaban de los Cayos Perlas hacia Laguna de Perlas. Cerca de la comunidad de Set Net Point fueron alcanzados por el mal tiempo, provocando el hundimiento de la lancha. Carlos José Zavala Espinoza de 62 años y su hijo David José Zavala Morales de 37 años, ambos originarios de Managua, fallecieron en el accidente.
- Agosto de 2020. Cinco marinos de la Fuerza Naval del Ejército de Nicaragua desaparecieron en el sector de los Cayos Perlas, Laguna de Perlas, cuando realizaban labores de búsqueda y rescate de turistas que viajaban en una panga que naufragó. Los familiares de los navales denunciaron que los marineros nunca regresaron, y sólo con la presión de la prensa local, el ejército brindó información. Aunque continúan desaparecidos hasta hoy sin ninguna explicación objetiva.
**Esta cronología de naufragios se realizó a través del monitoreo de noticias en medios locales y nacionales.
Náufragos, el dolor de la esperanza
Hay una línea infinita entre el cielo y la tierra, ese inmenso mar azulado que se extiende a lo largo de las costas de la región del Caribe Sur de Nicaragua. Para algunos es un lugar de ensueño, pero para otros es una triste referencia por haber perdido un ser querido en un naufragio.
Así lo ve el marino Omar Hebberth, capitán de un barco pesquero que naufragó en diciembre del 2006, a 45 millas al noreste de Corn Island. “Cuando el barco se hundió, quedaba un pequeño espacio entre el piso y el agua, de no más de dos pulgadas... Solo había espacio para mi nariz. Tomé un buen respiro y nadé para escapar de la muerte. Fue cuando vi una luz verde, no sé de dónde salió, pero eso me guió a la superficie”, narra el hombre.
Hebberth y su tripulación de marinos (7 personas en total) estaban en plena faena de pesca cuando un temporal los atrapó en mar abierto. A eso de las 8:30 de la noche una ola los embistió. El barco se volcó. El naufragio causó la muerte de un hombre que no logró salir del cuarto de máquinas. Mientras que los otros 6, incluyendo el capitán, fueron rescatados al día siguiente por otra embarcación.